El «Presidente de la democracia»: pues va a ser que no
Por Jeff Jacoby
La elección planteada por las protestas democráticas en Irán no podría ser más clara. Por una parte, un brutal régimen teocrático que encarcela y tortura a sus críticos nacionales y es un letal patrocinador del terrorismo en el extranjero, que proclama abiertamente su aversión a Estados Unidos y que ha asesinado a muchos americanos para demostrarlo, que apenas oculta su ambición de amasar un arsenal nuclear, que anhela abiertamente la aniquilación de Israel y que durante 30 años ha perseguido una yihad islamista ambiciosa. Por la otra parte, hay cantidades ingentes de iraníes que piden a gritos el final de las atrocidades de su gobierno.
¿A qué parte debería respaldar América, a la sangrienta tiranía o a quienes se oponen a ella? Para la mayor parte de los estadounidenses la pregunta ciertamente se responde sola, lo cual es el motivo de que ambas cámaras del Congreso hayan votado de manera unánime la semana pasada a favor de condenar al gobierno iraní y sustentar el apoyo de los manifestantes a los derechos humanos, las libertades civiles y el estado de derecho.
De manera que, ¿por qué fue la respuesta del Presidente Obama inicialmente comedida y ambivalente? ¿Por qué estaba más interesado en proteger "el diálogo" con los dictatoriales gobernantes de Irán que en brindar apoyo moral a sus aspirantes a la libertad? ¿Por qué esperó hasta ayer para manifestar que los estadounidenses están "escandalizados y decepcionados" por la represión violenta en Irán y "condenar firmemente" los violentos ataques contra disidentes pacíficos?
Una respuesta desconcertante a esa pregunta aparece en el nuevo número de Commentary, en donde el académico de la Universidad Johns Hopkins Joshua Muravchik aísla el rasgo más notable de la política exterior de la joven administración Obama: "su indiferencia a los asuntos relativos a los derechos humanos y la democracia."
En un ensayo titulado "El abandono de la democracia," Muravchik (autor, recientemente, de Los próximos Padres Fundadores: Voces de la democracia en Oriente Medio), observa que cada presidente desde Jimmy Carter ha hecho del avance de la democracia y los derechos humanos uno de los objetivos de su política exterior. Ahora, escribe, "esta tradición se ha visto interrumpida por la administración Obama."
La ruptura fue insinuada en el transcurso de una reunión pre-investidura con el Washington Post, durante la cual el presidente entrante defendió la tesis de que "la libertad de la ambición y la libertad del miedo" son más urgentes que la democracia, y que "de cuando en cuando unas elecciones pueden simplemente salir por la culata" si la corrupción no se corrige primero.
Muravchik señala que cuando Obama concedió a Al-Arabiya, un canal de televisión en árabe vía satélite, su primera entrevista televisada como presidente, se centró en las relaciones norteamericanas con Oriente Medio y el mundo musulmán, pero "por ninguna parte habló de democracia o derechos humanos."
En febrero, Obama viajó hasta Camp Lejeune, N.C., para anunciar su calendario de retirada de las tropas estadounidenses de Irak. Su estrategia, dijo, apostaba por "el objetivo claro y factible" de "un Irak que es soberano, estable e independiente." Pero aparte de una referencia de pasada a las extremadamente positivas elecciones iraníes que habían tenido lugar unas cuantas semanas antes, de nuevo no tuvo nada que decir de la democracia.
Muravchik no es el único en haber observado las reservas de Obama en la materia. En su editorial acerca de las elecciones iraquíes, que tildaba de "triunfo político," The Washington Post celebraba el progreso de Irak "camino de convertirse en la democracia árabe moderada que la administración Bush venía esperando desde hace tiempo."
Irónicamente, observaba, el mayor beneficiario de esas elecciones "podría ser el Presidente Obama, que ha sido escéptico tanto con el progreso en Irak como con el valor de las elecciones en estados inestables." Bush habría celebrado los comicios por todo lo alto como prueba adicional del avance político y democrático del país. Pero Obama simplemente reconocía que las elecciones facilitaban la retirada de "una cantidad importante" de efectivos estadounidenses.
Hacia abril, el antiguo corresponsal del New York Times Joel Brinkley explicaba "Cómo se convirtió en un taco la palabra ´democracia´"dentro de la nueva administración. Desde que juraran el cargo más de 10 semanas atrás, escribía, "ni en el Presidente Obama ni la Secretario de Estado Hillary Rodham Clinton han pronunciado siquiera la palabra democracia en un sentido relacionado con la promoción de la democracia."
De las 30 circulares difundidas por la Oficina de Democracia, Derechos Humanos y Empleo del Departamento de Estado, "ninguna… ha hablado de promoción de la democracia. Democracia es, se conoce, una palabra prohibida en el vocabulario público de la administración Obama."
Los regímenes autoritarios, naturalmente, han recibido el nuevo enfoque con los brazos abiertos. Según Associated Press, el embajador egipcio en Estados Unidos expresaba su satisfacción "porque los vínculos estén camino de estrecharse y porque Washington ha abandonado las condiciones para mejorar relaciones, incluyendo las exigencias en materia de derechos humanos, democracia y libertades generales y libertad religiosa".
Además, al mismo tiempo que el gabinete Obama ha restado importancia a los esfuerzos de democracia y derechos humanos en Oriente Medio, ha estado haciendo lo propio hacia China, Rusia y hasta Sudán. "Obama parece creer que la democracia está sobrevalorada, o por lo menos sobreestimada," escribe Muravchik.
Obama parece verse a sí mismo como el anti-Bush, indiferente a la democracia porque su predecesor ponía mucho énfasis en ella. Pero para millones de seres humanos oprimidos, él es el líder del mundo libre — un estandarte de las libertades democráticas que ansían.
En las calles de Irán hace poco, muchos manifestantes llevaron pancartas que rezaban "¿Dónde está mi voto?" Hay límites a lo que puede hacer el Presidente estadounidense por los asediados demócratas de Irán. Pero, ¿es demasiado pedir que se tome seriamente la cuestión?
Jeff Jacoby es columnista de The Boston Globe y The New York Times.
Fuente: The Boston Globe
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