Irán, ¿sólo el fin del primer paso?
28 de junio, 2009
28 de junio, 2009
Irán, ¿sólo el fin del primer paso?
El movimiento de protesta contra el fraude electoral en Irán no culminará en una «revolución verde» como las que, con colores distintos, dieron la puntilla a otras tiranías en el antiguo imperio soviético. Sobre ese punto coinciden casi todos los analistas que han seguido sobre el terreno los acontecimientos de las dos últimas semanas. A falta de una cabeza visible, con el candidato Musavi sin decidirse a asumir abiertamente el liderazgo de una rebelión contra el establishment al que ha pertenecido hasta anteayer y con el ayatolá Rafsanyani jugando un discreto segundo plano, a pesar de la detención de algunos de sus parientes, las protestas se han ido desvaneciendo a medida que la ocupación de la calle por la policía y las fuerzas paramilitares se ha ido haciendo más agobiante.
El consenso es menor sobre lo que puede ocurrir a partir de ahora. Se manejan dos escenarios. Los pesimistas evocan el recuerdo de Tiannamen. Hace ahora veinte años, las protestas estudiantiles fueron violentamente reprimidas en China y avivaron la lucha por el poder en la cúpula del partido comunista, que se resolvió a favor de los inmovilistas. Las protestas internacionales y las tímidas amenazas de las potencias occidentales se desvanecieron como pompas de jabón frente a la posibilidad de hacer negocios con la que era ya una de las mayores economías emergentes del mundo. Más de una semana ha tardado Obama en expresar una condena abierta contra la represión en Irán. Pero en el largo plazo, el objetivo estratégico de su realpolitik sigue siendo el mismo de antes de las elecciones del 12 de junio: restablecer la confianza con las autoridades de Irán, evitar cualquier sensación de intromisión en los asuntos internos e ir avanzando hacia una solución negociada de las ambiciones nucleares iraníes, entre otros objetivos. Al menos por ahora.
Los optimistas prefieren invocar el recuerdo del Irán de 1979. Las protestas se originaron de forma similar pero tardaron más de un año en cuajar antes de que encontraran suficientes apoyos en las esferas del poder, sobre todo militar, para acabar con el régimen del sha. Sin llegar a ese extremo (nadie piensa en un colapso total del régimen islámico), un buen número de observadores opina que el poder sale tocado de esta crisis y que las cosas ya nunca serán como antes. Entre ellos, el columnista Roger Cohen, que también publica algunas de sus crónicas en este periódico. Asegura el periodista, que ha pasado en Irán muchas semanas en el último año, que nos encontramos sólo ante la primera fase de la rebelión y que «la volatilidad desencadenada» por el fraude electoral se prolongará durante el próximo año.
Y cita hasta cinco razones por las que el poder sale debilitado de los acontecimientos: el desprestigio del puesto de Líder Supremo, clave de arco de todo el sistema; el fin del pacto tácito que mantenía el régimen con la sociedad; la fractura provocada por el poder que acumula la facción nacionalista y fundamentalista de Ahmadinejad; la ineficacia, a partir de ahora, de la retórica internacional del presidente, que apela a la justicia y la ética; y la pérdida definitiva, para la revolución islámica, de toda una generación.
Los hay que van más allá, como Reuel Marc Gerecht, antiguo especialista de la CIA para asuntos de Oriente Medio. Afirma éste que estamos asistiendo no sólo a una lucha por el poder en la cúspide del régimen, «sino al colapso de la versión islámica del autogobierno político». La virtualidad del régimen iraní es la de haber intentado hacer compatible una teocracia con ciertos grados de democracia. La crisis desatada el 12 de junio pondría punto final a esa ensoñación. En Irán se habría demostrado, en contra de la filosofía de Jomeini, que el islam no dispone «de todas las respuestas» para gobernar un estado moderno. Igual se está yendo demasiado lejos. Hace poco más de un lustro, el movimiento estudiantil parecía imparable. Pero se fue Jatamí, y no hubo nada.
De retirada en Irak
En apenas dos días, el próximo martes, culminará la salida de las tropas americanas de las ciudades iraquíes, tal como está previsto en el plan de retirada progresiva acordado el año pasado por la administración Bush con el gobierno de Bagdad. Lo confirmó hace unos días el general Ray Odierno, comandante de las tropas de Estados Unidos en el país, quien precisó que sólo quedarán algunos soldados en la capital y en la ciudad norteña de Mogul. Sorprende (aunque no tanto) la asimetría informativa con la que se está tratando esta noticia en relación con la de aquel aumento de tropas que, hoy, ha hecho posible esta retirada..
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