Bolivia, Israel, y los musulmanes
A cuatro años del ascenso de Evo Morales los bolivianos viven angustiados, mientras se cumple lo vaticinado: persecución de opositores, terrorismo de estado, vandalismo, despotismo, nepotismo, racismo, corrupción, saqueo al país, carencia de productos básicos, indigencia en aumento, narcotráfico sin límites, asesinatos, linchamientos, torturas, prepotentes amenazas de los gobernantes, y violaciones de las leyes a granel.
Todo y más de lo que sucedió con los peores regímenes de facto que usurparon el poder en el pasado, está ocurriendo en Bolivia. Morales es el típico caudillo bárbaro semejante a los de otras épocas, pero con apoyo extranjero.
En Noviembre último, sus seguidores más cercanos y leales, los sanguinarios indios de Achacachi — un poblado cercano a La Paz–, después de golpear brutalmente a 11 hombres y mujeres de entre 40 y 60 años que visitaban el lugar, los quemaron vivos hasta que nueve murieron. Los acusaron de robo, pero no probaron su delito.
La llaman Justicia Comunitaria, y el gobierno indigenista la autoriza como derecho de las etnias originarias en la nueva constitución política, que también habla de perpetuar a Morales en el poder.
En Bolivia hay temor, y mucho, porque aquellos que no conocen a los indios desenfrenados, desconocen el pavor. Lo más cercano a los oriundos altiplánicos, son las hordas de fanáticos musulmanes.
No es por casualidad que los árabes estén afianzando lazos con Morales, tienen en los indígenas el material humano propicio para expandir la Yihad. El salvajismo musulmán encaja perfectamente con el altiplánico.
Morales inició su amistad con los árabes antes de llegar al poder, cuando recibió el Premio Gaddafi, y el “Libro Verde” escrito por el dictador libio empezó a ser la nueva biblia del boliviano.
Ya en el poder, tomado del brazo de Hugo Chávez, contrajo matrimonio con Majmud Ajmadineyad y los ayatolas de Irán. Coincidente con su compromiso con el Islam, y en su desprecio por el cristianismo, recientemente el gobierno le “negó competencias” al Cardenal boliviano Julio Terrazas, “para inmiscuirse en asuntos que atañen a la población general”.
El Viceministro de Coordinación con los Movimientos Sociales, Sacha Llorenti, que antes de ocupar ese puesto fue Presidente de la Organización de Derechos Humanos de Bolivia, dijo que “el gobierno tiene ciertas discrepancias con algunos jerarcas católicos”. ¡Y cómo no las va a tener, si quieren acabar con la fe y tradición judeocristiana!
La Iglesia Católica ha sido tradicionalmente la única institución que ha servido de eficaz mediadora y apaciguadora en los conflictos internos, y ahora está siendo forzada a callar y desaparecer.
En su último desplante internacional, el presidente campesino rompió relaciones diplomáticas con Israel, bastión del Judaísmo y el Cristianismo, obedeciendo a Hugo Chávez que hizo lo mismo previamente. (Ambos también rompieron con Estados Unidos el 2008).
A Israel no le hace mella el resquebrajamiento, ya que ningún beneficio obtiene de esa amistad, al punto que después de medio siglo de presencia diplomática en Bolivia, decidió sacar su embajada de La Paz mucho antes de que Morales fuera electo.
En 1948 Bolivia votó en la ONU a favor del derecho de los judíos a su estado propio, fue la única vez. Desde entonces sus votaciones sobre Israel fueron negativas. Tal vez porque el embajador “vitalicio” que la representaba en el foro era de origen árabe.
El diplomático era ratificado en el cargo por todos los gobiernos, ya que la mayoría de los presidentes bolivianos no tenían idea de lo que sucedía internacionalmente. Su mentalidad siempre fue pueblerina, etnocentrista y localista.
Evo Morales no es diferente, es el menos preparado de todos, pero es guiado por duchos venezolanos y cubanos que le indican cuando abrir la boca para ser noticia. Morales obtiene notoriedad debido al apoyo que recibe de la maquinaria mediática izquierdista, que lo expone como un espécimen digno de observación.
Su aspecto vernáculo lo convierte en motivo de interés para la progresía mundial, que se fija en los rasgos superficiales de las personas más que en su contenido intelectual, y considera que cualquier indígena en el poder es un símbolo de avance sociopolítico.
El quiebre con Israel le es importante para afianzar su alianza con el mundo islámico, principalmente con Teherán. No es casual que el anuncio fue hecho cuando en La Paz se encontraba Mujamad Abbasi, Ministro de Cooperación de Irán, que viene prometiendo desde hace rato la inversión de muchos millones en Bolivia, de los que aún no se vio un solo centavo.
Lo que sí es muy probable, es que a cambio del rompimiento, los indígenas empiecen a recibir modernas armas, iguales a las que Irán entrega al Hamas y Hezbolá.
Los musulmanes quieren establecerse en Sudamérica, y no hay mejor lugar para iniciar la colonización y el adoctrinamiento islamista que Bolivia, donde gozan de numerosa e ingenua población indígena, sin convicción religiosa.
La nueva constitución política que se someterá a referendo el próximo 25 de Enero, excluye por primera vez en la historia del país, la religión católica como parte del estado. En algún tiempo no muy lejano, clérigos musulmanes con copias del Corán bajo el brazo empezarán a circular por el altiplano y los minaretes de las mezquitas resaltarán desde la distancia.
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