Sacerdote, ante todo

El Expreso de Guayaquil

De vez en cuando es necesario escribir sobre lo espiritual, tomando en cuenta que nuestra vida material es insignificante en el tiempo, comparada con la vida después de la muerte. Por ello es importante hacer el bien durante la existencia terrenal para facilitar el camino a la eternidad, pero no todos sobresalen por sus buenas acciones.

Una persona que sí se ha destacado por dedicar más de 20 años de su vida al necesitado es el padre Federico Gagliardo, párroco de Los Ceibos. Este sacerdote, multifacético, hay pocos como él, tiene el nivel de energía de un joven. Como en toda actividad, en el sacerdocio hay los que cumplen su trabajo sin complicarse la vida y los que no se conforman con lo mínimo, buscan lo máximo, ir más allá del deber cumplido. En la segunda categoría se encuentra el padre Gagliardo. Él pertenece a la categoría del inolvidable padre Villegas, con su extraordinaria labor en el Cristo del Consuelo o el padre Gómez, en la ciudadela Ferroviaria.

El padre Federico se da tiempo para todo, desde manejar asuntos cotidianos de párroco hasta duplicar el tamaño de la iglesia y construir el edificio parroquial, donde se dictan cursos de toda naturaleza, incluyendo aprendizaje de computación a personas mayores. Todos los días hay algún tipo de actividad parroquial que incluye conciertos de las mejores orquestas de Guayaquil.

Su Fundación Jesús Da, convertida en ícono de voluntariado y filantropía, es una organización hacedora de obras dentro y fuera de Guayaquil. En ella, él solicita ayuda en dinero, alimento, medicina y vestimenta, para invertir en construcción de escuelas, dispensarios médicos, y proveer de otras necesidades básicas de los pobres. Una de las fuentes de ingresos es el bingo anual en el Hotel Colón, donde asisten no menos de 400 personas.

Tiene un batallón de gente de buen corazón, desde jóvenes hasta personas de la tercera edad, que incondicionalmente lo ayudan en el trabajo de la citada fundación. Semanalmente hace entregas en su camión y en algunas oportunidades ha viajado hasta provincias de la Sierra para repartir lo que los pobres necesitan. Dentro de la ciudadela, se preocupa de la limpieza, seguridad y ayuda espiritual y material a los enfermos. También escribe para una revista y durante muchos años fue capellán de la Armada.

Como ser humano, el padre Federico no es perfecto y tiene sus críticos. Su carácter es fuerte y en más de una ocasión ha causado resentimientos, incluyendo a familiares míos y queridos amigos. Los errores cometidos han sido opacados por la extraordinaria labor que realiza. También se ha dado tiempo para actividades cívicas en defensa de Guayaquil y otras que pudieran considerarse como fuera del sermón espiritual. Como bien lo ha manifestado en sus sermones, él no se mete en política porque no le corresponde, pero como sacerdote tiene la obligación de denunciar atropellos y defender los principios de la religión católica.

Los habitantes de Los Ceibos estamos muy preocupados por los insistentes comentarios de que el señor arzobispo Antonio Arregui trasladará al padre Federico a otra parroquia. La mayoría de los habitantes de Los Ceibos y demás ciudadelas que conforman su parroquia está en total desacuerdo, si la noticia es cierta. Un grupo de fieles recogió firmas de quienes se oponen al traslado; esta comunicación ha sido enviada al Arzobispo. Los antiguos moradores de Los Ceibos deberían coincidir en que el padre Federico es sin lugar a dudas, el mejor de todos los párrocos que ha tenido esta ciudadela.

Solicitamos encarecidamente al señor arzobispo Arregui que respete nuestra voluntad, no queremos que trasladen al padre Federico a otra parroquia, no es justo.

Es difícil encontrar a un mejor párroco. Además tiene una estructura de organización y fieles que lo ayudan, que no se pueden desmantelar y trasladar a otra parroquia. El padre Federico debe seguir como nuestro párroco, con 65 años de edad y gran lucidez, tiene para muchos años más de labor pastoral y demás actividades que ejerce.