Libros de autoayuda, ¿mito o realidad?

En estos tiempos hay una enorme cantidad de mensajes que tratan de convencerte que el éxito y la felicidad consisten en vivir en una residencial de nombres que evocan los Jardines Colgantes de Babilonia. O poseer una tarjeta de crédito para que tengas lo que quieras en este momento, porque mañana quién sabe. O sacar una maestría en una universidad de quinta categoría.

Pero bueno, tener una casa cara, una tarjeta de crédito (si tienes con qué pagarla), o un título universitario, vaya y pase. Pero lo más asombroso en ciertos textos de publicidad es tratar de persuadir a la gente, sobre todo a la más jóvenes, que el colmo del bienestar y la alegría es hablar y mandar mensajitos por celular.

De manera que como hay un enorme segmento de la población, aquí y en todo el mundo, que cree que el éxito y la felicidad es vestir con ropa de marca, manejar un buen auto y tener un "blackberry", hay millares de personas que se sienten frustrados, fracasados, excluidos y no pocos endeudados por empeñarse en conseguir los productos señalados.

Y entonces aquí es donde aparecen los libros de autoayuda. La mayoría de estos aseguran tener secretos para alcanzar la riqueza material, la felicidad y hasta una familia feliz de manera rápida y fácil. Es asombrosa la cantidad de millonarias ventas que alcanzan estos libros. Lo cierto es que son los autores de estos materiales los que se han hecho millonarios.

Pero ¿es que todos los libros de autoayuda son una farsa? No lo creo. Sobre el tema de la autoayuda y la superación personal hay autores serios que han ayudado ha cambiar la vida de muchos en el mundo. Uno de ellos es sin lugar a dudas Stephen Covey, autor del clásico "Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva".

A diferencia de otros autores que se enfocan en cambios superficiales en el comportamiento (la ética de la personalidad), Covey se enfoca en lo que él mismo llama la ética de carácter. No es lo mismo un recetario sobre cómo vestir, sonreír, estrechar la mano, mirar, gesticular y hablar que formarse una serie de principios y valores inamovibles, sobre los cuales tomamos las decisiones pequeñas y grandes de nuestras vidas.

Los libros de Covey, los cuales he estudiado bastante en los últimos años, no son un recetario de tips de fácil aplicación, sino más bien una filosofía de vivir que parte del hecho de hacerse cargo de uno mismo. Lo que somos es producto de las elecciones y las decisiones que hemos tomado a lo largo de nuestras vidas. De modo que lo que somos no es culpa ni de nuestros padres, ni de nuestras condiciones socioeconómicas, ni de las injustas estructuras sociales y cosas externas a nosotros mismos.

Hay circunstancias, insiste Covey, que no podemos programar o decidir. Por ejemplo que haya un desastre natural o una epidemia, que haya una crisis económica mundial o que el presidente de Nicaragua decida hacer un fraude electoral. Pero lo que nosotros sí podemos elegir es nuestra reacción ante hechos como esos. Ante cada estímulo nosotros damos una respuesta. El estímulo no es nuestra responsabilidad, pero la respuesta si.

El tiempo que nos tomemos para escoger la mejor respuesta y la acción más adecuada ante los hechos que no podemos controlar, es lo que Covey llama proactividad. En vez de reaccionar alocadamente ante ataques o quedarse paralizados ante situaciones angustiosas, siempre tenemos la opción de dar la mejor respuesta y tomar la iniciativa de nuestras vidas. Nadie puede decidir por nosotros. Cada uno es responsable de elaborar el guión de su propia vida.

Claro la proactividad es viable en sociedades libres y no en sociedades aprisionadas en donde es el comandante en jefe quien decide el futuro de cada ciudadano. En esas sociedades sólo hay tres opciones: o se acepta ser un pieza de la gris maquinaria, o se huye o se lucha para acabar con esa triste realidad.

El autor es columnista de El Diario de Hoy.