Cuba y la OEA
El gobierno de Chile, durante el mandato de Jorge Alessandri, se opuso y votó en contra de la exclusión de Cuba del sistema interamericano, acordado por la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1962. No era razonable tomar una medida tan radical cuando aún el gobierno revolucionario no hacía expresas su naturaleza, vocación y voluntad totalitaria.
No creo que sea necesario hacer el recuento de los grandes capítulos de la dictadura castrista, ni su actividad militar revolucionaria en nuestro continente y en África. Resulta evidente que la militancia del gobierno de Cuba en la estrategia de dominación mundial de la Unión Soviética fue absolutamente incompatible con su pertenencia al sistema interamericano. Si la isla caribeña se transformó en una plataforma para el lanzamiento de armas nucleares soviéticas, a pocos kilómetros de nuestro continente, nadie podía negar su desprecio por el destino y la existencia de las democracias americanas.
Concedamos que las contingencias de la Guerra Fría deben quedar en la memoria y no ejercer causalidades en el presente. Y que la anulación de la resolución de la OEA tiene esa virtud. Bien, pero no podemos "mirar para el lado" y simular que el gobierno de Cuba no vulnera "hoy día" gravemente los derechos humanos y preside un régimen dictatorial, cuya jefatura se transmite por vía familiar.
La resolución de la OEA no hace al régimen cubano una democracia, ni lo exime de sus crímenes, ni mejorará la miserable vida de los cubanos.
La OEA es una organización mediocre y debilona, el hazmerreír de los Castros y los Chávez, porque carece de identidad y de coherencia consigo misma. Todos se han olvidado que después de la tercera ola democratizadora del mundo, los organismos internacionales y regionales adoptaron con grandes esperanzas y optimismo la cláusula democrática. Solamente la Unión Europea se ha tomado en serio esa doctrina, que es muy sencilla y eficaz cuando se la lleva adelante con rigor y sin claudicaciones: la membresía a esta comunidad de naciones está absolutamente condicionada al cumplimiento de altos estándares de democracia representativa. Y punto. La OEA hizo suya la cláusula democrática, y si ahora no tiene el valor y la consistencia de aplicarla en el proceso de readmisión de Cuba al sistema interamericano, cometerá un acto grave contra la justicia internacional de los pueblos democráticos.
Pero hay más. Nuestro gobierno alega que la política internacional del país es una facultad exclusiva, secreta y cuasi absoluta de la Presidencia de la República, inmune al escrutinio y al debate público. Esta tesis, soberanista y antidemocrática, se practica coreando a la vez el principio constitucional de la transparencia. Es un hecho que solamente una inframinoría conoce la posición del gobierno en relación con la inclusión de Cuba en el sistema interamericano Y también que nadie, ni el mismo gobierno, podría explicarnos cómo concilia la aplicación de la cláusula democrática con la admisión de Cuba, dado su actual estado de dominación y servidumbre ciudadana, en una comunidad civilizada de países democráticos.
Yo espero que en el proceso de readmisión, abierto por la nueva resolución, las democracias vergonzantes y sin identidad sean capaces de resistir el embate de aventureros audaces y potentes como Chávez, y se apliquen las debidas condiciones para abrir las puertas del sistema interamericano a una Cuba verdaderamente democrática.
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