Lula, el pescador
El río está revuelto, sigue revuelto, y cualquier discurso sirve para salir a pescar. Lula, de Brasil, y Kirchner (la señora), de Argentina, hicieron poner de pie a las tribunas en la reunión de la OIT.
Otra vez son época de echarle la culpa al otro, de identificar a los responsables de nuestros problemas, de volver a “las venas abiertas“, todo lo que despierta el aplauso y produce ganancias fáciles que afianzan el mando y el poder total en los propios feudos.
El brasileño arremetió contra los “los paraísos fiscales”, los especuladores, y clamó por un nuevo orden económico. La argentina reclamó más regulación, más Estado, más contralor.
Lula habló de paraísos fiscales y bancos internacionales y metió todo en la misma bolsa. Como si el mercado de capitales, al que los gobiernos brasileños —léase Itamaratí y las FFAA— recurren cuantas veces se les antoja y les conviene, fuera conformado por lavadores de dinero y evasores.
Hablo de quiénes “compran y venden papeles sin producir”. ¿Se referiría a quienes compran bonos de Brasil, hoy uno de los países emergentes más atractivos? Es de pensar que los recursos que genera la colocación de esos papeles, Brasil los destina a la producción y a crear fuentes de trabajo.
O quizás hablaba de las compras de Hugo Chávez a Kirchner: esos bonos que rápidamente revendía haciendo una suculenta diferencia. En ese tipo de operaciones, ¿dónde está el paraíso fiscal, en Caracas o en Buenos Aires?
Cristina Kirchner fue más franca. Quiere controlar todo y que nadie pueda manejar sus cosas. Es lo que hace su gobierno: controla hasta los índices de precios, producción y empleo.
Por esa razón es que en Argentina no hay inflación, el PBI crece sin límites y no hay desocupados. Es más, han ido más lejos: no pagan “los papeles” esos que menciona Lula —salvo los de Chávez— y los ajustan de acuerdo con el índice que el Gobierno controla.
También ella, como Lula, persigue los paraísos fiscales. Cómo va admitir, por ejemplo, que los productores rurales, cansados de que el Gobierno les quite la mitad del fruto de su trabajo, vendan sus campos y “ coloquen “ lo obtenido fuera del alcance de los Kirchner.
No quiere, por supuesto, que los argentinos se aseguren el futuro, y la vejez, afuera; pretenden que sigan depositando en las instituciones de Previsión, de cuyos fondos e inversiones recientemente se apropió el gobierno de los Kirchner.
Si esa gente se va, de dónde sacan dinero para pagar sus campañas electorales y sus “piqueteros”, que deben ser esos “trabajadores bien remunerados y bien calificados“ a que aludió la presidenta en la OIT.
Además del aplauso, lo que Lula y su colega probablemente buscan es que la gente no tenga pasaporte. Que no puedan salir y entrar, sin su previa autorización, como ya ocurre en algunos lados.
Lula habló de un nuevo orden económico. ¿Cuál? Como el que ha puesto en marcha con Chávez, el gran estatizador, pero que no se mete con las empresas brasileñas.
Un nuevo orden donde Brasil fije los precios de los productos, como lo ha hecho y lo hace con el gas boliviano y la energía eléctrica paraguaya. En ese modelo que propone Lula, su país seguirá “quitándole” inversores al pequeño Uruguay, ofreciendo cualquier tipo de “atractivos” al potencial inversor, pero, eso sí, acusando a su vecino de ser un paraíso fiscal.
Dicen que en la OIT los 183 delegados presentes aplaudieron a Lula. No es de extrañar, hay una gran confusión; el río, como se dijo, está muy revuelto, y eso favorece a ciertos pescadores.
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