«Tengo una camiseta con la cara del Che y no sé por qué»
Por Saul Godoy Gómez
El Universal
Si alguien necesita conocer de lo poderoso y sofisticado de la maquinaria de propaganda comunista, el mito del Che Guevara es la mejor prueba, se trata de uno de los productos publicitarios mejor elaborado (en el sentido de que fue vaciado de contenido para llenarlo de moda) y de gran penetración en el mercado mundial, sobre todo entre los jóvenes. En Venezuela el aparato comunicacional del régimen chavista está llevando a cabo una de las campañas mediáticas mejor coordinadas y perversamente planificadas, para llenarle la mente a nuestros muchachos de basura ideológica socialista utilizando como ariete la figura de este criminal.
Convertir al Che en icono, como «defensor de la libertad», requirió de la participación de muchos cerebros, incluso de Madison Avenue, Hollywood y no pocos artistas y estrellas de rock, que se prestaron a lucir imágenes del Che en sus atuendos, sobre todo la popular fotografía de Alberto Korda.
Pocos jóvenes se atreven a ir un poco más allá de lo que le dicen en conciertos y mitines sobre este «revolucionario modelo», pocos los que se toman la molestia de investigar sobre el pasado del «Monstruo de La Cabaña», de cuestionar el folklore creado obviando los ríos de sangre que este hombre maléfico dejó a su paso, las economías destruidas, los hogares saqueados y el cerro de mentiras disfrazadas de humanismo; si nuestros muchachos pudieran practicar aunque fuera un poco de pensamiento crítico y hurgaran en la historia, se darían cuenta del fraude y la impostura del modelo que el socialismo bolivariano quiere imponerles.
Ni siquiera era médico como pretende la propaganda, cuando Fidel se lo encontró en México no era más que un vagabundo fanatizado por el hambre y la necesidad; Fidel lo toma bajo su ala oliéndose que pudiera serle útil en algún momento, cosa en la que no se equivocó, pero se le hizo tan incómodo una vez que agarró vuelo, que tuvo prácticamente que empujarlo a la suicida aventura de Bolivia, donde murió a causa de su propia torpeza.
Al Che le gustaba matar a la gente, condenó a más de quinientas personas al paredón en la fortaleza de La Cabaña, muchos de los tiros de gracias los daba él personalmente, y hay testimonios de cómo ejecutaba jóvenes arrodillados en el piso y disparaba en contra de los presos detrás de las rejas. Anteriormente se había distinguido como el verdugo del comunista guatemalteco Jacobo Arbenz antes que lo tumbaran en 1954, y muchas son las historias de su crueldad en la tortura y ejecuciones sumariales en La Sierra, en Cuba.
Ernesto Che Guevara era un sádico y un suicida, su culto a la muerte y la autoinmolación lo convierten en el mártir perfecto para adoradores de La Parca, como lo son los socialistas bolivarianos; fue un fracasado en la política, sus pasantías como director del Banco Nacional de Cuba, del Ministerio de Industria y del Instituto Nacional para la Reforma Agraria sólo dejaron quiebras y crisis en el gobierno, arruinó la producción de caña de azúcar, instauró el racionamiento de alimentos y no pudo cumplir con ninguno de los índices de crecimiento que se jactaba en anunciar, lo que sí desarrolló a la perfección fue el sistema de Campos de Trabajo Forzado donde enviaba a los sospechosos de ser contrarrevolucionarios como mano de obra esclava. Como jefe militar igualmente resultó un inepto, en la toma de la ciudad de Santa Clara en Cuba, supuestamente su más brillante triunfo militar, todavía se discute si el comandante del tren asaltado por los guerrilleros había aceptado sobornos y pactado su entrega. Todos los focos guerrilleros planificados por el Che en Centroamérica y el Caribe fueron aplastados, su aventura en el Congo fue una estrepitosa derrota, finalmente su esfuerzo en Latinoamérica corrió la misma suerte hasta que murió, prácticamente en un suicidio anunciado, en las selvas de Bolivia, sin ni siquiera haber convencido a un solo campesino de que se uniera a su causa.
Su trabajo intelectual está a la vista, sus escritos son sólo un enorme panegírico al sistema totalitario soviético, su apología a la violencia y a la muerte se desplegaban desde sus famosos Diarios de Motocicleta, por cierto una de las tantas pruebas de que el Che nunca se graduó en la escuela de medicina. En uno de sus discursos más lamentables, el filósofo marxista venezolano Ludovico Silva, en 1978, en la UCV, hace un justificativo de los principales postulados doctrinales del Che, la internacionalización de la lucha armada en Latinoamérica, el desarrollo de la conciencia revolucionaria, la construcción del hombre nuevo y la cultura y el arte como esclavas de la revolución socialista, un documento preñado de una ideología opresora con caretas de liberación y humanismo.
- 23 de julio, 2015
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