¿Habrá fumata blanca en Honduras?
Madrid. – El fin de semana impuso una necesaria pausa en el proceso negociador que podría poner fin a la crisis política que afecta a Honduras desde el 28 de junio pasado. Las dos delegaciones comenzaron a trabajar el 7 de octubre y desde entonces han logrado avances sustanciales, especialmente en los últimos días. Pese al plazo puesto por Zelaya para que las discusiones hubieran concluido el 15 de octubre, éstas han proseguido. Según los portavoces de ambas delegaciones, los acuerdos alcanzados supondrían el 95% de la agenda, aunque queda pendiente un tema sumamente conflictivo, en realidad el más delicado de todos, que es el retorno de Zelaya a la presidencia de la república. Se trata de un tema no menor para las dos partes, de cuya resolución depende la evolución futura del país y la propia convocatoria electoral.
Una vez más los acuerdos de San José han servido para sentar a las partes alrededor de una mesa, aunque la interpretación de los mismos es lo que establece las diferencias. La negociación, todavía inconclusa, podría terminar muy pronto. Sin embargo, desde su comienzo ha atravesado por distintas fases. Hubo un momento en que pareció que el fracaso era evidente, pero luego se produjo un gran impulso tras la retirada del sindicalista zelayista Juan Barahona de la mesa de diálogo, debido a su insistencia en reclamar la convocatoria de una asamblea constituyente para resolver el conflicto.
Durante el fin de semana circularon en Honduras rumores de todo tipo, unos que hablaban de un rápido y favorable desenlace de las negociaciones, el mismo lunes 18, y otros pronosticando el descarrilamiento del proceso y su fracaso total. Los sectores zelayistas son los más críticos ante su urgencia para lograr el regreso de Zelaya a la presidencia. Desde dentro y fuera del país llegaron mensajes en este sentido. Barahona, coordinador general del Frente Nacional contra el golpe de Estado de Honduras se mostró sumamente pesimista sobre la posibilidad de un acuerdo, ya que, en su opinión, el presidente de facto, Roberto Micheletti, carece de voluntad para ceder el poder.
Desde Bolivia, donde se celebró la VII Cumbre del ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América), la ministra de Exteriores de Zelaya, Patricia Rodas, aseguró que el diálogo había fracasado "definitivamente". Por el contrario, no es ésta la percepción de John Biehel, asesor para Honduras del secretario general de la OEA, muy optimista con los avances y confiado en alcanzar el lunes un acuerdo que acabe con la crisis.
El tiempo es un factor que obliga a las dos partes a llegar a un acuerdo. Las elecciones de fines de noviembre están a la vuelta de la esquina. A esto hay que sumar la clasificación de Honduras para participar en el próximo mundial de fútbol de Sudáfrica, que sirvió para distender buena parte de la tensión acumulada en el país en los últimos meses. Para Zelaya, cada día que pasa es un día menos como presidente y su poder potencial se va reduciendo y reduciendo, mientras permanece en la embajada de Brasil, con una casi nula capacidad de movimientos. Está claro que no es él quien tiene la iniciativa política en estos momentos.
Algo similar ocurre con Micheletti. Tras su aparente postura de fuerza se esconde una gran debilidad. Sus intentos de marear la perdiz con la discusión de si debe ser el Congreso o la Corte Suprema la que establezca la restitución de Zelaya no dejan de ser meros bizantinismos. Si Micheletti busca la normalidad institucional del país y el pleno reconocimiento por la comunidad internacional del próximo gobierno surgido de las urnas, tampoco tiene demasiado margen temporal para actuar.
Mientras esto ocurre en Honduras, de fuera llegan noticias menos tranquilizantes. En su momento, Zelaya convocó a la formación de un "ejército popular", luego devenido en guerrilla zelayista. Es probable que Lula y Hillary Clinton lo hayan hecho olvidarse rápidamente del tema. Pero la idea quedó flotando en el ambiente y otros la recogieron. Hay en Ocotal, Nicaragua, más de cien partidarios del presidente depuesto que reciben instrucción para integrar "milicias pacíficas". Pero esto ya no les es suficiente. Según Daniel Ortega, la resistencia zelayista estaría buscando un campo de entrenamiento en Guatemala, El Salvador o Nicaragua, y uno de sus miembros señaló que: "Chávez nos debía mandar los AK-47 para luchar… Sin armas no se puede hacer nada".
Simultáneamente Hugo Chávez ha vuelto a cargar las tintas contra Estados Unidos: "El gobierno de facto en Honduras tiene la complacencia y el apoyo del Pentágono de Estados Unidos y el presidente Barack Obama debería reconocer eso". Para él también el tiempo juega en contra y un acuerdo negociado de la crisis, que avale la convocatoria electoral y aleje sine die la posibilidad de una asamblea constituyente sería el reconocimiento de que su aventura hondureña ha llegado a su fin.
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