Divergencia real
Lo que comenzó como una gotera pronto se convirtió en una inundación. Primero, algunos pocos intrépidos inversionistas compraron pequeñas cantidades de bonos brasileños y acciones peruanas. Tenían miedo de estar comprando demasiado pronto, pero los rendimientos prometidos fueron más fuertes. Otros inversionistas pronto siguieron sus ejemplos, comprando bonos y acciones en esos mercados, y en Chile y Colombia. En poco tiempo la oleada de compras hizo que el índice del mercado de acciones de Argentina subiera un 79% entre marzo y junio.
Los inversionistas locales compraron porque tenían que hacerlo. Todos los meses las administradoras de fondos para el retiro toman su tajada del sueldo de los empleados y deben invertirla en alguna parte. Pero además estos inversionistas sabían que las instituciones financieras en sus propios países no habían caído en los mismos arrebatos de ambición que sus poco reguladas contrapartes en Estados Unidos. Entendían también que los mercados locales habían sido castigados por pecados cometidos a miles de kilómetros de distancia. Humillados, se levantaron del suelo, se desempolvaron y aprovecharon la oportunidad que otros inversionistas más nerviosos les estaban ofreciendo.
El mercado se recuperó con fuerza, y al contrario de oportunidades anteriores, con fundamentos. Algunos describían la situación como si hordas de maniacodepresivos volvieran a los mercados -con sus chequeras desenfudadas- listos para comprar en aquellos mercados en los que justamente habían huido hace pocos meses. No obstante, hasta ahora los inversionistas han podido distinguir la calidad de la basura, y también, distinguir cuáles países están encabezando la recuperación y cuáles simplemente están siendo empujados por la corriente. Por ejemplo, los precios de las acciones brasileñas que cotizan en el mercado de Nueva York son una prueba de que los inversionistas están siendo selectivos. Las acciones de Vale han subido un 71% desde marzo, mientras que Petrobras lo ha hecho un 75% y Aracruz, un 230%. Los inversionistas han recuperado su confianza en estas empresas y también han entendido que las pérdidas de Aracruz por derivados de moneda fueron aberraciones. Además, las alzas han sido en proporción con las bajas experimentadas entre julio y noviembre de 2008, de 80%, 80% y 94%, respectivamente. Las compras han devuelto los precios a sus rangos normales, en línea con los futuros prospectos de cada empresa.
Cuando uno mira las monedas de la región, queda más en evidencia lo selectivo de los inversionistas. El peso colombiano subió 21% entre marzo y junio mientras que el real avanzó un 20%. En cambio, el peso argentino perdió un 7,6% de su valor.
En los peores días de la crisis, los países de la región no sabían cuánto de sus reservas usar para evitar que sus economías cayeran en una recesión severa. Ahora enfrentan un problema distinto: cuánto permitir que sus monedas se fortalezcan.
El real brasileño ahora es la moneda de referencia de la región. En los centros financieros de Europa y Asia hay expertos estudiando la economía brasileña. Incluso hay contrataciones -y despidos- dependiendo de lo acertado de sus predicciones de la economía brasileña. Se pueden obtener enormes ganancias al predecir de forma correcta las próximas maniobras del banco central de ese país y los anuncios de las principales empresas brasileñas.
Brasil está dejando que su moneda se fortalezca. Cuando alcanzó la barrera sicológica de los dos reales por dólar, el banco central trató de impedir que subiera más. No lo logró. Dentro de una semana ya había subido a 1,92 por dólar.
¿Qué deben hacer los otros países? Chile y Perú estarían tratando que sus monedas se mantengan estables, en vez de que se fortalezcan, mientras que Colombia ha dejado que su peso suba. En cambio, Argentina está dejando que su moneda pierda valor. Estas políticas divergentes crearán oportunidades y algunos de sus efectos pueden ser preocupantes. Un efecto evidente es que los brasileños y colombianos podrán ir de vacaciones a Argentina. Otro efecto podría ser que las empresas brasileñas aprovechen la fuerza de su moneda para comprar empresas peruanas. Los peruanos ya estaban acostumbrados que los chilenos compraran sus empresas. Ahora puede ser que vean subastas abiertas por sus empresas en que brasileños, chilenos y colombianos sean oferentes. Los argentinos ya están acostumbrados a que los extranjeros compren sus estancias, viñedos, casas y empresas. Si las monedas se siguen divergiendo, podemos ver una nueva ola de compras, pero esta vez de empresas en otros países.
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