Espionaje en la Ciudad de Buenos Aires
De verdad yo, un poco, me lo creí. Lo de que el PRO era un grupo de jóvenes estudiosos, eficientistas y aburridos que venía a limpiar y poner orden en la ciudad y que, como eran ricos, robarían menos que los otros.
Sabía que la cultura no era su fuerte, pero no tanto como han demostrado. Tanto no era/es su fuerte que al que se suponía número puesto en esa área, es decir el único culto, fue inmediatamente despedido cuando contestó en un reportaje que estaba a favor del casamiento gay. La Iglesia les solucionó el problema y les mandó un impresentable que había pasado por las huestes de Onganía. Tan impresentable que no llegó a asumir. Por suerte encontraron a Hernán Lombardi, un hombre de mejor relación con el siglo XXI, y que hasta ahora, visto el desinterés PRO por la cultura, se le permite alguna locurita.
Macri y los suyos se hubieran ahorrado ese primer papelón no dando crédito a un señor de antecedentes más que bizarros. Para bien o para mal el casamiento gay ya está y Mauricio no ha tenido más remedio que decir sí.
Lo que nunca imaginé es que ese conglomerado entre Cardenal Newman, Champagnat y otros píos y santos establecimientos educacionales de buen precio, que por primera vez se acercaba al poder, estuviera integrado por seres tan profundamente retorcidos. Desinteresados de los temas de la mujer, han quitado los anticonceptivos de los hospitales y reducido las becas de los alumnos de bajos recursos, por sólo nombrar algunas de sus medidas. Pero también son capaces de espiar a amigos y enemigos e incluso entre ellos, visto los odios profundos que los separan.
El reclamo porteño de tener una policía autónoma no lo inventó Macri, viene desde que se creó la Ciudad Autónoma. Macri ganó las elecciones prometiéndoles a los capitalinos que con él se acabaría la inseguridad. Pero todos sus reclamos se estrellaron contra la falta de voluntad de la Rosada, que nunca pudo digerir la derrota de Filmus. Aunque hoy se arrepientan, sobre todo los barrios de la zona sur, que le entregaron su voto al PRO.
En medio de esto la truchada de los espías, de cuarta convengamos, que husmeaban –cuentan ellos– en el patrimonio de Rodríguez Larreta y en las conversaciones de algunos legisladores o en la vida del director de La Nación. Qué es exactamente lo que buscaban estos espías, nadie lo sabe a ciencia cierta. Pero algún tipo de permiso debían de tener. Nadie deja arriba de su escritorio (vecino al del ministro Montenegro) una carpeta que lleva por nombre “Osvaldo” como Chamorro el comisario, íntimo del Fino, que lo reemplazó en la jefatura de la Metropolitana y en donde se guardan todas las operaciones realizadas. Operaciones de las que Néstor Kirchner estaba enterado antes que los PRO. A menos que cuente con el visto bueno de sus patrones. Algo debe haberse enterado el juez-galán, Norberto Oyarbide, a cargo de juzgar esta caricatura de John Le Carré que han logrado armar las autoridades de la Ciudad. Si bien la responsabilidad política cae sobre Mauricio, el matrimonio presidencial no es ajeno a este rocambolesco episodio. Su odio a Macri y a los porteños (que no los votan) obstaculizó la creación de una policía normal. Se puede decir que su manía vengativa les permitió a unos déspotas trasnochados que intentaran revivir en Buenos Aires la dictadura militar.
Lo que nunca imaginé, según las fotos que se han visto por televisión, es que la fuerza que imaginaron tuviera un aspecto tan tétrico. Llamarla Gestapo es un exceso, pero sus uniformes negros recuerdan más a la Guardia de Hierro rumana o a los oustachis croatas. Y ninguno de ellos se dedicaba a repartir pan dulce. Se ve que el negro es el color que PRO siente que le corresponde. De negro van los de la UCEP, esa task force que inventó el rugbier Piccardo que, a la manera de un general Bussi revisitado, salen por la noche (entre las 23 y las 3 de la mañana) a desalojar y golpear a los indigentes que no tienen casa y duermen en la calle. Tener pobres a la vista no es nada PRO.
Autoritarios y retrógrados como casi no quedan. El acanallado Partido Popular español, epítome de la corrupción ibérica, es una ONG freak al lado del PRO.
Así fue como la cúpula macrista (creo que hay mucho PRO que poco tiene que ver con estas prácticas) acabó enredada primero en una novelita de espionaje que, a medida que creció, fue tomando proporciones tipo Le Carré de país sumergido.
Todo empezó con el nombramiento del comisario Jorge “Fino” Palacios como jefe de la Policía Metropolitana y a pesar de la cerrada oposición de la colectividad judía que sabía que estaba imputado en el caso AMIA. Pero Macri dijo que para él era como alguien de la familia y que les confiaba a sus hijos. Su estadía fue breve pero jugosa. Logró colocar a algunos de sus buenos amigos, todos “cumpas” de algunas de las variopintas Sides con que cuenta nuestro país. Amigos que siguieron cumpliendo rigurosamente con sus solapadas tareas, aun cuando el Fino debió renunciar al ser formalmente imputado en la causa AMIA.
Lo increíble es que todo el macrifuncionariado se ha atrincherado en que no sabían que eran policías y mucho menos que espiaban. En realidad lo que no sabían es que no sólo espiaban enemigos, sino a ellos y a la disfuncional familia del gobernador de la Ciudad de Buenos Aires. El parapsicólogo Néstor Leonardo, de pelo rubio teñido largo, marido de Sandra Macri, la hermana de Mauricio, no sólo fue espiado sino baleado. Mari France Peña Luque, ex mujer de Mariano Macri (debe de haber nacido en un repollo de siliconas, tal la cantidad de cambios que hay en su cara), declaró en estos días que es un hábito de la familia el de las escuchas. Aunque ella está en un peleadísimo juicio con su ex por la tenencia de los chicos. Al firmar los papeles del divorcio nunca reparó en la letra chica. Cuando reclamó lo que le correspondía le mostraron lo que había firmado: la renuncia a todos los bienes que le correspondían y la tenencia de los hijos.
El abuelo de Mauricio, o sea el padre de Franco, fue en Italia el fundador del partido de “l’uomo qualunque” y esto les costó venirse a la Argentina. Así lo ha contado Franco Macri en un reportaje en La Nación. El “cualunquismo” es una ideología que surgió en Italia con la desaparición del fascismo. Era un partido del hombre medio, xenófobo, quería paz, trabajo y respeto por los valores familiares. Libertad de prensa y todo eso eran patrañas. El cualunquismo tuvo su equivalente en Francia con el “Señor Poujade” cuyo secretario vive aún y se hace oír. Se llama Jean Marie Le Pen.
Y para terminar: ¿alguien se preguntó alguna vez por qué no hay ningún funcionario judío en la Ciudad? Desde Onganía que no ocurría.
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