Argentina y sus reservas: la contabilidad creativa
Días atrás Eduardo Duhalde habló de la necesidad de llevar el tipo de cambio hasta un nivel de $ 4,40. Si lo vemos por el lado de la devaluación que ha hecho Brasil, nuestro principal socio comercial, me parece que Duhalde se quedó corto. Si lo comparamos con el incremento real de los precios internos, no el dibujado por el Indec, también. Pero más allá del número mágico que cada uno puede tener sobre cuánto debería ser el tipo de cambio, hay una realidad que es que el corazón de la política económica se basaba en lo que el Gobierno denomina el tipo de cambio competitivo.
Ese corazón, por diferentes causas, ha sufrido un infarto. La inflación se comió el tipo de cambio real y la Argentina ha vuelto a ser cara en dólares o, si se prefiere, el peso es muy barato, particularmente cuando uno ve el comportamiento arbitrario del matrimonio en las reglas de juego que impone.
Hasta ahora el Gobierno pudo manejar el tipo de cambio gracias a que esgrimía el argumento de los superávits gemelos, esto es, superávit fiscal y superávit de la cuenta corriente del balance de pagos. ¿Qué se vislumbra para 2009? Que el superávit fiscal sólo podrá ser mostrado en los papeles, pero en los hechos no existe desde hace rato. Lo relevante por tener en cuenta por el lado fiscal es lo siguiente. La recaudación impositiva debería tender a bajar o, por lo menos, disminuir notablemente su crecimiento anual, dado que la economía entró en recesión; el BCRA emite menos pesos por la fuga de capitales y, en consecuencia, los impuestos se cobrarán sobre una impuesto inflacionario menor, y el comercio exterior aportará menos ingresos por menores precios y volúmenes, tanto por el lado de las importaciones como por el de las exportaciones.
Hoy el Gobierno no tiene acceso al mercado voluntario de deuda, esto quiere decir que nadie nos presta un dólar. Por lo tanto, para no caer en default, el Gobierno debería generar un superávit fiscal equivalente a los vencimientos de capital e intereses de la deuda que vencen en 2009. Casi US$ 20.000 millones, un número claramente imposible de alcanzar. En este contexto fiscal caben dos posibilidades: se declara el default o se confisca a alguien. Algo parecido a las expectativas de 2001. Si en el tercer trimestre de 2007 ya había comenzado la fuga de capitales, llegando en un año a los US$ 25.000 millones, es fácil imaginar qué puede suceder en un año recesivo, con inflación, con elecciones cruciales en octubre más la sombra del default y la muerte súbita de los superávits gemelos.
La pregunta es ¿qué capacidad tiene el BCRA para hacer frente a una creciente desconfianza de la gente para dominar el tipo de cambio frente a este escenario? Hay tres datos que indicarían que el BCRA no está tan bien parado como intentan mostrar desde el Gobierno. Primero están las regulaciones que estableció el Central para limitar las operaciones de compra de divisas junto con los métodos tipo KGB de Moreno. Si el Central tuviera tantas reservas no sería necesaria tanta histeria del Gobierno para frenar la compra de dólares. Bastaba con que ofertara una buena cantidad para dominar al mercado. Sin embargo, tuvo que recurrir a una metodología muy primitiva para frenar transitoriamente la hemorragia de divisas.
El segundo dato surge de una respuesta del BCRA, del 28 de noviembre pasado, a un pedido de informes de la diputada Nora Ginzburg sobre la situación de las reservas. En primer lugar, cuando la diputada pide la información, el Central responde que eso se publica diariamente en la página del BCRA con dos días de rezago. La realidad es que al momento de escribir esta nota la información tiene 11 días de atraso. O sea que ni ellos parecen conocer lo que ponen en su sitio de Internet. En segundo lugar, cuando la diputada les pregunta cuál es el saldo de las posiciones en contrato de venta a futuro de divisas internacionales se le responde que esas operaciones no afectan las reservas. La pregunta no fue si afectaba las reservas, sino cuál era el saldo. Esta evasiva hace suponer que, efectivamente, deben estar preocupados por las pérdidas que tendrá el Central por esta operatoria que también se utilizó para intentar frenar la suba del dólar. Pero la respuesta agrega que para ello puede remitirse al balance anual de 2007, lo que muestra otra forma de ocultar la información, porque se sabe que los datos de 2007 hoy son de la prehistoria para ver la situación de cuántas divisas vendió a futuro el Central y cuál es la pérdida que hay que estimar.
A la pregunta de la diputada si la deuda con el Banco Internacional de Basilea (BIS) asciende a los US$ 3000 millones, la respuesta textual es: el BIS pide mantener cierto nivel de reserva en las operatorias de cada banco central con esa institución. Pero agrega: "La deuda era sustancialmente menor al monto por Ud. señalado". ¿Qué nos dice esto? Que efectivamente el BCRA tomó deuda para enfrentar la corrida, pero no quiere informar el monto exacto y que parte de esa deuda está colocada en su activo como reservas.
Leyendo detalladamente las respuestas del BCRA surge claramente un intento de no dar toda la información requerida, dado que sistemáticamente la remite al sitio del BCRA y a las solapas correspondientes donde, supuestamente, la diputada podría encontrar la respuesta. Cosa que no es así ya que personalmente reviso casi todos los días los datos del BCRA y falta información relevante.
Números en sí mismos
El tercer dato por tener en cuenta son los números en sí mismos. Al 19 de diciembre pasado el BCRA informaba reservas por US$ 46.297 millones. Pero a ese número hay que restarle US$ 5090 millones que son encajes en dólares de los bancos en el Central, por lo tanto no son un activo, sino un pasivo. También hay que quitar US$ 3000 millones de deuda con el BIS hasta que se demuestre lo contrario; US$ 13.437 millones en pases y letras porque el Central compró reservas contra esa deuda, y unos US$ 2000 millones de pérdidas por operaciones de futuro. La cuenta final da que el BCRA tiene unos US$ 22.770 millones de reservas propios para enfrentar una base monetaria (pesos en circulación y deudas con los bancos) de $ 108.000 millones. Esto quiere decir que por cada dólar propio de reservas que tiene el BCRA hay $ 4,74 en circulación. Bastante lejos de los $ 3,45 que cotiza actualmente y muy lejos si hubiese que otorgar redescuentos a las entidades financieras si hubiera pánico ante el creciente deterioro de las cuentas fiscales y la cercanía del default. Y esta situación es el escenario optimista, porque hay demasiadas inconsistencias en la información del BCRA a tal punto que si se toma el balance al 15 de diciembre pasado (último disponible) la relación da que hay $ 5,93 por cada peso en circulación por cada dólar en las reservas, porque las reservas propias caen a US$ 17.549 millones.
Lo concreto es que de las reservas que declara el Central, menos de la mitad son propias. El resto no le pertenece o es contabilidad creativa para mostrar una fortaleza que no existe para sostener una política económica inconsistente y que "hace agua" por todos lados.
El autor es economista.
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