La estrategia de Obama
Funcionarios estadounidenses han desdeñado desde hace tiempo advertencias de sectores conservadores de que el presidente venezolano Hugo Chávez representa una amenaza para Estados Unidos. Pero ahora que Chávez dice abiertamente que está trabajando en un programa nuclear conjunto con Irán, muchos se preguntan si la percepción estadounidense cambiará.
Le hice esta pregunta en una poco común entrevista al asesor de asuntos latinoamericanos del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, Dan Restrepo. El alto funcionario estuvo en Miami la semana pasada para participar en la Conferencia de las Américas organizada por The Miami Herald, el Banco Mundial y la Universidad Internacional de la Florida.
Antes de abordar el tema de la cooperación nuclear venezolana-iraní y la crisis de Honduras, le pregunté –en términos generales– si el gobierno del presidente Obama comparte la percepción tradicional de que Chávez es más un estorbo que una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos.
"Sí'', dijo Restrepo. "El presidente lo ha dicho. El no ve a Venezuela como un reto a la seguridad nacional de Estados Unidos. No hay una guerra fría. No hay una guerra caliente. Esos días han pasado. Tenemos que mirar a la actualidad, y ver cómo podemos trabajar constructivamente con los países que tienen interés en trabajar con nosotros. Quizás no son todos, pero la gran mayoría de los pueblos y los países de Latinoamérica tiene interés (en hacerlo)''.
Durante una reciente visita a Irán –la octava desde que asumió la presidencia–, Chávez dijo que está trabajando con Irán para crear una "Aldea nuclear'' en Venezuela, que según dijo, producirá energía nuclear con fines pacíficos. El fiscal general del distrito de Nueva York, Robert Morgenthau, afirmó días después que Irán estaría tratando de usar a Venezuela para «construir y almacenar'' armas de destrucción masiva.
¿Ustedes ven la cooperación nuclear entre Irán y Venezuela como una amenaza, o no?, le pregunté a Restrepo.
"Mira, nosotros esperamos que todos los países de las Américas respeten las reglas internacionales y su responsabilidad internacional con respecto a lo nuclear'', respondió Restrepo.
¿Hay peligro de que Latinoamérica se convierta en una zona de armas nucleares?, pregunté. El vicepresidente de Brasil Jose Alencar señaló recientemente que ese país, como potencia emergente, debería tener derecho a la posesión de armas nucleares. Los tratados regionales vigentes establecen que Latinoamérica es una zona libre de armas nucleares.
"Creo que fue un funcionario brasileño quien dijo eso, y que otros dijeron otras cosas'', respondió Restrepo. "Y la Constitución brasileña lo prohíbe. Pero, otra vez, la respuesta es la misma: nosotros pensamos que los países del mundo tienen que cumplir con sus responsabilidades bajo los marcos legales que existen sobre los temas nucleares''.
Cambiando de tema, le pregunté si el gobierno de Obama considera que la destitución del ex presidente hondureño Manuel Zelaya el 28 de junio fue un golpe de Estado. Algunos congresistas en Estados Unidos argumentan que Zelaya fue depuesto legalmente, con una orden de arresto emanada de la Corte Suprema, por haber violado la Constitución en su afán de reelegirse.
"El presidente de Estados Unidos ha sido muy claro en esto: fue un golpe'', respondió Restrepo. "Y como dijo el presidente (de Costa Rica) Oscar Arias, un golpe es un golpe, llámenlo como lo llamen… Lo que tenemos que hacer es seguir trabajando para superar este momento, reconociendo que hubo hechos que nos trajeron al 28 de junio, y que se tienen que solucionar esos problemas también''.
Mi opinión: el gobierno de Obama está siendo coherente con su promesa de campaña de evitar caer en las provocaciones de Chávez. Como me dijo en una oportunidad un colaborador de Obama: "La vida de Chávez se hace más complicada cuando nosotros no nos comportamos como un `gringo' tradicional''.
Y Obama espera que, evitando enfrentamientos públicos con Chávez, Estados Unidos ganará la buena voluntad de países moderados de Latinoamérica, y su apoyo para futuras iniciativas estadounidenses.
La estrategia de Obama de tratar de reconquistar la confianza de la región es buena, sobre todo después de ocho años de políticas unilaterales del gobierno de George W. Bush en Irak y otros países, que produjeron un antiamericanismo generalizado en Latinoamérica. Pero si Venezuela y sus países amigos siguen cercenando las libertades democráticas –tal como lo ha hecho Chávez al cerrar cadenas de televisión y radio independientes–, y desconociendo el resultado de las urnas en las últimas elecciones al despojar de su presupuesto al alcalde opositor de Caracas, Obama debería empezar a usar su capital político para exigir la defensa colectiva de la democracia en todos los países, y no sólo en Honduras.
Recuperar la confianza está muy bien, siempre que uno no se olvide para qué la está recuperando.
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