Reactivación, a la italiana
El ministro de Economía de Italia, Giulio Tremonti, acaba de desplegar un nuevo “paquete” de medidas anticrisis con el que apunta a la reactivación de la economía italiana, fundamentalmente dirigido -esta vez- a fortalecer y dinamizar al sector privado. Por sus características, vale la pena analizarlo -sintética y someramente- en cada uno de sus distintos componentes, que fueran anunciados simultáneamente; esto es, en conjunto.
• Fomento de la reinversión de utilidades. Las sociedades comerciales podrán obtener la desgravación de hasta el 50% de sus utilidades, si las destinan específicamente a adquirir bienes de capital o maquinaria industrial que sean amortizables, o a obtener nuevas tecnologías. El incentivo (i) queda sujeto al compromiso de no despedir empleados, y (ii) se revoca si el beneficiario transfiere el activo respectivo a un tercero antes del segundo ejercicio contado desde el de su adquisición.
• Asistencia financiera especial para todos aquellos que convengan expresamente en no despedir a sus trabajadores. En el primer trimestre del año en curso, Italia perdió unos 204.000 puestos de trabajo. Con esto se procura interrumpir la tendencia a la destrucción de fuentes de trabajo. Para aquellos trabajadores que, por su parte, decidan renunciar a una empresa y pasar enseguida a trabajar por cuenta propia, se dispone una ayuda financiera especial.
• Fuerte reducción en el precio de la energía consumida, generada a través de rebajas en el costo del gas metano y de reducción de las tarifas de transporte de gas para los grandes consumidores. Se apunta así a generar descuentos del orden del 20%. A través de la flexibilización del mercado del gas, se procurará, además, disminuir el costo del flujo para los consumidores familiares.
• Estabilización de un impuesto que se aplica a las tenencias de oro y metales preciosos de las empresas.
• Se incentiva la refinanciación de pasivos financieros, poniendo para ello un techo a los gastos y comisiones bancarios que correspondan.
• Pagos acelerados de los créditos de las empresas proveedoras del Estado que, en Italia, como en nuestro país, suelen frecuentemente quedar expuestos a gravosos atrasos, con los sobrecostos consiguientes, para todos. La idea es que el plazo de pago previsto no exceda de los 30 días. Para esto se destina un financiamiento especial y se impone una penalidad por eventuales atrasos, haciéndose al funcionario a cargo del tema responsable por los atrasos que se produzcan.
• Se ha previsto disponer además un nuevo “blanqueo” de fondos que no han sido declarados fiscalmente y que se encuentren en el exterior. Esto no ha sucedido aún. Será el tercero. Se trata de un nuevo capítulo de los denominados “escudos fiscales”. En los dos anteriores “blanqueos”, la tasa a pagar por el mismo era del 2%. Ahora ella aumentará sensiblemente hasta alcanzar un nivel que se estima estará ubicado entre el 5% y el 8% del importe que en cada caso sea “blanqueado”. Esta vez se ha previsto expresamente que los capitales que son “blanqueados” ingresen efectivamente a Italia.
Nada demasiado nuevo bajo el sol, según queda visto. Pero la intención del gobierno de Italia de dinamizar al sector privado parece clara. Italia confía en que es precisamente a través de él que el Estado, en su rol anticíclico, logra generar mayores y más sostenidas tasas de crecimiento. Por eso apuesta al sector privado.
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