La clave de Juan para no irse cuesta abajo

Ocurre que las diferencias son también abismales a la hora de comparar los enfoques y las actitudes que, ante la crisis económica mundial, exhiben quienes gobiernan en el país de los kiwis con la de quienes lo hacen en varios países de nuestra región.

En efecto, John Key, primer ministro de Nueva Zelanda, muestra una sobresaliente claridad conceptual en el reciente reportaje que le hiciera el periódico Wall Street Journal: su discurso es algo que deberíamos escuchar quienes, viviendo del otro lado del océano…, sabemos que rara vez podremos hallarlo por estas costas. Nos separa un enorme océano de agua. Y de ideas.

Su plan, que en pocas palabras consiste en "procurar nuevas mejoras a la (de todos modos nada despreciable) productividad neocelandeza, para salir lo antes posible de la recesión internacional, sufriendo su impacto en la menor medida posible".

Lo que está implícito en dicho planteamiento es que los gobernantes neocelandeces no buscan las soluciones fáciles, pero falsas, que se escuchan por estas costas, tales como devaluar la moneda para abaratar los salarios y de tal forma "mejorar la competitividad del país".

Una mejora insostenible, inconsistente y pagada por los asalariados. Historia conocida en el tercer mundo.

En realidad, y de forma explícita, John Key indica en el reportaje que "su objetivo es que se produzca un incremento de los salarios reales", reconociendo que la única forma de lograrlo es "a través de mejoras en la productividad", que permitan elevar el nivel de competividad de la economía neocelandeza.

Una mejora sostenible, consistente, y pagada por los dueños del capital aplicado a mejorar la productividad. Historia conocida en el primer mundo.

Nueva Zelanda es un país geográficamente pequeño, carente de recursos naturales extraordinarios, con apenas algo más de cuatro millones de habitantes, y que además de estar "en el medio de la nada" tiene un huso horario alejadísimo del de las potencias económicas mundiales: se trata, en todos los casos, de aparentes desventajas frente a los países de América Latina.

Nada de eso, sin embargo, les ha impedido ocupar el segundo lugar mundial en cuanto a facilidad para hacer negocios, según el ranking del "Doing Business", el proyecto del Banco Mundial que compara las cifras de 178 países. El PIB per cápita neocelandés ronda los 27,000 dólares anuales. Muy por encima de cualquier país latinoamericano.

Argentina, que en el ranking del "Doing Business" ocupa el poco honroso puesto 109, no casualmente tiene en la actualidad un PIB per cápita distante también de toda honra, y que apenas pasa los 5,000 dólares anuales.

Triste situación para un país que a principios del Siglo XX, con políticas y políticos muy diferentes a los actuales, que sólo saben sembrar envidias y resentimientos sociales, llegó a estar en el top-ten mundial de PIB per cápita.

Quizás se haya tratado de una premonición anticipada por el tango "Cuesta abajo", cantado por Gardel en 1934, que decía: "si arrastré por este mundo/ la vergüenza de haber sido/ y el dolor de ya no ser".

Claro que Argentina no es el único caso: la geografía sudamericana es un amplio muestrario de países con políticos y políticas similares, que quizás no experimenten "el dolor de ya no ser", dado que en verdad también carecen de "la vergüenza de haber sido".

Pero que si alguna certeza pueden tener, es que a través del camino que en la actualidad llevan, indudablemente "nunca serán".

El camino del progreso, no el de servidumbre, comenzará a transitarse cuando de este lado del océano también tengamos gente como John Key. Su nombre quizás sería Juan Clave. Y se necesitan unos cuantos.

Hasta la próxima.

El autor es iIngeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy