Dinosaurios con ruedas
13 de diciembre, 2008
13 de diciembre, 2008
Dinosaurios con ruedas
Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que se decía: «Lo que es bueno para la General Motors, es bueno para los Estados Unidos». Hoy, la General Motors, la Ford y la Chrysler piden ayuda a Washington al grito de: «Lo que es malo para nosotras, es malo para los Estados Unidos». La Cámara de Representantes está dispuesta a cederles 14.000 millones de dólares a cambio de que presenten un plan de reestructuración general, se sometan al control de un «zar» gubernativo y recorten en 2011 los sueldos de ejecutivos y trabajadores.
En el Senado, sin embargo, los republicanos quieren que esos recortes empiecen de inmediato. Aparte de considerar que este tipo de parches ya no sirven para la industria automovilística norteamericana. Tiene que declararse en bancarrota y empezar todo de nuevo: diseño, fabricación, normas de trabajo, contratos laborales. Lo que posiblemente significará la desaparición de una o dos marcas importantes, pues nadie compra un coche con la duda de si seguirá fabricándose. Y hay millones de puestos de trabajo en juego. O sea que la situación se las trae.
¿Cómo ha podido llegarse aquí? Pues por el fallo de muchas cosas, empezando por la planificación. Detroit, sede de las Tres Grandes, ha construido pensando en el presente, no en el futuro. Pero el futuro ya está aquí. Se lo voy a explicar con un ejemplo: los famosos modelo T, que Henry Ford fabricó hace casi un siglo, consumían la misma gasolina que los coches que hoy fabrica la Ford. Y eso que la crisis del petróleo de los años 70 nos advirtió.
Pero Detroit no hizo caso y apostó por los SUVS, esa especie de jeeps lujosos y caros, que encantan a los jóvenes ejecutivos y beben más que consumen gasolina. Cuando lo que tenía que haber hecho era tener previstos coches más económicos, más frugales, coches para tiempos de crisis, como los que corren. Los «híbridos», por ejemplo, que funcionan con doble motor, eléctrico y de gasolina, que posiblemente sean los coches del futuro. «Nuestro mayor error -admite uno de esos ejecutivos- es no haber diseñado una batería de automóvil que le permita recorrer 300 millas sin recargarla».
¿Están todavía a tiempo? Es lo que se discute en Washington. Como si conviene dejar en sus puestos a los directivos que no hicieron la renovación en su momento. «Se ha hecho con los banqueros -protestan los afectados- ¿Por qué no con nosotros?» Pues porque se puede dejar caer Detroit, con dolor, eso sí, pero no Wall Street.
Si estas son las perspectivas de la industria automovilística norteamericana, pueden imaginar cuáles son las de la española, mero apéndice de la extranjera, fiel a nuestro lema de «que inventen ellos». Nada va a ser lo mismo en el mundo del automóvil. Todo va a ser más pequeño, más frugal, más modesto. Y cuanto antes lo asuman sus directivos y trabajadores, mejor. La ley de la evolución condena al que no se adapta a las nuevas circunstancias. Así acabaron los dinosaurios. Y nuestra industria es sólo su rabo. Dinosaurios son los que piden ayuda en Washington.
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