La destructiva viveza de los caudillos latinoamericanos
Hay una realidad descrita en el libro de Harrison. No hay duda que existe lo que podemos llamar una mentalidad "tercermundista", que se caracteriza entre otras cosas por las vivezas de corto plazo y la arbitrariedad, que destruyen las bases fundamentales del progreso de largo plazo. Entre lo destruido por la arbitrariedad están la seguridad jurídica y la integridad institucional, que son esenciales para el desarrollo de la sociedad, tanto política como económicamente.
El presidente Rafael Correa, de Ecuador, ha proporcionado un ejemplo clarísimo de esto al anunciar que ha suspendido el pago de la deuda de su país para determinar si debe pagarla, porque él piensa que algunas de ellas no deberían haber sido contraídas por Ecuador.
Esto es el colmo de la viveza latinoamericana, que tanta miseria ha causado a nuestro continente. En la mentalidad tercermundista esta viveza es celebrada como la marca de una gran inteligencia, como si requiriera genio el pensar en lo que cualquier tramposo piensa inmediatamente: tomar prestado dinero y después inventarse una excusa para no pagarlo. La ganancia inmediata es por supuesto que el país podrá gastar en otra cosa lo que se iba a usar para pagar la deuda. Pero esa ganancia, que podría llamarse botín, es temporal. En el largo plazo, por supuesto, lo que hay es una pérdida para el país porque nadie querrá después prestarle dinero al vivo.
Es lo que le pasa a Argentina ahora, después que hizo un gran botín al no pagar lo que le debía a gente pensionada en Italia, que habían comprado durante la década de los noventa los bonos argentinos para sufragarse sus gastos en su ancianidad. ¡Qué listo fue el gobierno del presidente Kirchner en dejar sumidos en la miseria a los viejos italianos! Ahora, que Argentina vuelve a tener necesidad de tomar prestado dinero, nadie le presta –pero la presidenta Kirchner, que es bien viva también, hizo botín de otras pensiones, ahora las de los argentinos mismos–. Por supuesto, va a llegar el momento en el que el gobierno no tendrá más recursos que expropiar y pagará sus vivezas con una crisis tan seria como las que Argentina, en esa misma viveza, ha acostumbrado tener cada década.
Contemplando estas vivezas uno se pregunta cómo es posible que todavía haya gente que tome en serio las ideas que se lanzan periódicamente de crear instituciones financieras multilaterales latinoamericanas, como el Banco del Sur propuesto por el presidente Chávez de Venezuela, que supuestamente sustituiría al Banco Interamericano de Desarrollo, al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. Los que creen que esto puede funcionar sólo tienen que ver lo que ha hecho el primer Kirchner y lo que están haciendo los presidentes Correa y segundo Kirchner para darse cuenta del desastre que ese banco sería y lo pésima que sería la idea de que el gobierno salvadoreño invirtiera en su capital.
Dicha inversión tendría que hacerse con recursos de impuestos que no se invertirían en escuelas, hospitales o infraestructura esenciales para el país sino en las acciones de ese banco, sólo para descubrir unos años después que un vivazo latinoamericano dijera que no pagará los préstamos hechos con ese capital. Los que creen que estas vivezas no se harán a hermanos latinoamericanos que se fijen en lo que Ecuador está haciendo con el Banco Brasileño de Fomento –no le quieren pagar el préstamo que dio para que construyeran una represa porque dicen que ésta tiene fallas, algo de lo que obviamente es una falla de la supervisión que Ecuador mismo debería de haber realizado–. Es como si usted contratara a un constructor para que le hiciera una casa, no supervisara su trabajo y después, al descubrir que tiene muchos defectos le dijera al banco que le financió la construcción que no le va a pagar por esta razón. En todo caso, usted podría demandar al constructor, no al banco.
¿Qué puede hacer Brasil? ¿Aceptar en nombre de la hermandad latinoamericana que el pueblo brasileño, que ahorró para capitalizar el Banco de Fomento, pierda su dinero que tanto le cuesta? ¿O exigir que le paguen en nombre de la solidaridad con sus propios ciudadanos?
La lección es que el que con niños se acuesta mojado se levanta. Jamás debemos invertir ni un centavo en este tipo de instituciones promovidas por caudillos vivazos que creen que pueden hacer lo que les da la gana.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 8 de junio, 2012
- 21 de noviembre, 2024
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