Un tratado de Paris a ritmo de salsa y rock
Si un resultado ha tenido la dictadura insular ha sido el de ocupar por décadas una posición destacada en las instancias internacionales y contar en consecuencia con un peso especifico muy superior al que en realidad le corresponde a un pequeño país con una economía fracasada y sin recurso naturales de excepción.
El ultimo show en La Habana, que bien podría ser el titulo de una película, no contó en esta ocasión con el actor mas importante que tiene Cuba, Fidel Castro; por eso, bien podría compararse el espectáculo con aquel inocente partido de ping pong que se jugó en la China de Mao Tse Tung durante el gobierno de Richard Nixon, y que no abrió China a los chinos, pero si a los inversionistas extranjeros.
Que China sea el país que más periodistas tiene en prisión, en el qué mas prisioneros políticos hay y donde mas personas se ejecutan sin un justo proceso, le quita el sueño a muy pocos gobiernos e instituciones, incluyendo los más importantes y democráticos del orbe.
En los últimos días Cuba retornó a ocupar las paginas de periódicos importantes y de muchos de los noticieros de radio y televisión más relevantes, por una propuesta de concierto que en realidad, y aun escrutándolo con microscopio electrónico, no tiene significado salvo que se iba a producir en La Habana y en el espacio que simboliza los cincuenta años del régimen totalitario.
La Plaza de la Revolución no es un lugar de chistes. Escenario de violencia y persecuciones. Los discursos más categóricos y las decisiones más severas de la dictadura se han hecho públicos en ese lugar. Se pudiera decir que es el altar mayor del castrismo, el santuario mas importante donde es de suponer se celebren los funerales de los hermanos, que con la ayuda de muchos, condujeron el país al despeñadero.
Este comentario no se origina en susurros al oído, ni es consecuencia de mensajes de la isla, como a algunos les gusta decir para sostener hipótesis, que en muchas ocasiones son productos de imaginaciones turbadas por cinco largas décadas de manipulación y sueños rotos por enemigos, aliados y por nosotros mismos.
En 1898, hubo un tratado entre Estados Unidos y España en el que los cubanos fueron ignorados por completo, en 1971 fue lo del tenis de mesa donde Taiwán pasó a ser poco menos que una nación paria después de haber sido miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y en 1973, fueron las conversaciones de Paris, las que hicieron posible, poco menos de dos años después, la unificación de Viet Nam bajo el poder comunista de Ho Chi Minh. Hay muchos más ejemplos pero lleguemos hasta aquí.
Hay quienes plantean que tanto La Habana como Washington están interesados en darle una nueva dimensión a las precarias relaciones que han sostenido por 50 años y que el concierto pudo haber sido el primer paso para una diplomacia que mezcle la salsa con el rock.
Señalan que si el Concierto por la Paz iba a ser en Honduras, por qué fue trasladado para La Habana, por qué Juanes trató el asunto con la secretaria de Estado, Hillary Clinton, si el espectáculo no estaba asociado a la política. Al cantautor colombiano tal vez le haya sucedido lo mismo que a los muchachos del ping pong que fueron a jugar a China, ignorando por completo lo que estaban cocinando Washington y Pekín.
Pero de todos modos es válido cuestionarse. Juanes había mostrado antes interés en lo que pasaba en Cuba. El tipo de gobierno que tiene y sus diferencias con Estados Unidos. Hubo un comentario suyo en La Habana que levanta suspicacia “este evento puede servir para que las relaciones entre Estados Unidos y Cuba mejoren”. No aludió al pueblo cubano ni a la situación que padece, sino a dos gobiernos antagónicos.
También hay quienes se preguntan como fue posible que en una sociedad cerrada como la de los Castro, Juanes y Miguel Bosse lograran que le fuera facilitado el escenario de mayor simbolismo en Cuba y que la sola mediación de otros dos interpretes de la isla, permitiera montar un espectáculos que demandó no solo los recursos económicos que se dice aportaron los cantantes extranjeros, sino la implementación de una compleja logística de traslado de equipos y recursos, más la tecnología para trasmitir libre al exterior la señal abierta de televisión, en un gobierno que cobra precios exorbitantes a los periodistas extranjeros para comunicar sus informaciones.
Es indiscutible que la administración del presidente Barack Obama ha tomado decisiones que favorecen una aproximación con el régimen cubano, y que La Habana hasta el momento ha ignorado los movimientos de Washington, por lo que es posible que primer recado de la dictadura pueda haber sido permitir un espectáculo que envié un mensaje de distensión.
Para estas actividades el gobierno de la isla crea fuerzas de tarea que son usadas tanto en cuanto no pongan en peligro la conservación del Poder. Estos equipos, como el que integraron el general Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia, junto a otros, actúan al margen de las leyes, pero con la connivencia de la jerarquía mayor, lo que permite a la Autoridad Central romper lanzas y dejar al pairo a sus agentes encubiertos, para que asuman la responsabilidad de sus actos si esto se hace necesario.
Estas unidades, digamos especiales, que funcionan con relativa autonomía, pueden llegar a considerarse como los verdaderos autores de los hechos y tomar decisiones que mientras sean útiles son aceptadas, pero que también pueden ser usadas como justificación para una eventual defenestración. Carlos Lage, Diocles Torrealba, y Carlos Aldana, por solo mencionar unos pocos de los muchos purgados del castrismo, pueden dar cuenta de este tipo de operación.
Quizás en esta ocasión el equipo del castrismo, lo que demuestra una baja en la calidad de las operaciones encubiertas pero también la creatividad del aparato represivo, Silvio Rodríguez y Amaury Pérez hayan sido seleccionados como los instrumentos de la dictadura para sugerir a la persona adecuada y en el tiempo indicado, producir un concierto por la Paz, en un país donde la mayor carencia es de Libertad.
Tal vez todo quede aquí, pero sin duda se abre una nueva interrogante sobre que es lo que quiere el gobierno de los hermanos Castro, porque con ellos no hay concierto de balde.
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