El nuevo consenso de Washington
El nuevo mensaje desde la capital estadounidense ha cambiado. El tono es ahora “los déficits no importan”, y “subir impuestos no perjudica el crecimiento económico”. La izquierda latinoamericana, que tanto renegó con el antiguo “consenso de Washington”, debe regocijarse. La pregunta es ¿podemos darnos el lujo de tomar esta vieja receta?
Se les conoce como el “consenso de Washington”. Son una serie de recomendaciones económicas que tradicionalmente se aplicaban vía el Fondo Monetario Internacional. Incluía cosas como la privatización de las empresas estatales, la no intervención del Gobierno en el tipo de cambio y la tasa de interés, así como políticas fiscales y monetarias prudentes. La izquierda latinoamericana las ve como el enemigo a vencer, y las culpan ahora de todos los males latinoamericanos.
No obstante lo anterior, luego de más de una década de su aplicación, se da la paradoja de encontrar titulares de prensa que resaltan “América Latina está mejor preparada para la crisis financiera internacional”. ¿Por qué? Porque el “consenso de Washington” terminó generando mejores indicadores económicos (déficit fiscal, inflación, deuda externa) y sociales (pobreza extrema, mortandad infantil, desempleo, analfabetismo y esperanza de vida al nacer). A la vuelta de los años resulta que los países que siguieron “la receta” evitaron padecer la crisis que ahora padece el mismo EUA por no haber tomado de su propia medicina.
Es ahora el gobierno estadounidense quien se ha comportado como cualquier otro país tercermundista, dedicándose a la indisciplina fiscal y monetaria, a intervenir la tasa de interés y, ahora, a la nacionalización de los bancos privados. El “nuevo consenso de Washington” nos dice que los déficits fiscales no importan; al contrario, que son fuente de prosperidad. Y nos dice también que subir los impuestos tampoco importa.
Le guste o no a la izquierda, el “consenso de Washington” (el original) logró corregir muchos de los vicios económicos de las naciones latinoamericanas. Por ello es que esta crisis nos agarra mejor preparados que antes. Imagínense que nos hubiera agarrado con grandes déficits fiscales o con hiperinflaciones, o con empresas estatales drenando escasos recursos. Claro, cada país se encuentra en una situación distinta, pero, en general, la cosa está mejor desde las últimas crisis latinoamericanas (la mexicana del 94, la brasileña del 99 y la argentina del 2001).
Para América Latina, el “nuevo consenso de Washington” implica retroceder sobre lo ya logrado. Los ciudadanos debemos recordar de dónde venimos, para no cometer los mismos errores. Perder la poca disciplina fiscal y regresar a los tiempos de la deuda externa y la inflación sería un desastre para los ciudadanos, especialmente para los más pobres.
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