Perú: ¿Plan anticrisis?
El Comercio, Lima
Políticos y economistas suelen utilizar el lenguaje con descuido. Los unos, presionados por estar vigentes, cometen inevitables 'gaffes'. Los otros, buscando aparentar ser científicos, generan términos que pocos entienden y son víctimas de consensos analíticos que, con frecuencia, son errados. El plan anticrisis es un producto de esa simbiosis entre una desacertada manera de comunicar con un pobre análisis de la situación del Perú, de cara a la crisis que atraviesa el mundo desarrollado.
El uso del término "crisis" para calificar la situación de la economía peruana no pudo ser más infeliz. No cabe duda de que la economía peruana acusará un golpe debido a la recesión en EE.UU. y Europa, sobre todo en aquellos sectores vinculados al crecimiento global. Pero de ahí a calificar de crisis a nuestra situación hay un paso muy largo que dar. El Perú viene experimentando un acelerado crecimiento hacia adentro. No aquel basado en barreras arancelarias y prohibiciones, que propugnaban antaño los sociólogos de la Cepal. Se trata de la penetración de la lógica capitalista. De una frenética actividad económica basada en la propiedad privada y la búsqueda legítima de lucro de pequeños, medianos y grandes empresarios. Son los centros comerciales cada vez más modernos en provincias, Lima Norte y Lima Sur. Es la expansión de la vivienda de calidad y a bajos precios para los sectores C y D.
Este año cerraremos con 9% de crecimiento en promedio. Dicho proceso no se detendrá el próximo año. Solo se desacelerará .¿A quién en sus cabales se le ocurrió hablar de crisis? ¿No nos damos cuenta de que lo que estamos viviendo es un proceso de desarrollo y no un simple crecimiento?
Luego viene aquello de 'anti'. Solo un genio de las comunicaciones debe haberle susurrado al oído al presidente: "Escuche a los empresarios alarmados, haga como todos, saque su plan anticrisis". Lo que necesita a gritos el país es un programa para favorecer el progreso y la confianza, no un plan 'anti' algo. En efecto, una de las características de la crisis actual en los países desarrollados ha sido la crisis de confianza. Nadie cree en nadie en el mercado interbancario. Los bancos desconfían de empresas rentables. Los inversionistas desconfían de los gestores de fondos. Lógico. ¿No era Lehmann Brothers uno de los bancos con más prestigio? ¿No era Citigroup un gigante invencible? ¿No era Bernard Madoff el gestor de inversiones de mayor reputación en Nueva York? En el Perú no se han venido dando las burbujas norteamericanas. No cabe pues hablar de "crisis" para el caso peruano, como ya lo repiten, sobreexcitados con la mala nueva, economistas, líderes gremiales y periodistas de lo económico. Es que es noticia. Es motivo para salir en los medios. El problema es que a punta de repetir la palabreja de marras, terminemos por hacer realidad lo que para el peruano humilde –con las excepciones mencionadas– es hasta el momento una ficción.
Finalmente viene aquello de "plan", como si en una economía de mercado el Estado pudiese, a partir de un plan, reactivar la economía. Esta ficción es compartida por políticos del mundo entero y sorprende que haya economistas que todavía se la crean. ¿No nos acordamos que cuando se ha intentado un plan desde el Estado lo que ha seguido en la historia es una catástrofe? ¿Hemos estudiado historia? Lo único que puede hacer el Estado es generar condiciones para que las empresas salgan adelante y generen más riqueza. No se trata sin duda de quedarse cruzados de brazos. No somos ortodoxos del 'laissez faire'. Pero identifiquemos dónde están las cuerdas de la generación de confianza y del impulso al desarrollo empresarial y, por ende, social. Y, por favor, actuemos.
Concluyamos con tres ideas: 1) Una política monetaria más agresiva de reducción de encajes e interés a fin de dejarle a los bancos regulados la capacidad para no aumentar innecesariamente sus tasas de interés; 2) Una reforma acelerada para reducir las múltiples trabas a la inversión de una burocracia asustada, arrogante o inepta, como aquella que insiste en la "ingeniería social" para aprobar iniciativas privadas (y que se arroga mayor capacidad que el sector privado para tomar iniciativas), o aquella que no le otorga permisos de aguas a proyectos agroindustriales listos para ejecutarse; y 3) Seguir fortaleciendo lo bueno, como lo único rescatable del "plan", a saber, los programas de subsidio directo a la vivienda (otorgados a través del sector financiero privado y sobre la base de proyectos ejecutados por privados).
"Al ministro le falta calle", me decía un banquero amigo. Cierto. Si uno nunca ha interactuado en su vida con el riesgo empresarial, difícilmente podrá comprender las claves para promover el progreso.
Daniel Córdova es Decano de Economía de la UPC
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