Los tiranos con el apoyo de Estados unidos
La V Cumbre de las Américas en la que Obama se amigó con sus peores detractores puede ser el comienzo del fin de la libertad en América Latina. Estados Unidos está abrazando con una sonrisa a Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega.
¿Es Barack Obama el incauto más grande que llegó a la presidencia, o es un Stalin de buenos modales que esconde su avenencia con el totalitarismo? ¿Es alguien que inconscientemente nos va a llevar a la guerra por no saber distinguir a los buenos de los malos, o está conscientemente a favor de los malos en vez de los buenos?
Si consideramos la ingenuidad como origen del dilema, Obama y los suyos tienen un concepto de la realidad completamente al revés de lo que son las cosas. Sus convicciones políticas izquierdistas sobrepasan la lógica y el sentido común. No saben distinguir entre un criminal y un policía. Entre honestidad y corrupción. Entre legalidad y legitimidad. Entre democracia y autocracia. Su igualitarismo los hace ver a todos sin diferencias.
El error que está cometiendo Barack Obama al confiar en los autócratas, es el mismo que cometió Isaac Rabin al estrecharle la mano a Yasser Arafat. Israel se encuentra hoy en condiciones políticas más adversas que cuando sabía identificar claramente a sus enemigos, los tenía a raya, no se sentaba a tomar café con ellos, y no hablaba de paz por territorios, sino de paz por paz. Al aceptar la falsa legitimidad de los tiranos, Estados Unidos está sellando el fin de las democracias representativas latinoamericanas, y está debilitándose internacionalmente. Análogamente, Rabin buscando el apaciguamiento, legitimó el terrorismo anti-israelí que se convirtió en antisemitismo globalizado.
Desde el más benevolente ángulo de reflexión, podríamos decir que Barack Obama y sus asesores se encuentran en el jardín de infantes de la política. Sus enemigos, a quienes quieren considerar amigos, sabrán sacar buena tajada de semejante equivocación, tal como sucede con los palestinos, que por haberlos borrado de la lista de delincuentes políticos, aparentan ser los buenos de la película.
Si por otro lado, observamos al gobierno de Obama con el seño fruncido, nos encontraremos frente a duchos sinvergüenzas de tendencia marxista, carentes de principios, fabricando una estratagema cargada de mentiras, para imponer un sistema colectivista en los Estados Unidos que apoyará a los comunismos emergentes en Latinoamérica. Lamentablemente éste es el escenario más realista, semejante al dibujado por Jimmy Carter cuando era presidente.
Carter era ingenuo y estúpido –perdón la redundancia, pues en política ambos términos son sinónimos– y aparentaba ser un buen tipo de agradable sonrisa, pero siempre fue un perverso extremista de la peor estirpe, que apoyó a Daniel Ortega en su primer gobierno, ocasionando la muerte de miles de nicaragüenses. Pero no actuó solo, tampoco Obama. Detrás de ellos hay decenas de asesores con grandes títulos y la misma mentalidad. Obama es considerado inteligente, y sabe lo qué está haciendo, hecho que certifica que es un fanático convencido de las bondades del socialismo.
Las contradicciones de Obama son pasmosas. Al concluir la histórica reunión, en su conferencia de prensa respondió a un periodista que le preguntó por qué apoyó el embargo a Cuba en 2004 y hoy lo levanta, que ese asunto sucedió hace eones. Pues da la casualidad que hace eones que Cuba es una dictadura y no cambió en nada por más que Raúl Castro sea el nuevo mandamás. Que el hermano de Fidel sea su heredero político, reafirma el hecho de que es una tiranía monárquica que contraviene todos los principios democráticos resguardados por los Estados Unidos.
Dijo que con Hugo Chávez tiene diferencias económicas y de política exterior (su absolutismo lo tiene sin cuidado); que una nación con una economía que es 600 veces menor que la de Estados Unidos no es un peligro para su país. El militar venezolano debe estar celebrando la candidez del norteamericano. No tardará mucho en probar su fortaleza, posiblemente emplazando misiles rusos de largo alcance.
Acerca de Evo Morales remarcó que aprecia el hecho de ver al primer presidente indígena. El título de “primer presidente indígena” que se adjudicó cínicamente Morales para absorber la atención internacional y crear una fuerza de apoyo interno sustentada en el racismo, es una farsa bien vendida. Evo Morales es mestizo, de lo contrario su apellido no sería español, y mestizos fueron la mayoría de los presidentes bolivianos. A Obama tampoco le importa que su homólogo se haya declarado marxista-leninista y que pretenda afincarse como gobernante vitalicio.
Para concluir su exposición, dijo que él confía en las Naciones Unidas, la corrupta organización que cayó en las manos de los peores déspotas. Con estas declaraciones y acciones, los pueblos libres de Latinoamérica se encuentran totalmente desprotegidos, vulnerables al autoritarismo y terrorismo de estado, sin tener a quién recurrir.
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