Un proyecto de reforma sanitaria sin lógica
Durante las 48 horas de los días 15 y 16 de junio, el Presidente Obama perdió el debate de la reforma sanitaria. Primero, un escrito de la Oficina Presupuestaria del Congreso remitido al Senador Edward Kennedy concluía que el proyecto de reforma de su comité de salud sumaría 1 billón de dólares de deuda a lo largo de la próxima década. A continuación la Oficina Presupuestaria informaba de que el proyecto de ley restante en el Senado, el redactado por el Comité de Finanzas, añadiría 1,6 billones de dólares. La contradicción principal del Obamacare quedaba en evidencia de forma fatal: desde su primer discurso al Congreso, Obama viene insistiendo en la desesperada necesidad de reestructurar el sistema de salud porque el derroche está arruinando las arcas públicas y hundiendo la economía estadounidense — pero los planes de los Demócratas agravan el problema.
En consecuencia, los Demócratas han sacado a relucir diversas propuestas fiscales antiguas para cubrir el vacío. La idea de Obama de imponer límites a las desgravaciones por caridad y las deducciones por la compra de una vivienda quedó en agua de borrajas. Como el recargo adicional del impuesto sobre la renta a los millonarios que proponía la Cámara. Y Obama no se atreverá a meter mano al seguro médico sufragado por la empresa a causa de su promesa de campaña de no subir ningún impuesto a la clase media.
Momento para la desesperación. ¿Qué hacer? Dedicar dinero a diestro y siniestro a cada plan sanitario, y presentar tu artefacto deus ex machina: la prevención.
Mamografías gratis y pruebas de diagnóstico de la diabetes y chequeos gratis para todos, prometen los líderes Demócratas Nancy Pelosi y Steny Hoyer, firmando en el USA Today. La prevención, nos aseguran ellos, no sólo mejorará nuestra salud, también "ahorrará dinero".
Obama se sumaba a la tónica en su aparición pública el martes en New Hampshire, enarbolando la prevención como la sorprendente panacea de dos filos: "Salva vidas. También ahorra dinero".
Los partidarios de la reforma repiten esto igual que un mantra. Al parecer tan intuitivo, se ha convertido en la opinión generalizada. Pero como la mayoría de las opiniones generalizadas, está equivocada. A la hora de la verdad, la atención preventiva eleva la factura médica.
Esta verdad incómoda sale, una vez más, de la Oficina Presupuestaria del Congreso. En un escrito fechado el 7 de agosto y dirigido al Representante Nathan Deal, el director de la Oficina Presupuestaria Doug Elmendorf escribe: "Los expertos que han examinado los efectos de la atención preventiva han concluido en general que el gasto añadido derivado del uso a gran escala de los servicios de medicina preventiva tiende a superar el importe del ahorro derivado de las enfermedades prevenidas".
¿Cómo puede ser? Si se previene que alguien sufra un ataque cardíaco, ¿no se está ahorrando dinero por fuerza? El engaño en esto consiste en confundir al individuo con la sociedad. En el caso del individuo, diagnosticar tempranamente algo en general reduce el gasto posterior en que se incurre a causa de ese cuadro. Pero, explica Elmendorf, desconocemos con antelación qué pacientes son los que van a desarrollar enfermedades caras. Para evitar un caso, "normalmente es necesario proporcionar atención médica preventiva a muchos pacientes, la mayor parte de los cuales no llegará a desarrollar la enfermedad de todas formas". Y esto cuesta a la sociedad un dinero que de lo contrario no se habría gastado.
Piense en ello de esta manera. Asumamos que una prueba de diagnóstico de la enfermedad X por imagen cuesta 500 dólares y diagnosticarla de manera temprana evita gastar 10.000 dólares en el caro tratamiento de haberla diagnosticado en una etapa de desarrollo posterior. ¿Está usted ahorrando dinero? Bien, si una de cada 10 pruebas realizadas a los candidatos resulta positiva, la sociedad se está ahorrando 5.000 dólares. Pero si sólo uno de cada 10 desarrolla esa enfermedad, la sociedad está apoquinando 40.000 dólares más de lo que desembolsaría sin la atención preventiva.
Ese es un caso hipotético. ¿Cuál es la realidad cotidiana en los Estados Unidos hoy? Un estudio publicado en la revista especializada Circulation concluye que en el caso de la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, "si todas las actividades de prevención recomendadas fueran aplicadas con un éxito del 100 por ciento", la prevención costaría casi 10 veces la cantidad ahorrada, elevando la factura médica total del país un 162 por ciento. Elmendorf cita además el estudio concluyente del New England Journal of Medicine que revisó centenares de estudios acerca de la atención preventiva y concluyó que más del 80 por ciento de las medidas preventivas aumentaban el gasto médico.
Esto no significa que no deberíamos prevenir las enfermedades. Por supuesto que deberíamos. Pero en la medicina, como en la vida cotidiana, nadie regala nada. La idea de que la prevención es de alguna forma económicamente distinta intrínsecamente del tratamiento — que el tratamiento eleva el gasto y la prevención lo reduce — es una sonora sandez.
La prevención es algo maravilloso, pero en conjunto cuesta dinero a la sociedad. Eso no tiene nada de malo. Esa es la premisa entera de la medicina: tratar un ataque cardíaco o inmovilizar una pierna rota también pasa factura a la sociedad. Pero lo hacemos porque alivia el sufrimiento humano. Evitar un ataque cardíaco mediante inhibidores del colesterol o un cáncer de mama mediante mamografías es caro. Pero lo hacemos porque reduce el sufrimiento humano.
Sin embargo, la prevención no es la forma más barata de curar, en contra de lo que se sostiene ampliamente. No es la panacea del gasto sanitario.
Va usted a escuchar diversas versiones de esa afirmación centenares de veces durante el próximo debate de la sanidad. En cuanto las escuche, recuerde: es una tontería — demostrable empíricamente y con el aval de la Oficina Presupuestaria del Congreso.
© 2009, The Washington Post Writers Group
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