El incómodo viaje de Cristina Kirchner a España
Madrid – A la tercera fue la vencida. Después de postergar en dos ocasiones su visita de estado a España, finalmente Cristina Fernández de Kirchner, la presidenta argentina, iniciará este lunes su agenda oficial, cuando reciba la bienvenida del rey Juan Carlos en el Palacio de El Pardo. El viaje, que inicialmente iba a durar tres días, debió reducirse a petición argentina a sólo dos jornadas, con los consiguientes problemas de agenda y protocolo con la parte española.
La presidenta llegó a Madrid el domingo 8, acompañada de un extenso séquito que incluye tres ministros, numerosos empresarios y algunos sindicalistas. Sin embargo, y pese a los ardientes deseos del matrimonio gobernante, Carlos Reutemann no se sumó al grupo. Se trata de uno de los posibles candidatos peronistas a la elección presidencial de 2011, al quien los Kirchner intentan aferrarse como un clavo ardiendo con la intención de mantener sus actuales posiciones de poder.
Resulta cuanto menos curiosa la peculiar composición de este nutrido grupo kirchnerista, que atiende más a cuestiones de política interna (premios, castigos y recompensas) que a las necesidades de la agenda bilateral hispano – argentina. Esta agenda está marcada por varios contenciosos previos (Aerolíneas Argentinas, nacionalización de las AFJP, Repsol YPF) y temas pendientes, entre ellos algunos de fácil solución, como el convenio para el voto de los emigrantes en las elecciones municipales del país de acogida, y otros absolutamente envenenados, como el trato conferido a las empresas españolas.
Después de muchos años de excelentes relaciones entre ambos países, los puentes entre Madrid y Buenos Aires se han ido agrietando, básicamente por ciertas actitudes del gobierno argentino difíciles de entender. El incumplimiento de los contratos, la falta de seguridad jurídica, la prepotencia sindical tolerada, cuando no impulsada, por el gobierno, y la política de nacionalización de empresas, son sólo algunos ejemplos. De ahí la relevancia de determinadas cuestiones, como: ¿Cuáles son los objetivos de este viaje presidencial? ¿Cuál es el futuro de la relación entre ambos países? ¿Qué papel se reserva a las inversiones españolas?
Durante los ahora tan denostados años 90, Argentina era el destino preferido de la inversión extranjera directa española, a tal punto que superaba de largo al resto de los países de la región, Brasil y México incluidos. Durante los meses previos y posteriores a la gran crisis argentina de 2001, el gobierno español ayudó de forma sistemática a la Argentina. Y daba igual si Felipe González o José María Aznar, el PSOE o el PP, estuvieran al frente del gobierno. Incluso posteriormente, con Rodríguez Zapatero como presidente del gobierno, en un gesto de deferencia hacia Buenos Aires, ENCE abandonó su proyecto de construir una planta de pasta de celulosa en la uruguaya localidad de Fray Bentos. Hoy las cosas son muy distintas. Ninguna de las grandes empresas españolas quiere invertir en Argentina y lo único que hacen las allí presentes es mantener sus posiciones o tratar de minimizar los riesgos. Poco más.
Y esto es mucho a la vista de la tensión sistemática a la que han sido sometidos las empresas y los empresarios españoles desde la llegada de los Kirchner al poder. Aquellas famosas palabras de “nos puso a parir” del malogrado José María Cuevas tras un encuentro en la CEOE con Néstor Kirchner durante su primera visita oficial a España, han sido proféticas. El maltrato, cuando no el ninguneo, fueron la tónica permanente de la relación distante y complicada entre el empresariado español y el gobierno argentino.
Según publica La Nación, de Buenos Aires, citando algunas fuentes próximas a la Casa Rosada: "Si Zapatero dice que la Argentina es un país de inversiones y que se redoblarán los esfuerzos de negocios en el futuro, el objetivo de la gira estaría cumplido". Escasa cosecha, más allá de la glamourosa foto con los Reyes, para un viaje sin prácticamente ningún contenido político. ¿En qué ha quedado la alianza estratégica firmada por los gobiernos de Néstor Kirchner y José Luis Rodríguez Zapatero en 2005? Aquí encontramos uno de los puntos flojos del viaje: la ausencia del presidente consorte, más allá de su escaso entusiasmo por la política exterior y sus servidumbres. Es verdad que Kirchner se ha quedado guardando el reino, dada la escasa confianza del matrimonio en el vicepresidente Cobos, pero no es menos cierto que su presencia en Madrid hubiera reforzado a la delegación argentina, especialmente en sus aspectos más protocolarios, como la cena en el Palacio Real.
Con todo, esto es algo anecdótico. La cuestión de fondo es la incapacidad del gobierno argentino de entender cómo funciona España, al igual que el resto del mundo. Pocos días antes de salir para Madrid, Cristina Fernández dijo “No sé si Obama leyó a Perón, pero se le parece”. Era un intento poco exitoso de justificar el rampante intervencionismo estatal de su gobierno y del de su esposo. Este intento ombliguista de trasladar automáticamente la realidad circundante a la existente más allá de sus fronteras nacionales, intenta ahora ser replicado con España.
¿Qué más da que Rodríguez Zapatero diga que merece la pena invertir en Argentina? Lo que enseña la historia empresarial reciente de España es que ningún presidente de las mayores empresas de este país querrá arriesgar sus recursos y los ahorros de sus accionistas en una aventura de futuro incierto. El consejo de los dueños de Marsans, con independencia de que se firme un acuerdo que ponga fin al contencioso por la incautación de Aerolíneas Argentinas, o el de los gestores de los fondos de pensiones nacionalizados, o el de tanto otros, es más que evidente.
Más allá de los acuerdos y los encuentros protocolarios, es poco lo que se puede esperar de este viaje. No es trivial el hecho de que no habrá ningún encuentro con los empresarios, ni en la CEOE ni en ningún otro foro. Sólo un acto público, un desayuno breve en la Casa de América, y el discurso en las Cortes. Probablemente, en su mejor estilo, la presidenta Cristina Fernández intente deslumbrar a su auditorio haciendo gala de su florida oratoria, improvisando, y con algunos toques de ingenio tan celebrados por los suyos como el ya mencionado a Obama. Sus señorías, aquellas que se sienten en el hemiciclo, demostrando su hospitalidad, aplaudirán al final del discurso. Posteriormente, un manto de olvido cubrirá un desplazamiento de magros resultados.
La moraleja de todo esto es que durante mucho tiempo el gobierno argentino hizo gala de otras amistades, bolivarianas algunas, caribeñas otras, desplazando a otras menos estridentes pero más rentables a medio y largo plazo. De esta forma dilapidó uno de los principales activos de su política exterior, la amistad con España. Reconstruir los puentes agrietados requerirá de mucho tiempo. Probablemente habrá que esperar al comienzo del período post kirchnerista, después de 2011, para que la relación bilateral comience a recomponerse.
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