Obama, los Padres Fundadores y el hombre nuevo
La crisis financiera de Estados Unidos, que por supuesto ha tenido y está teniendo un impacto recesivo sobre la economía, no es el mayor peligro que enfrentamos. No obstante las predicciones apocalípticas, la economía americana hasta el segundo trimestre del 2008 estaba creciendo al 3% anualizado. Afortunadamente, todo parece indicar que se está evitando el incurrir en el mismo error del ‘29, de dejar caer al sistema bancario y cerrar la economía mediante la Smoot Hawley Act. Puedo decir entonces que el mayor peligro es político y como escribiera Ortega el mayor peligro es el Estado. Y ese peligro político surge de la posibilidad de que la necesaria intervención del Estado para superar la crisis actual, se constituya en la justificación para la sustitución del sistema que por primera vez en la historia universal permitió la creación de riqueza.
Como bien dijera Lenin las ideas son acciones, y las ideas expuestas por el presidente en su discurso de asunción podrían llevar a un accionar del gobierno, en contradicción con el sistema que constituyera la grandeza de Estados Unidos. En una parte de su discurso se refirió específicamente a los Padres Fundadores y a “nuestros documentos fundacionales”. En estos se encuentra la Declaración de Independencia en la cual se reconoce un principio fundamental que es “el derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad”. Este principio fundacional es a la vez fundamental de la concepción ética en que se sustenta el sistema político americano del Rule of Law. El mismo significa el reconocimiento ético de los intereses privados, y no la búsqueda del hombre nuevo que no peque siete veces. De ese reconocimiento se deriva el respeto y defensa de los derechos individuales (que no son los derechos humanos) y consecuentemente la limitación del poder político conforme a la Constitución Nacional.
En otro párrafo del discurso el presidente dice: “…la promesa divina de que todos son iguales, todos son libres y todos merecen la oportunidad de alcanzar la felicidad plena”. Este predicamento aparentemente significa que el presidente considera que el actual denominado credo americano no provee tal oportunidad. Surge entonces una aparente contradicción entre el derecho a buscar la felicidad y la posibilidad de alcanzarla. En la primera la felicidad es responsabilidad del individuo, conforme al dicho del presidente surge la posibilidad de que sea el gobierno el que ha de proveer la felicidad a quienes no la hubieren alcanzado. De esa posibilidad supuestamente moral surge la justificación del poder ilimitado del gobierno.
En esa línea de pensamiento se confunde los derechos individuales con los supuestos derechos humanos. Es a mi juicio en razón de esa confusión que dice: “La pregunta que nos hacemos hoy no es si el gobierno es demasiado grande o pequeño, sino si funciona”. Supuestamente el funcionamiento es para satisfacer necesidades sociales, pues se refiere específicamente a “ayudar a las familias a encontrar trabajo”(sic). Comprendo que ante la crisis se requiere una mayor intervención del gobierno, pero la posible generalización de ese principio significa la violación del principio de la limitación del poder político tal como lo establece la Constitución.. Al mismo tiempo se debe reconocer que la dimensión del gasto público es un problema ‘per se’, que hoy lo padecen en la Unión Europea.. Como bien dijera George Gilder en su obra “Riqueza y Pobreza”, “el gasto del gobierno no es parte del producto sino parte del costo de producir”. Pero aún más, hasta el propio Marx en su crítica a la “Teoría del Estado de Hegel” reconoce que la burocracia la realidad del accionar de la burocracia termina por convertir en intereses generales lo que no son más que sus intereses particulares (sic).
Otro párrafo que requiere un análisis profundo es el que se refiere al reconocimiento que hace el presidente de la virtud del mercado para generar riqueza. No obstante este correcto reconocimiento, en el mismo hace la siguiente acotación: “…una nación no puede prosperar durante mucho tiempo si favorece solo a los ricos”. Insisto entonces en que la mera idea del “mercado” debe ser sustituida por el reconocimiento de que el mismo no es más que el ejercicio de los derechos individuales. Esto en modo alguno significa que los mismos se puedan ejercer en desmedro de los derechos individuales de los otros. Por tanto es la ley -la justicia- la que debe regular ese ejercicio. La crisis actual si bien se considera que fue causada por la falta de regulación, no es menos cierto que la sobre especulación surgida en el mercado inmobiliario fue el resultado de la demagogia inserta en el proyecto de Carter de que cada americano tenía derecho a tener su casa propia.
El crédito creciente surgido como consecuencia de satisfacer ese supuesto derecho unido a la reducción de las tasas de interés, provocó en el mercado lo que Minsky denominara especulación pura. Es decir cuando se compran bienes no para usarlos sino para revenderlos. ¿Cómo es posible que la sabiduría de los economistas que hoy se empeñan en predicciones apocalípticas de la economía no fueran incapaces de prever que una especulación de esa naturaleza habría de producir una burbuja que necesariamente habría de explotar tan pronto aparecieran los primeros síntomas de que los precios no continuarían subiendo? Pero más aún debemos reconocer igualmente que esa especulación no benefició ni a los ricos ni a nadie.
El párrafo citado anteriormente continúa con otro planteo controversial, que promueve no el crecimiento económico sino el denominado “Estado de bienestar” o sea el sistema hoy prevaleciente en la Unión Europea. Se ignora que ya Europa se ha convertido en un estado de malestar, tal como lo describen en sendos artículos Darendorf y Paul Johnson. Al respecto igualmente Stefan Thail escribió un artículo titulado “Filosofía Europea de Fracaso”. Demás está decir la preocupación que me causa la apelación al “bien común”, pues es la pretensión política de modificar la naturaleza humana en la búsqueda del hombre nuevo, que como dijera Hegel siguiendo a Rousseau “El ciudadano no tiene más derecho que su pertenencia al Estado”. El bien común tanto como la razón de Estado constituyen los supuestos éticos en favor del pueblo y de la nación, y consecuentemente la justificación del poder político para violar los derechos individuales. Es esta cosmovisión la que abruma hoy a América Latina, donde toda oposición al gobierno significa estar en contra del pueblo y de la nación.
La política exterior planteada por el Presidente es igualmente controvertible en relación al denominado credo americano. Obama propone que Estados Unidos se comprometa a salvar del hambre y la pobreza a los países que la sufren. Nada más lejos de las posibilidades de este país en el mundo. La riqueza de Estados Unidos no es un privilegio de la naturaleza ni el producto de la explotación de terceros países como sostenía Lenin en “Imperialismo, etapa superior del Capitalismo”. Ella se debe precisamente a lo que se ha denominado el credo americano (yo lo considero el ‘Rule of Law’) que son precisamente los principios que se empeñan en desconocer y rechazar los países pobres en nombre del antiimperialismo hoy denominado hegemonía americana. Así dice Obama: “No podemos permitir más la indiferencia ante el sufrimiento fuera de nuestras fronteras”. ¿Que planea hacer entonces con Cuba, cuyo régimen liberticida y sanguinario aparece hoy ante la hipocresía generalizada del mundo como defensor de los derechos humanos?
Y sigue diciendo el Presidente: “porque el mundo ha cambiado y nosotros tenemos que cambiar con él”. Yo diría que la política debe ser la opuesta. El que tiene que cambiar es el resto del mundo para lograr lo que Estados Unidos alcanzó basado en el credo americano. Si los que cambian son los Estados Unidos, van a ser los americanos los que sufrirán el deterioro que hoy aqueja a la mayor parte de la humanidad en nombre del socialismo, que es la denominación que le diera el Iluminismo a la demagogia. En otras palabras significaría la desaparición del sueño americano.
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