Guatemala: ProReforma e ideólogos
Un amigo, con quien a pesar de la amistad no compartimos ideas, me dijo: Si estás involucrado en ProReforma, te apuesto a que hay gato. Lo reté: ¡a ver si lo encuentras! Por supuesto que no lo hay y lo demuestra el hecho de que hemos publicado extensivamente los detalles de la enmienda constitucional propuesta. Lástima que no apostamos.
Se dan críticas lógicas y constructivas, pero lástima que aún se dan críticas ideológicas, emotivas y hasta insultativas, evidencia de inmadurez intelectual que se exhibe cuando no se critican los conceptos, sino a las personas. Tipifican y encasillan a las personas, cuyas ideas no merecen su aprobación; aplican epítetos y adjetivos despectivos y juzgan la validez del argumento, según de quien procede.
Desde el punto de vista del ciudadano, la disyuntiva presentada por proReforma se puede reducir a la pregunta: ¿desea usted seguir bajo un sistema de gobierno que se mete en todo lo que es suyo, mío o de todos, en el supuesto de que su función principal es conciliar intereses y no proteger derechos con los resultados que están a la vista? O prefiere un gobierno que haga respetar (por parte de otros ciudadanos, así como del mismo gobierno) aquellos derechos fundamentales e iguales, personales, como el derecho a la vida, a la propiedad legítimamente adquirida, a la privacidad y a las obligaciones contractuales libremente consentidas; es decir, un gobierno que con sus leyes, reglamentos y ejecución, reglamente la protección de los principios de conducta compatibles con vida en sociedad. Esa diferencia de funciones del Gobierno es la disyuntiva.
A algunos comentaristas se les escapa la esencia del proyecto. Por ejemplo, afirman que se trata de establecer privilegios cuando es todo lo contrario. En vez de la inocua declaración: “Se prohíben los monopolios”, el proyecto de ProReforma lee: “En ningún caso … emitirán ley o decretos arbitrarios o discriminatorios, en los que explícita o implícitamente se concedan privilegios que no puedan disfrutar todas las personas que tengan la oportunidad de hacerlo”.
Además, para lograr mayor idoneidad e independizar a futuros magistrados de intereses políticos o económicos, se propone modificar la forma como las comisiones postulan candidatos y cómo se escogen entre los calificados. También propone que sus cargos sean vitalicios (con causales de destitución), para que no estén sujetos a reelección que influya en su conducta.
Se propone dos cámaras. La Cámara de Diputados, que manejaría el gobierno y el presupuesto, y un Senado, que se ocuparía de establecer las normas generales, como son los códigos civil, mercantil, penal, y otros asignados específicamente. Estaría integrado por 45 senadores, por períodos de 15 años, electos cuando cumplen 50 años de edad por sus coetáneos, también de 50 años, y saliendo cuando cumplan 65. El objetivo es que sus electores conozcan mejor a quién eligen por haber vivido durante la misma época. Cada año entrarían tres de 50 años y saldrían tres de 65. No discrimina a nadie, pues todos los ciudadanos tendrán igual derecho a elegir y ser electos, bajo las mismas reglas.
La propuesta no será perfecta ni del gusto de todos. La disyuntiva es si es mejor que el sistema que tenemos o si preferimos seguir con más de lo mismo, con los resultados que nos agobian.
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