Por orden divina
Como si fuera un arma de una guerra proveída por un dios de un mundo sombrío, algunos narcotraficantes mexicanos dicen cumplir órdenes divinas al asesinar a sus adversarios locales y envenenar a sus grandes enemigos del norte, enviándoles cocaína, heroína y metanfetaminas.
Formándose en una religión que interpreta a su manera pasajes de la Biblia, han reclutado feligreses que, convencidos de esa misión, se ponen a los pies de su “señor”, rompiendo todas las reglas morales, familiares y sociales.
Una investigación de la Secretaría de Seguridad Pública y la Procuraduría General de México reveló que el cartel La Familia Michoacana es un grupo de narcotraficantes que ha creado un nuevo precepto moral. Al mando están cuatro individuos, reverenciados como líderes religiosos que justifican sus ejecuciones como “mandatos del señor”.
La Familia Michoacana ha desatado una de las ofensivas más grandes contra el Estado mexicano. Secuestró, torturó y mató a sangre fría a 12 policías federales que investigaban sus operaciones. Pero antes grabaron las escenas para que el mundo viera su poderío. Fueron los que comenzaron las decapitaciones, exhibiendo las cabezas en lugares públicos.
Contradictoriamente, La Familia surgió en Michoacán, basándose en principios elementales de ayudar a la comunidad de su estado no vendiendo drogas y eliminando a secuestradores y criminales como Los Zetas, grupo fue el brazo armado del cartel del Golfo y ahora opera al mejor postor.
La Familia ganó adeptos porque ayuda a hogares y comunidades más necesitadas. Algo parecido a lo que hizo Pablo Escobar en Medellín, Colombia, hace dos décadas.
Promueve entre sus fanáticos la cooperación ciudadana, la unión familiar, la “recuperación del tejido social mediante el bienestar moral, laboral y económico”, pero cortan cabezas, explotan carros, matan policías y exportan drogas hacia EE.UU. para “envenenar a esa sociedad enemiga”.
Grupos terroristas como las FARC de Colombia, de la misma manera tienen como estrategia producir y comercializar drogas ilegales que, además de permitirles financiar la guerra de guerrillas, sirven para contribuir a la batalla contra el que llaman ellos “el gestor del mal, EE.UU.”
El principio fundamental de la confundida doctrina de los narcotraficantes mexicanos es que la familia es la base de la sociedad y todo lo que ellos interpretan como perjudicial hay que desaparecerlo. Es una secta que convence a sus fanáticos de que “si la mano izquierda hace daño, hay que cortarla y si la mano derecha hace daño, también hay que cortarla”.
La Familia crece de una manera incontrolable y peligrosa en varias regiones mexicanas. El problema es que la verdadera base de su fe mentirosa no es obedecer el “mandato del señor”, sino la codicia. La corrupción es su alimento.
El autor es corresponsal internacional de Univisión.
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