Guatemala: Beneficios de privatizar
A mediados de los años de 1990 me visitó un grupo de estudiantes de bachillerato. Preguntaron por qué era bueno para la gente el privatizar las telecomunicaciones. Les pedí que subieran la mano quienes tenían teléfono en casa, y de los 30 estudiantes levantaron la mano tres. En seguida pedí que levantaran la mano quienes tenían TV por cable en su casa, y todos levantaron la mano. Todos entendieron el mensaje: tenían cable porque era empresa privada, y no tenían teléfono porque era empresa estatal.
En 1998, tener teléfono era un privilegio caro y no era raro vender uno en US$20 mil (Q150 mil de hoy). No extrañaba un anuncio: ¡se vende teléfono con casa! La mayoría ni soñaba con tener teléfono, y estaba resignada a no poder llamar a la policía, al médico, al pariente, o mercadear sus hortalizas y comprar abastecimiento por teléfono. Ese año había un millón de personas en cola para tener teléfono.
Al pueblo lo habían privado de servicios de comunicaciones, pues Guatel no lo prestaba, y por razones ideológicas prohibieron a los ciudadanos prestar ese servicio, una actividad totalmente pacífica, tan necesaria y beneficiosa y que no infringe derechos de nadie.
Los gobiernos, por ley, se habían arrogado la exclusiva prestación del servicio, y para ello eliminaron las compañías privadas que en su tiempo prestaron servicios modernos y eficientes (Ericsson, Tropical Radio y Western Union) y, establecieron, por ley, el monopolio de la empresa estatal, Guatel.
La Ley Orgánica de Guatel, en su artículo 3, declaraba que “Guatel es la institución responsable de prestar todos los servicios de telecomunicaciones, tanto nacionales como internacionales”, y en su artículo 5 decía: “Para los fines de esta ley, se entiende por servicio de telecomunicaciones, el prestado a través de los sistemas siguientes: telefónico, telegráfico, télex, gentex, teleproceso, radiodifusión, televisión, facsímil y todos aquellos de la misma naturaleza que en el futuro se desarrollen”. (¡Increíble!)
No importaba que ni el Gobierno y menos Guatel tuviera los recursos necesarios, aunque destinara la mayor parte del presupuesto del Estado para invertir para prestar esos servicios a todo el país.
Sin embargo hubo oposición a privatizar la empresa, prefiriendo, por razones ideológicas o ignorancia, privar al pueblo de las facilidades de comunicación con que hoy cuenta.
El beneficio de la privatización se aprecia cuando se considera que si no se hubiese privatizado, no tendríamos esos servicios, cuya eficiencia y precios son admirados por todo el mundo. Antes de Telgua había unas 400 mil líneas fijas, y hoy hay un millón 300 mil.
Hoy hay 25 mil teléfonos públicos y 11 millones de celulares, debido a una gran inversión en equipos y redes de Telgua, Comcel, Telefónica, etc., que cubren todo el país y que igual benefician al lanchero de Atitlán, al que siembra hortaliza en Alotenango, a los transportistas, que a los banqueros y demás actividades de la población. Para apreciar el beneficio de la privatización, imagínese hoy sin teléfono en casa, sin celular o sin servicio de televisión por cable, sin Internet, Wi-Fi, VOIP, enlace digital, audioconferencias, roaming, correo de voz y otras facilidades que jamás hubiese podido prestar la empresa estatal a precios competitivos.
Ahora, en justicia, celebramos los beneficios de la privatización.
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