Argentina: Olor a 2001
Mientras el gobierno utiliza una tecnología tipo KGB para intentar contener la suba del dólar, la fuerte suba de las tasas de interés pasivas, es decir, la que se le paga a los depositantes por un plazo fijo, refleja una realidad que, con métodos muy primitivos, el secretario Moreno pretende esconder el miedo que tiene la gente ante los reiterados avances sobre los derechos de propiedad que ejerce el gobierno.
En vez de mandar a inspectores a los bancos y casas de cambios para asustar a quienes desean poner sus ahorros fuera del alcance de un Estado depredador, lo que debería preguntarse el gobierno es: ¿por qué la gente vende pesos y compra dólares para meterlos en una caja de seguridad? ¿Qué es lo que genera tanta desconfianza en la población? Si se formularan esta pregunta y se contestaran con honestidad, descubrirían que la gente ha recibido un claro mensaje de los Kirchner a través de sus medidas, discurso y comportamiento. El mensaje que le enviaron a la población es: estoy dispuesto a violar todos los derechos de propiedad que sean necesarios con tal de mantener la caja que necesito para no perder el poder. Por lo tanto, aquí no hay ningún misterio o conspiración, lo que hay es una fuerte y creciente desconfianza hacia un gobierno que, además de perder la confianza de la gente en su gestión, ha metido a la Argentina una situación económica que, por momentos, tiene olor a 2001.
Recordemos algunos hechos del 2001. A principios de ese año el gobierno de ese momento hizo un canje de deuda a tasas similares a las que le pago este gobierno al último préstamo de Chávez. Un hombre que se llena la boca con el socialismo del siglo XXI pero que, al momento de hacer negocios, es más capitalista que Adam Smith.
A mediados del 2001 tuvo que anunciarse el famoso déficit cero para tratar de convencer a la población que las cuentas fiscales iban a ser dominadas. El interrogante de la gente era: ¿qué ocurre si no les alcanza el dinero? Comenzó el miedo y el Congreso sancionó la ley de intangibilidad de los depósitos, que luego el mismo Congreso se encargó de hacer tangibles. Las tasas de interés comenzaron a subir para retener a los depositantes. Igual que ahora. La gente sabe que los números no le cierran al gobierno porque él mismo se encargó de avisarles con la confiscación de los ahorros en las AFJP.
También en el 2001 el Estado se financió con las AFJP colocándoles bonos por la fuerza. En esta oportunidad directamente fueron por los ahorros de la gente en las AFJP sin ningún tipo de prejuicios, argumentando que el Estado es más confiable para administrar los dineros de la gente. ¿Quién puede creer que este gobierno puede dar garantías de confiabilidad en el manejo de los fondos públicos si todavía no pudieron dar una explicación creíble sobre dónde están los famosos fondos de Santa Cruz?
En el 2001 Argentina tenía cerrado el acceso al mercado voluntario de deuda. Hoy también ese mercado esta herméticamente cerrado, mientras el riesgo país se ubica en niveles iguales a los que teníamos en septiembre del 2001. Por arriba de los 1600 puntos básicos.
La tan declamada política de desendeudamiento se ha traducido en que hoy el stock de deuda pública está levemente por encima del que había en diciembre del 2001 antes del default. Y la situación no ha sido más complicada gracias a las caricaturas del IPC que mensualmente nos entregan. Caso contrario, los $ 180.000 millones de bonos ajustables por CER ya habrían hecho más estragos en las cuentas públicas de los que se hicieron. Un default encubierto.
Si miramos el tipo de cambio real, medido por el índice de precios mayoristas del INDEC y descontada la inflación de EE.UU., hoy es solo un 19% más alto que el del 1 a 1. Y, como reflexión, cabe agregar que hoy el sector agropecuario tiene un tipo de cambio peor que en la convertibilidad porque si al 19% de diferencia se le restan las retenciones, el exportador recibe menos pesos por cada dólar exportado que los que recibía en los 90. Solo lo salva, parcialmente, que los precios los commodities están más altos que en aquellos años. Pero los costos de producción también subieron.
A principios de 1999 Brasil, nuestro principal socio comercial, devaluó su moneda. Igual que ahora.
En el 2001 el gasto público consolidado (nación, provincias y municipios) sumaba U$S 96.000 millones y en el 2007 llegó a los U$S 98.400 millones. Medido contra el PIB, en el 2001 era del 35,7% y el año pasado llegó al 37,8%. El nivel más alto de los últimos 15 años.
El nivel de actividad en el 2001 mostraba recesión. Ahora la economía ya no se desacelera. Empieza a disminuir. La caída en la demanda laboral entre diciembre del 2007 y octubre de este año llega al 33% en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires y solo la presión del gobierno impidió despidos importantes. Al igual que en el 2001, la gente comienza a tener miedo a perder su trabajo, reduciendo el consumo.
Pero a diferencia de la actualidad, en el 2001 no teníamos la distorsión de precios relativos que hoy impera gracias a los controles de precios, prohibiciones de exportación, cupos y demás medidas intervencionistas.
La otra diferencia es que el grueso de los depósitos en el 2001 estaba en dólares, con lo cual el BCRA no podía actuar como prestamista de última instancia porque no podía emitir dólares. Ahora el grueso de los depósitos está en pesos y el BCRA puede actuar como prestamista de última instancia emitiendo moneda, pero a costas de una llamarada inflacionaria.
También hay otra diferencia con el 2001. En aquel año no había inflación. Hoy hay inflación con un nivel de actividad económica que empieza a caer. Ahora la situación es más complicada, inflación con recesión.
En síntesis, en el 2001 teníamos un gobierno con baja imagen positiva, nivel de actividad en disminución, alto endeudamiento, cerrado el acceso a los mercados voluntarios de deuda, serios problemas fiscales, riesgo país en alza, suba en las tasas de interés, miedos a confiscaciones y desconfianza de la población en el gobierno con baja imagen presidencial.
El lector puede tildar cada uno de los puntos señalados y comparar con la actualidad, y no se olvide de agregarle distorsión de precios relativos, un tipo de cambio real similar al de diciembre del 2001 y maraña de subsidios insostenibles en el tiempo. El olor es parecido, pero más intenso por las distorsiones introducidas.
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