Joven, narcisista, audaz, vengativo
12 de diciembre, 2008
12 de diciembre, 2008
Joven, narcisista, audaz, vengativo
Aunque Chicago está acostumbrado a todo tipo de escándalos políticos, que el gobernador del Estado de Illinois pusiera en pública subasta el escaño que Obama deja en el Senado, como le acusa la Fiscalía, sobrepasa todo lo visto hasta la fecha. El pájaro, como posiblemente hayan oído, se llama Rod Blagojevich y estaba ya siendo investigado por otros escándalos, lo que demuestra que, aparte de corrupto, era tonto, pues debería saber que tenían pinchado su teléfono, por el que le pillaron exigiendo dinero o cargos mejor remunerados para él y para su mujer a cambio de ese escaño en Washington. ¿Cómo es posible que ocurran estas cosas en la primera democracia del mundo?, se preguntarán ustedes. Pues más sencillo de lo que parece.
La corrupción se da en todas partes, aunque, naturalmente, en muy diversos grados. El político corrupto empieza vendiendo pequeños favores -multas de tráfico, licencias de pesca-, que pasan desapercibidos. Lo malo es que se acostumbra a ello y cuando se convierte en un pez gordo, los favores que hace son también gordos, como las comisiones que cobra. Y eso ya no pasa tan desapercibido.
Hay dos clases de políticos: los que dejan una lucrativa y brillante carrera privada para dedicarse a la política, y los que hacen de la política su carrera, al no tener otra. Suelen ser los más peligrosos, pues terminan creyéndose que el cargo les pertenece, como una cátedra que hubieran ganado o una empresa que hubiesen constituido. En otras palabras: en vez de servir a la ciudadanía, se sirven de ella.
El mejor medio de evitarlo sería limitar el tiempo que puede ocupase un cargo público, con lo que diferenciaríamos el que «vive de la política», del que «vive para la política». Pero a tanto no ha llegado ni siquiera la democracia norteamericana con sus dos siglos a cuestas. A lo más que ha llegado es a meterles en la cárcel, y no siempre.
Rod Blagojevich, joven, simpático, narcisista, vengativo, audaz hasta la temeridad, según le describen quienes le conocen, aunque también, con tendencia a fantasear y sin el menor principio ético o escrúpulo moral, es el prototipo de ellos. Como tantos otros, ha terminado siendo víctima de su ambición desaforada. Pero no está dispuesto a hundirse solo, y ha iniciado su defensa acusando al hijo del líder de Derechos Civiles Jesse Jackson de ofrecerle millones de dólares por el cargo.
La última, o mejor dicho, primera pregunta que plantea el caso es ¿cómo afecta a Obama, origen involuntario de todo él? Pues Obama se ha librado de la quema gracias al desparpajo del encartado, que en una de las conversaciones que le grabaron se queja amargamente de que el presidente electo «sólo está dispuesto a darme las gracias a cambio de elegir para sucederle en el Senado a alguien que le ayude a gobernar». Una muestra de que este hombre quería cobrar de todo el mundo.
Y una prueba de que, en política, con quien más cuidado hay que tener es con los del propio partido.
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