El fantasma de Pablo Escobar
El 2 de diciembre de 1993 fue abatido a bala el capo más famoso del planeta en su momento, Pablo Escobar. Su guerra contra toda una sociedad logró unir a sus enemigos con las autoridades para darle de baja en un tejado de la ciudad de Medellín. La debilidad de Escobar era su familia y por estar hablando por teléfono con ellos fue rastreado. Luego de su muerte el mundo se cerró para su esposa y sus dos hijos. Finalmente con otras identidades lograron rehacer sus vidas en Buenos Aires, Argentina, de la manera más discreta y con el menor ruido posible.
Pasan cosas cuando esta semana aparece otro Pablo Escobar, que realmente se llama Rodríguez, diciendo en los medios que él también es hijo de Pablo Escobar y, cuando se le pregunta por la prueba, dice que fue un cotejo que se hizo en la exhumación del cadáver de Pablo y que su tío, Roberto, alias el Osito, puede dar fe de la relación que tuvo su madre en Centroamérica con el jefe máximo del cartel de Medellín. El caos que arma esta declaración lleva la discusión a un escenario aún más surrealista, y es que este nuevo Pablo Escobar lo que quiere es salvar al mundo, porque con su tío Roberto tiene la vacuna que resuelve el problema del sida en el planeta. El hermano de Pablo da declaraciones desde hace semanas, diciendo que efectivamente ese es su sobrino, quien a la vez se presenta como músico y anuncia que su compañero de trabajo es Michael Corleone, hijo de Griselda Blanco, más conocida como la Reina de la Coca. Sé que les suena a ficción lo que leen, pero pasó esta semana así como les cuento.
Pablo Escobar junior va a salvar al mundo. Todo cambia cuando decide romper su silencio el verdadero Juan Pablo Escobar desde Buenos Aires y contar que, según él, este farsante lleva tiempo chantajeándolo y amenazándolo con divulgar dónde viven él y su familia, para que sus enemigos los maten. Llegaron a un punto las presiones, que la denuncia reposa ante las respectivas autoridades. Según el hijo verdadero lo que hay detrás de todo esto es una confabulación de su tío para sacar dinero del uso indebido de las historias de la vida del jefe de la mafia, a lo que él no ha querido hacerle el juego.
Pasan cosas cuando aparecen también sus hermanas y una dice que se trata de un loco y la otra lo reta a que se haga una prueba ante un juez. Pero quedó en el aire el tema del HIV. Pues también aparece un médico a dar fe del milagroso descubrimiento, con casos que ya ha tratado a nivel experimental. No se entiende cómo teniendo algo tan valioso no lo han patentado, desarrollado con un laboratorio, compartido con los científicos y la academia. La respuesta es que don Roberto, según el médico, no confía en entregar la fórmula a menos que él la lleve a los Estados Unidos y esté seguro de que no se la van a robar. Para eso habría que darle una visa.
Como si la anterior novela no fuera suficiente, un grupo de narcotraficantes, hoy dentro de la legalidad después de haber pagado sus cuentas con la justicia en los Estados Unidos, confirman que en los años 90 efectivamente manejaron y apoyaron el Proyecto Angel, con micos del Amazonas, y tuvieron la desaparición del virus en una paciente infectada. Todo se frustra cuando los meten a la cárcel y, según ellos, no tenían mucho futuro ya que en Medellín los hospitales, las universidades, los laboratorios y el comité de ética sabían que ellos eran narcos y nadie se atrevía a meterse en el cuento. Aparentemente el médico que trabajó la fórmula está preso de por vida en una cárcel de Cuba, en donde cayó con varios kilos de droga.
Pasan cosas cuando ante la tragedia del mundo médico que es el sida aparece esta novela, con protagonistas de carne y hueso, que a su vez dentro de la mayor irresponsabilidad crean expectativas de vida sobre algo que científicamente no se ha probado, por razones poco creíbles. Ahora, ya que tienen ejemplos concretos de éxito, ojalá lo pudieran probar los que saben y no revolver en medio de este fuego cruzado de mentiras y verdades a medias un tema tan delicado de salud pública. Dieciséis años después de cerrar una de las páginas más dolorosas de la historia reciente de Colombia aparece este espectáculo bastante circense, en donde Michael Corleone dice que Pablo Escobar Jr. es un farsante, y la pelea por nombres de no grata recordación se convierte en un festín mediático. Si usted llama al nuevo Pablo Escobar Jr., en su mensaje de teléfono dice que si usted no le representa un negocio que le produzca dinero, no deje un mensaje, destruya el número telefónico y no se le ocurra volver a llamar. Es como si de verdad existiera el fantasma real de Pablo Escobar.
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