Por la crisis, España recibe cada vez menos inmigrantes
MADRID.- Al igual que para gran parte del mundo, la idea de que la crisis económica no tiene un final visible cobra cada vez más fuerza entre los españoles, aunque para los inmigrantes ésta ya es una realidad consolidada.
La caída de la actividad comercial e industrial, así como el incesante aumento de la desocupación y las trabas impuestas por las autoridades para la obtención de permisos de residencia han desalentado a los extranjeros a elegir a España como destino de migración. Así lo demuestran las cifras difundidas por el gobierno español: el último año, solicitaron la radicación 270.000 extranjeros, 50.000 inmigrantes menos que en 2007.
La abrupta caída, la primera en una década de crecimiento ininterrumpido de la economía, se inició en los primeros meses de 2008, cuando aún no se hablaba de recesión y desempleo.
España ya comenzaba a mostrar los primeros signos de contracción, en coincidencia con el comienzo del fin del boom inmobiliario. Con el brusco congelamiento de la actividad en el sector de la construcción, el creciente éxodo de mano de obra extranjera comenzaría, además, a frenar la llegada de otros inmigrantes -principalmente de América latina y Europa del Este- que ya no recibían euros de quienes se habían animado a migrar. A este rubro pronto se le sumaron los de servicios, turismo y empleo doméstico, aunque el alcance del fenómeno, en la actualidad, llega mucho más lejos.
"Parece que va a ser una tendencia", admitió la secretaria de Estado de Inmigración, Consuelo Rumí, tras reconocer que la caída en el número de inmigrantes aún no ha encontrado su piso. Rumí argumenta que la crisis económica en España afecta más a los extranjeros que a los españoles.
Según las últimas estadísticas, mientras el índice de desocupación alcanza al 13,9%, el porcentaje correspondiente a la población inmigrante trepa al 22%, más allá de que ambas tasas podrían ser más elevadas desde esa última medición, de enero pasado.
Los números oficiales hacen referencia a los inmigrantes que han decidido conseguir un trabajo en forma legal, pero no hace alusión a los llamados "indocumentados". Sobre este grupo, que con la agudización de la crisis ha abandonado el centro de los debates en la opinión pública, aún no se han revelado datos. Pero esta falta de cifras no disimula las noticias sobre la llegada de contingentes de marroquíes en "pateras" o del hallazgo de asiáticos hacinados en sótanos clandestinos.
No obstante, entre quienes ya forman parte de la comunidad de extranjeros registrados, que ascendió a los 4,5 millones el año pasado, las ganas de volver a sus países por la crisis y la desocupación también se combinan con las propuestas del gobierno español para que dejen el país.
Como consecuencia del Plan de Retorno Voluntario, instaurado por las autoridades españolas para que los inmigrantes desocupados vuelvan a sus países, poco más de 2000 personas han dejado España, atraídas por la propuesta de cobrar por adelantado la totalidad del subsidio por desempleo. Si bien el número de repatriados es bajo, el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero calcula que no menos de 30.000 personas aceptarán abandonar España.
El cese de la afluencia de inmigrantes también tiene otras causas. Las trabas colocadas desde la burocracia hacen que el tiempo promedio en obtener una cita para conseguir un permiso de residencia sea de cuatro meses, es decir, un mes más de lo permitido por una visa ordinaria de visita para poder permanecer en el país.
Otro obstáculo lo constituye la virtual cancelación de las contrataciones de extranjeros en sus países, que, según reconoció Rumí, hoy se encuentra casi "en cero", independientemente del nivel de calificación del empleo buscado.
Por último, la xenofobia aporta su grano de arena a la incomodidad de los inmigrantes, ya sea por las quejas de trato desigual o por los carteles de las agrupaciones políticas marginales que últimamente ganaron la calle.
"Español parado, inmigrante expulsado", propone uno de esos anuncios, frase que, a pesar de la intensidad de la crisis económica y el desánimo social, aún aparece sólo como una expresión minoritaria de resentimiento.
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