Buenas noticias
El País, Madrid
El mundo tuvo un buen verano. Claro que no fue tan bueno como para hacer desaparecer las desdichas que nos acosan. En Congo y Darfur continúan las atrocidades, la guerra en Afganistán se ha intensificado, y el desempleo en Europa y Estados Unidos es alto y está aumentando, por sólo citar unos pocos ejemplos de la larga lista de enfermedades que siguen afectando a la humanidad.
Pero, a pesar de todo esto, el verano fue bueno para el mundo. Para poner esto en contexto basta recordar los temas y expectativas que dominaban la conversación mundial hasta hace pocos meses. La crisis económica duraría años, y quizás una década, la gran recesión se transformaría en una depresión como la de los años treinta, o peor. El sistema financiero estaba herido de muerte y era sólo cuestión de meses que los bancos colapsaran. Los países más grandes y más pobres como China, India o Brasil no sólo no podían ayudar a paliar la crisis mundial, sino que se verían arrastrados por la debacle económica de EE UU y Europa.
Pero nada de esto pasó. De la misma manera que el mundo fue sorprendido por la crisis, ahora ha sido sorprendido por las noticias de la recuperación económica. Durante el verano las economías de Estados Unidos y de varios países europeos, incluyendo las de los más grandes (Alemania, Francia y Reino Unido) comenzaron a crecer de nuevo. Y en contra de todos los pronósticos, en China, India, Brasil, Polonia, Australia, Canadá y varias otras naciones, el impacto de la crisis fue mucho menor de lo esperado y su vitalidad económica contribuyó a la reactivación global. Además, un buen número de países menos desarrollados, como por ejemplo Chile, Perú, Ghana, Indonesia, o Turquía, supieron navegar por esta crisis mucho mejor que como lo habían hecho durante las crisis financieras de los años ochenta y noventa.
La economía mundial sigue muy débil y los pesimistas piensan que va a sufrir una recaída. Para millones de desempleados la recuperación es una abstracción o un chiste cruel. Esto se debe a que sabemos que las tasas de empleo suelen recuperarse más lentamente que la actividad económica. Además, en países como España el desempleo ha alcanzado niveles dramáticos. Pero el hecho incuestionable es que este verano nos enteramos que la enfermedad es menos grave y va a durar menos de lo que nos decían a comienzos del año. También nos decían que una grave amenaza era que para proteger los puestos de trabajo en sus industrias los gobiernos caerían en la tentación de imponer barreras a las importaciones provocando así una oleada proteccionista que profundizaría aun más la crisis mundial. O que habría masivas extradiciones forzadas de inmigrantes. Nada de esto ha ocurrido de manera significativa.
Pero éstas no fueron las únicas buenas nuevas que tuvimos durante este verano. También nos llegaron buenas noticias de Irán: el régimen de los ayatolás está fracturado y es menos solido y monolítico de lo que parecía. Ni siquiera el líder supremo, Alí Jamenei, ha salido incólume de las luchas por el poder que se están dando entre las distintas facciones del régimen. La mala noticia por supuesto sigue siendo que la facción de Jamenei y Mahmud Ahmadineyad tiene la ventaja y está aprovechándola para reprimir, encarcelar y hasta torturar a sus rivales, incluyendo a algunos que hasta hace poco formaban parte de la élite gubernamental y religiosa. Pero no hay que desdeñar el hecho de que ésta es la primera vez desde su ascenso al poder en 1989 que el régimen iraní muestra tal grado de fractura interna. Y hay que recordar que el ingrediente más potente en el proceso de resquebrajamiento y eventual caída que sufren los regímenes autoritarios es el faccionalismo y la lucha entre grupos rivales que están en la cima del poder. Quizás aún falte mucho tiempo para que el corrupto e ineficaz grupo que ahora manda en Irán sea reemplazado por otro que anteponga los intereses de todos los iraníes al enriquecimiento personal de sus líderes. Pero por lo que pudimos ver este verano quizás el fin de este terrible Gobierno esté más cerca de lo que jamás habíamos anticipado.
Y hubo más buenas noticias: el comienzo del retiro de las tropas estadounidenses de Irak, cosa que muchos decían que jamás ocurriría. O la pérdida de las elecciones del partido que gobernó Japón desde 1955, cosa que también muchos creían imposible. Claro está que el verano de 2009 no sólo nos trajo buenas noticias. Pero esa lista, la de las malas noticias, la conocemos demasiado bien y es la que se discute a diario. Lo que vale la pena rescatar es que, en términos relativos, en 2009 el mundo tuvo un buen verano. Y ésa es una gran noticia.
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