Una Cumbre sobre Cuba y para conocer el terreno
Santiago – La Quinta Cumbre de las Américas a celebrarse en Trinidad y Tobago convocará, como de costumbre, a todos los líderes democráticamente electos del continente. Pero a diferencia de años anteriores, cuando la agenda también incluía discusiones relevantes en cuestiones de libre comercio y consolidación democrática, los dos grandes temas de esta cumbre no estarán presentes en la agenda formal de temas a discutir.
Como ya ha sido ampliamente comentado, y como el propio gobierno de Estados Unidos se encargó de reconocer informalmente al anunciar medidas para facilitar los viajes y envíos de remesas que los cubano americanos realizan a sus familiares en la isla, el tema de Cuba se convertirá en el principal asunto a discutir en los pasillos—aunque probablemente no en los discursos oficiales.
La ausencia de Cuba de estas cumbres refleja tanto la compleja herencia de la guerra fría como los difíciles desafíos del futuro para la integración regional y las prioridades de consolidación democrática que todos los países miembros dicen tener. El aislamiento de Cuba promovido por Washington respondió mucho más a su cercanía con el mundo soviético que a la condición autoritaria de su gobierno. Después de todo, Estados Unidos no tuvo problemas en mantener relaciones cordiales y de cooperación con dictaduras de derecha en América latina. De ahí que el fin de la guerra fría y los nuevos vientos de cooperación que soplan en Washington en la administración Obama lleven a muchos a pensar que es momento de dejar atrás la lógica de la guerra fría y aceptar a Cuba como miembro de la comunidad de naciones del continente.
Pero la aceptación de una dictadura en la comunidad de naciones democráticas presenta un problema a futuro. Después de la dolorosa experiencia de dictaduras en la región, América Latina—salvo Cuba—posee gobiernos electos en forma democrática. SI bien varios países experimentan problemas de consolidación democrática y la calidad de la democracia ha empeorado en algunas naciones, la llamada cláusula democrática de la OEA es una prioridad y un objetivo que vale la pena mantener. La aceptación incondicional de Cuba en la comunidad de naciones del hemisferio debilitaría la cláusula democrática y establecería un inconveniente precedente de irrespeto por los valores esenciales de la democracia. Cuba fue la única castigada en un periodo cuando varios otros gobiernos dictatoriales también merecían serlo. Pero de poco ayuda a la democracia abrir los brazos a un gobierno que se niega a avanzar decididamente hacia una transición democrática.
El gobierno de Obama parece entender muy bien el difícil desafío de avanzar hacia la normalización de relaciones con Cuba y a la vez insistir en la necesidad de que Cuba debe iniciar reformas y aperturas que lleven al país hacia una pronta y clara transición a la democracia. Mientras Cuba no mueva pieza, parece difícil que la justificada retórica a favor de dejar atrás el doloroso legado de la guerra fría pueda devenir en acciones concretas para integrar a Cuba a la comunidad de naciones del continente. Después que el gobierno de Obama anunció su movida de pieza en este complicado ajedrez, el turno es del gobierno autoritario cubano. Mientras Cuba no mueva pieza, difícilmente la cumbre de presidentes en Trinidad y Tobago podrá tomar decisiones significativas para terminar con el aislamiento de Cuba en este foro hemisférico.
El segundo tema clave en la cumbre será más bien simbólico, pero altamente importante. El presidente Obama, cuya popularidad en América latina es evidente, tendrá la oportunidad de dejar su primera impresión entre los líderes de la región. Aunque hay claras señales de buena voluntad, resulta difícil imaginar que—dados todos los problemas económicos que enfrenta Obama en su país y los conflictos militares en Irak y Afganistán—la nueva administración estadounidense vea a América Latina como una zona prioritaria en el mundo. Cuando más,el gobierno estadounidense dará prioridad a los temas de inmigración, drogas y crimen asociado con el narcotráfico y las pandillas. Pero esto será más por preocupaciones internas de Estados Unidos que por tomar en cuenta las prioridades de la región. La compleja situación económica dificultará, al menos durante 2009, el avance en temas de integración económica y libre comercio.
Por eso que, más que avanzar en propuestas concretas, esta cumbre será una excelente oportunidad para reconocer terreno y evaluar qué tanto interés tiene Obama en los temas de la agenda regional. Como púgiles que se preparan para una pelea de box, esta cumbre tiene mucho más el sabor de la jornada previa cuando los boxeadores reconocen el cuadrilátero y se realiza la toma oficial del peso de los boxeadores. En esta jornada no habrá golpes ni abrazos, derrotados ni victoriosos. Todos los líderes latinoamericanos, aliados y adversarios históricos de Estados Unidos, amigos y enemigos del gobierno anterior de Washington, estarán más bien interesados en medir la fuerza, los intereses, las prioridades y las intenciones del nuevo gobierno estadounidense.
- 23 de julio, 2015
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