El propósito del presupuesto
Las recientes declara- ciones de funcionarios públicos nos vienen a recordar, de nuevo, que el gran propósito del presupuesto de gastos de la Nación es la permanencia en el poder de las autoridades de turno. Con razón les urge aumentarlo todos los años.
Algo está pasando con las autoridades de gobierno. De repente, el presidente de la República y el presidente de la Comisión de Finanzas del Congreso se “sinceran” en sus declaraciones. El primero, en el programa radial Despacho Presidencial, admite que los programas a cargo de su esposa se están ejecutando “tan bien” que garantizarán la reelección del partido en el Gobierno. El segundo ofrece públicamente el equivalente de tres millones de quetzales a cada diputado, para que los gasten a su discreción, con tal de que voten a favor del presupuesto de gastos de la Nación.
No hay secretos en la política guatemalteca. La UNE está intentando hacer lo mismo que hicieron sus antecesores. Usar el presupuesto público para comprar el futuro voto ciudadano y garantizar la permanencia en el poder. Todos lo han intentado; ninguno lo ha logrado todavía… Sin embargo, lo diferente del gobierno de Álvaro Colom es que la primera dama protagoniza este nuevo intento. No extraña entonces que los llamados programas sociales a su cargo sean no solo intocables —desde el punto de vista presupuestal—, sino, además, inauditables. Todo, incluyendo la seguridad ciudadana, podrá esperar.
Del lado del Congreso la cosa es más “democrática”. Allí la Navidad llega todos los años antes de diciembre. Es durante el “debate” de aprobación del presupuesto que los diputados —con sus contadas excepciones— se preparan a ofrecer su voto al mejor postor. En medio de ese ambiente, el diputado Mario Taracena decidió ofrecer públicamente tres millones de quetzales a cada uno de sus colegas. Así se pretendería no solo “ordenar” ese inmoral proceso para que todos fueran “tratados” de la misma manera, sino que el presupuesto también se aprobaría más rápidamente.
Los extorsionadores que operan desde las cárceles del país parecen tener más ética que nuestros propios diputados. Por lo menos ellos extorsionan una vez y luego dejan en paz a la víctima. En el caso de los “representantes”, regresan año con año por su listado geográfico de obras, para que sean sus familiares o amigos quienes las ejecuten y de ahí se hagan millonarios; un secreto a voces que se repite anualmente frente a la indiferencia de las autoridades de justicia.
En mal momento y con malos ejemplos pretende el Gobierno demostrarle a la ciudadanía que es necesario aumentar las tasas de impuestos. Entre el uso de fondos con fines electorales o el tradicional enriquecimiento ilícito, los guatemaltecos debemos oponernos a tan evidentes y descaradas muestras de corrupción.
- 23 de julio, 2015
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