La crisis de crédito ahora atrapa a los intérpretes
Por años, la intérprete Yu Ching concluía muchas llamadas diciendo, "Felicitaciones, su solicitud ha sido aceptada", mientras ayudaba a compañías de tarjetas de crédito y prestamistas hipotecarios en Estados Unidos a captar una porción cada vez mayor de la población que habla mandarín en ese país.
Pero una mañana reciente, la intérprete no tuvo la última palabra. "Me está mandando al vacío", gritó una mujer, después de que Ching le informara que el banco había decidido no permitirle que venda su casa por menos del valor de la hipoteca, con lo que habría evitado una ejecución hipotecaria.
Durante tiempos de auge económico, Ching y sus colegas ayudaron a compañías a extender préstamos, hipotecas y crédito barato a las comunidades latinoamericanas y asiáticas inmigrantes que se expanden en EE.UU. Ahora, a medida que muchos de esos préstamos han entrado en mora, los intérpretes están más ocupados que nunca ayudando a los mismos bancos a tratar de cobrar su dinero.
"Tienes que tener un corazón de hierro", dice Ching, una oriunda de Taiwán que trabaja en una oficina en California. Su compañía, Language Line Services, emplea a 5.500 intérpretes, muchos de los cuales trabajan desde casa.
Con el cambio en el mensaje de los intérpretes, también ha cambiado su trabajo. Mientras que antes mayormente sólo repetían un libreto de ventas, ahora deben actuar de mediadores en lo que suele ser una negociación intercultural sensible. Estos profesionales dicen que con frecuencia los inmigrantes al otro lado de la línea sienten una conexión con el intérprete, y le imploran que les consigan más tiempo, una menor tasa de interés, o incluso les piden ayuda para encontrar trabajo.
Otros le hacen confidencias al traductor. Ching dice que a veces escucha cosas como, "le voy a contar, pero por favor no se lo diga a la compañía…" Con amabilidad, Ching corta ese tipo de conversaciones.
Lo único que les está permitido hacer a los intérpretes es traducir palabra por palabra. A veces eso incluye insultos. "¿Sabe dónde se puede meter la casa…?", le dijo un exasperado propietario a la intérprete de español Yolanda Almader hace poco.
"Les pedimos a nuestros intérpretes que interpreten todo" lo que dicen los clientes, señala Craig Wandke, gerente de operaciones de intérpretes de Language Line. "Pero las groserías son la única excepción".
A algunos intérpretes les cuesta asumir su nuevo papel debido a la afinidad con sus compatriotas. "Uno de los objetivos de un inmigrante que llega a este país es… comprar una casa", dice Lucía Peláez, una intérprete de español oriunda de Perú, que trabaja desde su hogar en Texas. "Es imposible no sentir pena por la gente cuando escuchas ciertas cosas por teléfono".
Hasta hace un año, muchos prestamistas no preguntaban por los ingresos, no verificaban la información laboral ni comprobaban el historial de crédito de los clientes, dicen los intérpretes. Y si lo hacían, la percepción de las potenciales consecuencias financieras a veces se perdían en el proceso de la traducción.
Algunas personas que no hablan inglés "no entienden la terminología", dice Almader, quien se mudó de México a EE.UU. hace décadas. "Les parecía muy, muy bueno cuando obtenían los préstamos". Pero los intérpretes no pueden mezclar sus sentimientos en la conversación ni ofrecer explicaciones.
Uno de cada cinco residentes de EE.UU. habla en casa un idioma que no es el inglés. La industria de los servicios lingüísticos generó US$14.000 millones en ganancias en ese país el año pasado, según la Asociación Estadounidense de Traductores.
Para Language Line, que también trabaja con hospitales y municipios, la recesión ha sido beneficiosa. "Estamos haciendo más llamadas para hacer cobranzas y anunciar ejecuciones hipotecarias", dice Louis Provenzano, presidente de la compañía. "La gente se está metiendo en más problemas". Sus ingresos aumentaron 15% el año pasado, a más de US$200 millones, y la demanda por servicios de parte de instituciones financieras ha aumentado 25%, dice.
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