Cuando abrazas a un dictador
Cancún — Una cosa es reunirse con el próximo presidente de Estados Unidos, Barack Obama –como lo acaba de hacer en Washington el presidente de México, Felipe Calderón– y otra muy distinta es reunirse y abrazar en público al nuevo dictador en Cuba.
Cuando abrazas a un dictador, encubres sus crímenes y les das la espalda a sus víctimas. Y eso es precisamente lo que hizo hace unos días el presidente de México, Felipe Calderón al abrazar, en Brasil, al dictador cubano Raúl Castro.
Fue un abrazo doble; primero por un lado y luego, como si no quisieran separarse, por el otro. A eso siguieron unas palmaditas de Calderón en la espalda de Raúl y una amplia sonrisa. El abrazo fue la culminación de meses de negociaciones para restablecer las relaciones diplomáticas entre ambas naciones tras la presidencia de Vicente Fox (2000-2006). De Fox se pueden decir muchas cosas pero, eso sí, siempre criticó abiertamente la dictadura cubana.
Calderón no ha seguido el camino de la defensa de los derechos humanos en Cuba. Por el contrario, México y Cuba acaban de firmar un nuevo acuerdo migratorio a través del cual los cubanos que sean detenidos en territorio mexicano serán deportados a la isla. Y, de hecho, México deportó al primer grupo de 41 cubanos a mediados de diciembre.
El problema es que estos cubanos que huyen de la dictadura corren un serio peligro al ser regresados. No sólo pierden casa, empleo y beneficios sociales, sino que pueden terminar en la misma cárcel y sufrir tortura y todo tipo de abusos. Y México ni se preocupa por ellos. El acuerdo migratorio no garantiza el respeto a los derechos humanos de estos deportados una vez que llegan a Cuba. México, en otras palabras, se desentiende y mira para otro lado.
¿Con qué autoridad moral se puede quejar Calderón frente a Obama de los abusos de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos cuando México regresa a una dictadura a estos cubanos? La política exterior de México vive una terrible contradicción: quiere el respeto de los derechos humanos de los mexicanos en Estados Unidos, pero permite y facilita las violaciones a los derechos humanos de esos cubanos deportados.
No siempre fue así. México dio la bienvenida a los argentinos, uruguayos y chilenos que huían de las dictaduras militares en los años 70 y 80. México, junto a Francia, denunció los abusos y violaciones durante la guerra civil en El Salvador. La república mexicana fue un refugio para los exiliados de la guerra civil española. Y hay muchos casos más.
¿Acaso Calderón tiene un prejuicio ideológico y cree que la dictadura comunista de Cuba es menos brutal que, digamos, la de Augusto Pinochet en Chile? No hay que ir mucho más allá de google.com para enterarnos que durante los últimos 50 años y en nombre de la revolución cubana miles han sido ejecutados, cientos de prisioneros políticos aún languidecen en sus prisiones y millones no tienen las más mínimas libertades de expresión, prensa y movimiento (les sugiero leer el blog de Yoani Sánchez en www.desdecuba.com/generaciony/).
¿Por qué Calderón no busca para los cubanos los mismos derechos que tan enérgicamente exige para los mexicanos?
Entiendo que México, como cualquier nación, quiera tener control de sus fronteras y no desee que su territorio –y en particular este puerto de Cancún– sea utilizado como trampolín para que traficantes lleven a cubanos a Estados Unidos. Pero una vez que estos cubanos llegan a México es un verdadero crimen regresarlos a su país a un futuro totalmente incierto. ¿Se imaginan las que tiene que pasar un cubano frente a las autoridades de su país una vez que es deportado desde México?
Además, ¿qué quería comunicar Calderón con ese abrazo tan público a un dictador? Todo en política lleva un mensaje. Pero se equivoca Calderón si trata de presentar a Raúl Castro como un gobernante más. No lo es. Raúl Castro es el líder de un régimen que mata y reprime. Punto.
Esta pregunta es importante. ¿Creen ustedes que Calderón, por ejemplo, se hubiera atrevido a darle un abrazo público a Pinochet? Por supuesto que no. Pero, en cambio, sí lo hace con Raúl Castro.
Es irónico que Calderón abrace a Raúl Castro porque en un sistema político como el cubano, el actual presidente de México estaría exiliado, encarcelado o en una tumba. Hasta que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió el poder en el 2000, Calderón fue un decidido opositor. Eso todavía no se permite en Cuba. Y con sus acciones, el presidente Calderón no ayuda en lo más mínimo a la promoción de la democracia dentro de la isla.
Desde luego que todos queremos que Cuba sea pronto una verdadera democracia representativa y no una isla en que sólo deciden dos hombres: Fidel y Raúl. México, Estados Unidos y muchos países más quieren jugar un rol en esa transición. Quizás eso explique los nuevos contactos del gobierno de Calderón con el régimen de la isla. Pero no se vale, mientras tanto, sacrificar a más cubanos a una precaria existencia de abusos y falta de libertad. Se pueden hacer muchas cosas con los cubanos que, en su travesía hacia Estados Unidos, se atoran en México. Pero no devolverlos a Cuba. Esa huida es, muchas veces, la única oportunidad que tienen de una vida en libertad.
¿Cómo se siente uno después de abrazar a un dictador? No sé. Hace muchos años en Guadalajara, durante una entrevista caminando, Fidel Castro trató de pasarme el brazo sobre el hombro y me lo quité. No hubiera tenido cara para regresar a mi casa, a mi oficina y a la ciudad donde vivo después de un abrazo de uno de los Castro.
Cuando abrazas a un dictador, te disminuyes. El dictador usa tu abrazo para tratar de legitimar sus abusos. Y si tú cedes, caes en su trampa y en sus juegos. Abrazar a un dictador es abrazar a un asesino y no querer ver a los ejecutados, a los disidentes, a los que viven sin libertad. Cuando abrazas a un dictador te vuelves su cómplice y un poquito como él.
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