Cultura no rima con ministerio
12 de abril, 2009
12 de abril, 2009
Cultura no rima con ministerio
ABC
De la última crisis, el cambio que menos entiendo es el de Cultura. Teniendo la mejor excusa para suprimir ese ministerio -el ahorro-, Zapatero no la ha aprovechado y, encima, sustituyó a un titular de amplio vuelo, poeta, novelista, ensayista, por alguien circunscrito al mundo del cine, dando pábulo a la sospecha de que quiere pagar su deuda con los cineastas, que vienen haciéndole la mitad de sus campañas electorales. Ningún timbre de gloria para él ni para ellos. Aunque peor es lo apuntado: la permanencia del Ministerio de Cultura, que nunca debió existir. Cultura y ministerio se rechazan mutuamente. Cultura es creación, invención, osadía. Ministerio, reglamentación, ordenación, sometimiento.
Cuando se creó esa cartera (nunca mejor usada la palabreja), se nos dijo que era para dar a la cultura estatuto oficial. Pero la cultura necesita estatuto oficial como quienes la hacen necesitan un tumor en el cerebro. La oficialidad convierte automáticamente al artista en cortesano, y aunque tenemos una larga tradición de artistas-cortesanos, ya no se llevan, al menos en democracia. A los regímenes totalitarios y no tan totalitarios, en cambio, les encanta adornarse con las plumas artísticas, convertidas muy pronto en artificiales. «Del brazo -escribe Sebastián Haffner-, políticos y literatos forman una pareja trágico-cómica. Los literatos mucho más que los políticos. Los escritores en la política parecen cisnes en tierra.»
Aunque no les falten razones, si bien son muy prosaicas. La primera, el ganarse la vida, algo nada fácil en esa profesión. El artista, escritor o cineasta, lleva una existencia insegura, amenazada y no remunerada como merece. Durante años invierte sus esfuerzos en una labor ardua, solitaria, dolorosa. ¿Con qué resultado? Riqueza, sólo en caso excepcional. Influencia, menos que cualquier gacetillero. Reconocimiento, con suerte, en las próximas generaciones. Así que debe contentarse con que familiares y amigos alaben su genio.
A remediarlo llegan el Ministerio de Cultura y sus réplicas en autonomías y ayuntamientos, con sus premios, subvenciones, becas y encargos, que hacen la vida del artista más llevadera. A cambio, eso sí, de la «corrección política» de su obra, que nace así castrada, incluso sin proponérselo su creador, que, para ser auténtico, ha de ser todo menos correcto. Para correctos ya hay bastantes funcionarios, aunque no todos ellos sean correctos. Pero esa es otra cuestión.
En cualquier caso, el Ministerio de Cultura es una fábrica de mediocridades. Resulta tan revelador como significativo que los cineastas españoles que realmente han triunfado son los que trabajan fuera de España. Cuando trabajan dentro, se quedan confinados a los temas, los papeles y las situaciones de siempre. Con uno de ellos en el Ministerio de Cultura podemos esperar más subvenciones, pero no mejor cine. Más películas españolas y más salas vacías. Pero lo importante es ganar las próximas elecciones, ¿no? Y la campaña parece haber empezado ya.
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