Una carrera a la pobreza y la discordia
Uno de los factores que desmiente por completo la muy divulgada fraternidad latinoamericana, a la vez que demuestra el verdadero carácter de muchos de los líderes del hemisferio, es la injustificada carrera armamentista en la que están involucrados varios países del continente.
La compra de armas por parte de gobiernos como los de Venezuela, Brasil, Chile, Bolivia y Ecuador no tienen como objetivo la defensa de una posible agresión extranjera, sino satisfacer de forma concreta las ambiciones de poder de sus gobernantes y la vanidad de militares que disfrutan los entorchados y paradas, donde puedan mostrar los juguetes mortales que tienen a su disposición. El peligro está en que después que estos equipos forman parte de los arsenales nacionales, la tentación a usarlos es tan grande, que se inventan enemigos tanto dentro del país, como en el exterior.
Otro gran comprador latinoamericano de armas es Colombia, pero de todos es conocido que ese país enfrenta una cruenta guerra contra narcoterroristas que argumentan sus depredaciones con proclamados principios políticos, o justificaciones de autodefensas ante las agresiones de otros grupos violentos. En la lucha contra la guerrilla y el narcotráfico, Bogotá gastó en equipamiento militar cerca de 6,600 millones de dólares, el más alto del hemisferio respecto al producto interno bruto.
Recientemente firmó con Washington, quien ha aportado al país desde el año 2000 unos 6.000 millones de dólares, un acuerdo para que Estados Unidos pueda usar siete bases militares, decisión que ha irritado en extremo a Hugo Chávez y sus asociados del Alba.
Los países de América del Sur que gastan miles de millones de dólares en grandes arsenales para defender fronteras, reservas minerales y petroleras, de vecinos que califican de hermanos practicando una hipocresía criminal que enturbia las relaciones entre los pueblos, aun después de desaparecer los lideres que provocan las crisis.
Pero es Brasil quien ocupa en la actualidad el lugar mas destacado en la adquisición de recursos bélicos. Recientemente compró armamento con la tecnología más avanzada para la construcción de un sistema defensivo que integraran al menos 36 aviones Rafael, 51 helicópteros y 5 submarinos uno de ellos nuclear. Muchas de estas armas se fabricaran en Brasil, gracias a la transferencia de tecnología proveniente de países mas avanzado como Francia, una de las exigencias de Brasilia, ya que la transferencia de tecnología le posibilita la mejora y desarrollo de nuevas armas.
Para justificar la compra de armas que según informaciones es de cerca de 20,000 millones dólares, Lula da Silva afirma que es para la protección de las riqueza naturales, en particular el petróleo, ya que según dice “hay que tener presente que el petróleo ha sido la causa de muchas guerras”, y que su país se prepara para la guerra no para generar conflictos, sino para evitarlos. “Nosotros no queremos guerra ni conflictos", insistió.
En el 2008 Brasil gastó en armas más de 15.500 millones de dólares, un porcentaje que lo iguala a Venezuela en relación al Producto Interno Bruto.
Por su parte el gobierno venezolano que preside Hugo Chávez no cesa su retórica de guerra. En el 2008 gastó unos 2000 millones de dólares en armas, lo que ha incrementado considerablemente el presupuesto militar desde que el fracasado golpista llegó al poder. Este año se calcula que Caracas va adquirir más de 4000 millones de dólares en diferentes equipos militares.
El presidente Chávez, consciente de la influencia que ejerce por las grandes riquezas petroleras de su país ha promovido con frecuencia una alianza militar con otras naciones del hemisferio. En el año 2000 propuso crear una Organización del Tratado del Atlántico Sur, con la posible inclusión de países africanos, citando que su país siempre ha defendido una integración plena de los países sudamericanos, en la cual no se puede dejar al margen la integración militar. En esa reunión dijo que la cooperación militar venezolano-brasileña podría servir como un núcleo para la nueva organización, ya que ambos países han cooperado en el aspecto militar en maniobras conjuntas en el Atlántico y el Amazonas.
Es incomprensible que Bolivia, que no tiene supuestamente ambiciones expansionistas y no le asisten hipótesis de conflictos posibles con sus vecinos se endeude con Rusia y China para adquirir equipos bélicos, que aparte del gasto directo, demandan un entrenamiento sofisticado y complejos centros de mantenimientos que exigen una alta preparación tecnológica de los operarios. La decisión de Bolivia de adquirir armas en China y Rusia ha generado grandes preocupaciones en Paraguay, país con el que sostuvo una guerra que ocasiónó más de 100,000 muertos en 1935.
El canciller boliviano David Choquehuanca, dijo que en ningún momento el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas de su país está orientado a agredir a sus vecinos, que las armas eran para combatir el terrorismo y la pobreza.
Los gobiernos democráticos de Chile tampoco son remisos en gastar fortunas en armas, unos 4,800 millones de dólares este año. Un negocio con Francia incluye el reemplazo de sus lanchas de desembarco. ¿Dónde las van a usar?. En el 2006 compró 118 tanques Leopard alemanes y aviones F-16 usados, y otros tantos aviones con tecnología avanzada en años anteriores.
El gobierno de Rafael Correa en Ecuador invertirá desde ahora hasta 2011, unos 580 millones de dólares en la adquisición de armamento, aviones de combate y transporte de tropas para proteger su frontera con Colombia. En el 2008 pagó en efectivo 280 millones de dólares por 24 aviones brasileños Supertucanos. Compró helicópteros en Rusia y recibió de regalo de Chávez seis aviones franceses tipo Mirage.
El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos con sede en Suecia afirma que presupuesto militar en América Latina se duplicó del 2003 al 2008, pasando de 24,700 millones a 47,200 el año pasado, pero el presidente del Perú, Alan García en un llamado a la Organización de Estados Americanos califico de absurdo la carrera por mas armas y dijo que si esto continua ocurriendo no tienen sentido ni la OEA, ni el bloque Mercosur ni la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Según el mandatario peruano, en los últimos cinco años, sólo en Sudamérica se han gastado unos 153.000 millones de dólares en mantener las Fuerzas Armadas y unos 23.000 millones de dólares en adquirir armas nuevas, mientras decenas de millones de niños desnutridos, e igual número de niños sin escuela perjudican el desarrollo del continente.
Por su parte el presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, denunció ante la Asamblea General de Naciones Unidas que los países de Latinoamérica gastan 60.000 millones de dólares anuales en armas para "combatir enemigos imaginarios", consumiendo preciados recursos que podrían destinarse a paliar las condiciones de pobreza en que viven todavía millones de sus habitantes.
Todo parece indicar que algunos gobernantes de América Latina tienen tanta necesidad ser hostiles que se ven a si mismos, y a sus fraternos del continente, como el enemigo deseado. Pero la realidad es que la carrera por las armas les conduce a la destrucción, con el agravante de que todos corremos el riesgo de tener el mismo final.
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