Es un crash, no un crack
28 de noviembre, 2008
28 de noviembre, 2008
Es un crash, no un crack
Me refiero a crack. La he visto en periódicos, revistas, ensayos y por este camino, pronto aparecerá en libros. Siendo habitual en tertulias, boletines, telediarios, incluso en debates parlamentarios para designar el descalabro sufrido por las bolsas.
Pero resulta que crack, en inglés, no significa eso. Significa «grieta», «hendidura», «chasquido», algo parecido pero no lo mismo. Y, desde luego, nunca usada por ingleses y norteamericanos para designar lo que acaba de acontecer en Wall Street.
La palabra que ellos usan para tal descalabro, nacida en la crisis de 1929 y perpetuada desde entonces, es crash, que en su primera acepción significa «choque con daños entre vehículos», y en la segunda, «quiebra, caída súbita de los valores financieros, desplome económico».
Así que ya lo saben: lo que hemos tenido y seguimos teniendo es un crash, no un crack. Aunque mucho me temo que se imponga lo de crack, primero, porque es mucho más fácil de pronunciar para los españoles y, segundo, porque con las palabras ocurre un poco lo que con las monedas: que la falsa acaba por desplazar a la verdadera. Aunque nos convendría saber que estamos usando la falsa, no nos vaya a ocurrir lo que con las hipotecas basuras, que las tomamos por buenas, y ya ven lo caro que lo estamos pagando.
Mis temores se basan en lo ocurrido con otros dos vocablos ingleses que se han colado de rondón en nuestra lengua, estando ya en la calle, con erróneo significado para más inri. Ya el maestro Carreter intentó poner orden en ellos, sin lograrlo. El primero es derby (con minúscula). «Una carrera o competición en la que cualquiera puede participar», lo define el Macmillan Dictionary. Mientras el de Oxford puntualiza: «Derby (con mayúscula), carrera anual de caballos en Epsom, que por ampliación puede extenderse a cualquier acontecimiento deportivo.»
En España, sin embargo, se la usa para designar el encuentro entre dos equipos locales, o sea lo que antes se llamaba «un partido de la máxima rivalidad». Algo que nada tiene que ver con carreras de caballos ni, casi, con acontecimientos deportivos, pues tales encuentros suelen ser, deportivamente hablando, de bastante baja calidad, que viene compensada por las pasiones que despiertan. Por no hablar ya del despliegue de elegancia decimonónica que se exhibe en el hipódromo de Epsom, sustituida en nuestros estadios por batallas campales y cargas policiales en tales ocasiones.
Pero el término ha cuajado y me temo que sea ya imposible de desarraigar. Si la hipocresía, según De la Rochefoucauld, es el homenaje que el vicio rinde a la virtud, tal vez nuestros derbies sean nuestro homenaje a una elegancia desaparecida de los espacios públicos, congreso incluido.
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