Argentina: Forzando la crisis
Dicen que del ridículo no se vuelve. Si esta frase es cierta, lamentablemente ése será el destino de Débora Giorgi, ministra de la Producción, luego de haber anunciado el plan canje bicicletas como gran genialidad para reactivar la economía. Yo entiendo que todos queramos aportar algo para construir el país, pero, personalmente, jamás le prestaría mi nombre ni mi firma a un gobierno que no sólo comete horrores económicos, sino que, lo que es peor, desprecia las instituciones y a las personas, mientras que su soberbia y resentimiento lo ha llevado también a despreciar nuestra historia al quitarle, por una cuestión de venganza personal, la escolta de granaderos al vicepresidente Julio Cobos.
A mi juicio hay un límite del cual uno no puede pasar sin convertirse en cómplice de un gobierno que ya ha dado acabadas muestras de cumplir sus caprichos o destruir el país si no se cumplen sus deseos. En realidad, cuando se cumplen sus deseos también se destruye el país. En fin, ya no se trata de disentir con determinadas medidas económicas, sino que se trata de respetar a las personas, de no humillarlas y denigrarlas, de no mentir descaradamente, de crear enfrentamientos dentro de la sociedad.
¿Cuánto más daño le hará Néstor al país para que quede en evidencia que nos está llevando hacia el precipicio? ¿No se da cuenta el matrimonio de que ni siquiera puede caminar libremente por las calles? La Quinta de Olivos es inmediatamente vallada, cortando la Av. Maipú a la altura de Villate y Malaver, ante el menor atisbo de que un solitario manifestante puede llegar con una cacerola a protestar. ¿A qué le tienen tanto miedo los Kirchner que viven amurallados en la residencia de Olivos? ¿No tienen el más mínimo grado de dignidad personal que son capaces de montar escenografías mediáticas para tratar de mostrar como la quieren a Cristina, mientras que detrás de cámaras la gendarmería tiene que contener a productores desesperados por la situación que viven ellos y sus familias?
En este contexto de desaforada agresión, sentimientos de venganza y pánico a la creciente ira de la gente, resulta que ahora Cristina no para de repetir la cantinela de que en este momento de recesión el campo es el único sector que no quiere comercializar sus productos. Pregunta, ¿y a ella qué le importa si quieren o no quieren vender sus productos? La soja que puede haber en los silos bolsa es el fruto del trabajo de los productores. Además, que se ponga de acuerdo entre su discurso y sus acciones, porque mientras critica al campo porque no venden la soja, el sector ganadero sigue sin poder exportar carne sin el permiso del Estado. Aproximadamente el 75% del stock de carne está frenado sin poder comercializarse porque el gobierno no lo permite o lo permite en cuentagotas. ¿Por qué para Cristina es condenable que el productor no comercialice la soja y está bien que el Estado no le deje comercializar libremente la carne?
La respuesta a la anterior pregunta tiene que ver con al caja. Lo que pone nerviosa a Cristina y a Néstor es que necesita que los productores vendan soja para que se exporte y ellos puedan cobrar las retenciones. No los pone nervioso la pobreza de la gente, los pone nerviosos que les flaquea la caja para financiar la campaña del oficialismo en el conurbano bonaerense.
Ante la libre decisión de los productores de vender o no vender la soja, lo que complica las necesidades de caja del gobierno, surgió la amenaza de que el gobierno estaría por estatizar el comercio exterior de granos. Esto es, el único comprador sería el Estado, como lo fue el corrupto IAPI en la presidencia de Perón.
¿Qué sentido económico puede tener esta medida? Si el Estado va a tener el monopolio en la exportación puede ocurrir una de estas dos cosas: a) que le pague a los productores un precio mayor al internacional, con lo cual estaría subsidiándolos o b) que les pague un precio menor al internacional, con lo cual se quedaría con la diferencia. Como difícilmente vayan a subsidiar al productor, lo más probable es que, si llegaran a implementar esta medida, lo harían para aplicarles un impuesto implícito mucho más alto que las retenciones. La 125 quedaría como un poroto al lado de esta estatización.
¿Son capaces de hacer semejante barbaridad? En el listado de medidas que puede aplicar el oficialismo, todo es posible. Recordemos que los derechos de exportación comenzaron en el 10% en el 2002, luego fueron llevadas al 20%, al 27,5% y al 35%. Si Néstor se animó a llevar las retenciones hasta ese nivel y luego quiso aplicar sí o sí la 125, ¿por qué no intentar estatizar el comercio exterior? ¿Qué harían en ese caso? Les pagarían a los productores la mitad o menos del precio internacional, el gobierno se quedaría con la diferencia luego de exportar y después diría que los productores no se pueden quejar porque el gobierno cumplió eliminando las retenciones.
Todo esto es lo que puede estar pergeñando el gobierno, pero la realidad es que hoy la situación económica es mucho más grave que hace un año cuando estalló el conflicto por la 125. La recesión interna es feroz, la situación internacional es crítica y, en el medio, el gobierno se está quedando sin caja para sostener el poder que construyeron en base al manejo arbitrario de los fondos públicos, mientras las bases en el interior del país pueden sobrepasar a los dirigentes. En ese caso, Cristina se va a arrepentir de haber dicho, el año pasado en la Plaza de Mayo, que los dirigentes no representaban a nadie porque no los habían votado.
Con desocupación creciente, problemas cambiarios, caída de las exportaciones, aumento de la pobreza, paralización de la economía y frente fiscal debilitado, los conflictos sociales pueden escalar. Ahora bien, cuando uno ve como el gobierno embarra la cancha con esto de estatizar las exportaciones de granos en un momento en que, ante la recesión, deberían otorgar reglas de juego más clara, la pregunta inevitable es: ¿no será que quieren forzar el conflicto social para que se produzca un estallido y, en un “renunciamiento patriótico”, dejarle el caos a otro? Y la pregunta es válida porque resulta inexplicable tanto esfuerzo por terminar de empujar a la Argentina al precipicio.
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