Honduras: A paso de ganadores
El Heraldo, Tegucigalpa
La democracia ha salido fortalecida con la deposición de Zelaya, la contitución de un gobierno de sucesión y de unidad, la convocatoria a las elecciones del 29 de noviembre y los resultados que serán respetados por todos, adentro y afuera, lo que permitirá el retorno a la normalidad en el país centroamericano, hasta junio un foco de desestabilización regional, como lo es la involución bolivariana para el sur.
Se impone la democracia en Honduras, sin dudas. El terror del zelayismo, apoyado por el proyecto expansionista bolivariano, se desvanece ante la sensatez de los hondureños. En el país todos están claros, lo que confirma la reacción de millones de hondureños que han apoyado el cambio a partir de entonces. Lamentablemente, la comunidad internacional todavía no está completamente convencida de la realidad de la situación, del ejercicio pleno y legítimo del derecho a su autodeterminación que como pueblo ha escogido el valiente pueblo de Honduras.
El 28 de junio fue el final de las arbitrariedades de Manuel Zelaya, un oligarca, explotador del campo y de campesinos por años, que habría cambiado su postura real por la interesada de socialista no democrático o involucionaria bolivariano. Sus pretensiones reeleccionistas o más bien, perpetuistas en el poder, habrían disgustado a todos en el país, como en Venezuela las de Hugo Chávez, el director de la comparsa que solo ha traído enfrentamientos en la región, desunión como nunca, también sin duda, gracias a los desaciertos bolivarianos.
Ese mismo día sucede en el poder al depuesto Zelaya, el presidente del Congreso de la República Roberto Micheletti. Esas son las normas y así se aplicaron, aunque los Chávez, Kirchners y Lulas, acompañados del Insulzo secretario general de la OEA y el hipócrita Moratinos, no quieran reconocerlo, por ahora. Una injerencia indebida y lamentable, un precedente peligroso que amenaza la democracia y sus valores y principios.
Las elecciones van y sus resultados serán recocidos y ello simplemente por cuanto es una decisión del pueblo hondureño, no de los militares, ni de Micheletti, ni de ninguna fuerza extraña. Es la soberanía popular la que se ha ejercido, tomaron una decisión trascendental. Ya Panamá y Estados Unidos, probablemente confundidos al inicio, como muchos que siguieron fielmente los dictámenes de los medios bolivarianos, Telesur entre otros, decidieron reconocer el proceso electoral y su resultado, claro, si ellos son transparentes y conforme a las normas, lo que parece indudable. El ente electoral es independiente e imparcial, como no lo es en Venezuela y en Nicaragua.
Vendrán los otros detrás porque no pueden desconocer la realidad y la decisión de los hondureños. Esa es la democracia, muy distinta a la que juegan algunas con sus políticas, Hugo Chávez; otros, como los Lulas y Kirchners con sus posturas poco democráticas que apoyan la desestabilización y la violencia en Honduras y la persecución y la represión en Venezuela. El silencio los delata. Jamás un grito de apoyo a los que persigue y encarcela el petrorrégimen de Caracas. La moral se ha perdido en nuestro espacio regional, como también en Europa y otras latitudes, en donde se aprieta las manos al rico terrorista, Gadafi, por Berlusconi y otros; o se apoya a pesar de su condición corrupta, a Kardzai, por el canciller francés Kourchner, y otros.
Las cosas se muestran difíciles para algunos. Chávez pierde el control sobre uno de los albistas. Muy grave. Un precedente muy importante, que detiene el avance del totalitarismo bolivariano. Brasil tendrá que enfrentar una situación igualmente complicada, tras haber perdido su credibilidad como país tradicionalmente apegado al derecho internacional. El destino de Zelaya está en manos de Lula y de su canciller Amorim, también de su asesor castrista García. Es probable que a pesar de haberlo declarado huésped, lo califique ahora de asilado diplomático, para pedir su salida de Honduras y darle la condición de refugiado político en el país, el mismo asilo que han pedido los demócratas venezolanos perseguidos por Chávez, acordado por la democracia peruana.
El nuevo gobierno de Honduras tendrá que considerar si otorga o no el salvoconducto que exigen las normas internacionales del asilo, según la Convención de Caracas de 1954 que regula la materia. Si Brasil no se retracta, si desconoce las elecciones, la permanencia de Zelaya como huésped o asilado en su Embajada corre el riesgo de prologarse indefinidamente. Un error garrafal de la diplomacia brasileña, más bien la diplomacia lulista que disminuye a la diplomacia de ese país, hoy con intenciones de constituirse en el nuevo gendarme de la región.
Pero la sensatez debe privar y todos deberán reconocer la decisión soberana de los hondureños de elegir un nuevo Gobierno. Zelaya no tiene ni ha tenido apoyo desde el 28 de junio, como para pensar distintamente. Estados Unidos y Panamá ahora, México, Perú y Chile después. Se sumarán otros centroamericanos, Nicaragua no todavía, menos la Venezuela de Chávez y la Argentina de los Kirchners. El insulzo secretario de la OEA jugará al ritmo que le toquen, para buscar la reelección, tal, como los bolivarianos que la impusieron o la tratan de imponer en la región, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia.
El país seguirá adelante, aunque las amenazas de los revolucionarios venidos de Nicaragua, alimentados desde Caracas, traten de desestabilizar, de crear focos de violencia, para impedir que los hondureños se expresen libremente y sigan adelante.
Sin duda, a paso de ganadores, la democracia obtiene un nuevo punto y es en Honduras, un país ignorado o desconocido por muchos hasta el pasado 28 de junio, cuando se liberó del expansionismo chavista.
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