Latinoamérica, la crisis maquillada
En todos los idiomas se habla de crisis y Latinoamérica no es la excepción. La única salvedad es que en esta región del mundo siempre han existido millones de familias viviendo en extrema pobreza. Según un informe de la CEPAL, en Bolivia el monto del bono que otorga el gobierno a las madres que cumplen con los controles sanitarios a sus infantes asciende a 18 dólares.
Ese dato aislado encierra una realidad, la de las carencias materiales en que están sumergidas millones de familias latinoamericanas. Por ello los gobiernos han extendido sus paraguas de protección para mitigar los efectos de la hecatombe económica mundial.
Los estados han tenido que ajustarse el cinturón, fortalecer sus políticas sociales, superar los problemas colaterales originados por el desempleo, ampliando las coberturas de seguridad social para los hogares humildes. Se han destinado fondos para financiar subsidios que van desde seguros de desempleo hasta cubrir servicios básicos tales como el consumo de luz doméstica, gas, combustible y alimentos a quienes conforman grupos de riesgo.
Algunos gobiernos han optado por reducir el impuesto a la renta a los sectores más necesitados o han decidido aplicar medidas de tipo financiero, entre ellos el argentino, que para reforzar sus reservas proyectó un canje de moneda con el Banco Central de China por $10,000 millones de dólares. Brasil, para dar liquidez a sus importadores, consideró un swap con la Reserva Federal de Estados Unidos por $30,000 millones en reales y Colombia suspendió la subasta de compra directa de reservas internacionales por $20 millones.
Los gobiernos han rediseñado sus programas de protección social y acudido a millonarios planes de estímulo para impulsar sus economías e incrementar el consumo interno.
Algunas naciones han solicitado préstamos a organismos internacionales que habían sido satanizados, como el Banco Mundial. Pero según sostiene Joseph Stiglitz, muchos países en vías de desarrollo acaban de liberarse de sus deudas y no quieren volver a contraerlas. Necesitan subvenciones y no préstamos.
Ha llegado la hora de racionar el gasto público, para lo cual también se están usando métodos draconianos como en Brasil, donde se propuso recortar el presupuesto en varios sectores como Justicia, Deporte y Turismo. Otros han ido mas allá, como el mandatario venezolano Hugo Chávez, que ordenó recortar los denominados gastos superfluos, y postergar el cambio de vehículos o gastos de representación. Ecuador redujo drásticamente el presupuesto de PetroEcuador, que el año pasado fue de $4,884 millones y bajó a $3,000 millones.
El tema supera el lenguaje de las cifras y requiere una profunda reflexión, pues el 80 por ciento de los ingresos de las familias que se encuentran en la pobreza se invierten en alimentos y en Latinoamérica y el Caribe 53 millones de personas padecen desnutrición crónica según la FAO, además el 75% de los pobres vive en el ámbito rural, donde prevalece la población infantil.
Venezuela a través del ALBA solventa proyectos de seguridad alimentaria entre otros rubros básicos, pero ahora más que nunca, es vital abandonar las posiciones unilaterales y usar la política ante la crisis. Es tiempo de que Sudamérica esté unida y haga un bloque solidario que les permita apoyar a quienes menos tienen. Si no derriban sus diferencias, sus ciudadanos no conocerán el futuro.
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