La mejor aliada
Bogotá – Ha sido la mejor aliada de su batalla contra las Farc desde que fue liberada. Ingrid Betancourt complementa en el exterior lo que Álvaro Uribe hace en casa. Quien fuera candidata presidencial está irrigando por las sedes presidenciales latinoamericanas dos mensajes que el mandatario colombiano necesitaba plantar: la guerrilla es una banda criminal sin sentido, asociada al narcotráfico, y las Fuerzas Militares tiene que ejercer presión armada.
Parecerían obvias y nada originales, dado que permaneció más de seis años en sus manos en condiciones infrahumanas. Pero son un vuelco de lo que los opositores de Uribe y algunos de sus colegas de la región esperaban. Y ningún otro colombiano tiene una voz hoy día tan potente en el extranjero en esas cuestiones como la Betancourt.
Antes de la Operación Jaque, el mayor obstáculo a la política de seguridad gubernamental, que ya no es otra cosa que acabar con las Farc, eran los secuestrados, en especial la ciudadana colombo-francesa. Ante la incapacidad manifiesta de sacarlos de la selva, Uribe se vio obligado a agachar la cabeza y aceptar la mediación de diferentes Presidentes foráneos. Chávez y Sarkozy solían puentearlo en aras de la suprema libertad de la cautiva.
Lo grave para Uribe, al margen de tener que enterarse por la prensa de lo que hacían ambos, era el oxígeno que le daban la guerrilla. Sabía que para derrotarla requería cerrarle todas las salidas, incluida la política.
Y eso es lo que consiguió con “Jaque” y, más importante aún, con Betancourt. A diferencia de su madre, que se pasó los años de su secuestro lanzando diatribas contra Uribe, tachándole poco menos que de dictadorzuelo, su hija aprueba su gestión y deja a las Farc sin armas políticas para jugar en el extranjero.
La gira que está próxima a terminar, ha sido un paso más en el aislamiento internacional del grupo subversivo. De buscar un acuerdo humanitario con las Farc o incluso plantear alguna suerte de reconocimiento de beligerancia a cambio de los rehenes, se ven de alguna forma obligados a sumarse a la exigencia de Betancourt de los dejen regresar a sus casas sin contraprestaciones.
Por eso el domingo y el lunes Álvaro Uribe salió a descalificar con acritud los intentos de un grupo de ciudadanos, liderados por la senadora Piedad Córdoba, de establecer con las Farc “un diálogo epistolar” encaminado a buscar una salida política a la guerra.
En la segunda de las dos cartas enviadas hasta la fecha, le piden a la guerrilla lo mismo que Ingrid, que liberen a todos, solicitud no fue fácil de consensuar porque algunos de los firmantes temían provocar un portazo de sus interlocutores. Sin embargo, otros, como Córdoba, están convencidos de que dará sus frutos y que en estas Navidades habrá liberaciones.
Uribe teme que de ser cierto, sus críticos vuelvan a las andadas y en lugar de rescate militar o traición de algún secuestrador, como ocurrió en el caso del ex senador Oscar Tulio Lizcano (su guardián, “Isaza”, huyó con él), cobre de nuevo vigencia el acuerdo que él se resiste a que lo apelliden “humanitario”. Las Farc podrían recuperar un espacio político que ya no tienen en ninguna parte y, de paso, cuestionar la vía militar como único recurso para derrotarlos.
Lo ideal para Uribe es que esta misma semana Ingrid Betancourt viaje a París llevándose con ella a “Isaza”, fiel a la promesa de dar refugio en Francia a los renegados de la guerrilla que traigan a la libertad a un secuestrado. Y que su Ejército, que trabaja a todo gas, logre antes de terminar el año un rescate o la cabeza de un jerifalte fariano.
Dada la tradicional miopía política de las Farc, es difícil pensar que aprovecharán la oportunidad de asestarle un golpe a su acérrimo enemigo y, de paso, a Ingrid, soltando a cuatro o cinco. Piedad Córdoba, desacreditada en el país y cercana a ellos, necesita tanto como los rehenes ese gesto. Si logra convencerlos o no, lo sabremos pronto.
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