“Crónica de una muerte anunciada”
Fue triste ver a John McCain en el programa dominical “Meet the press”. A pesar de presentarse con el ánimo de un adolescente y la sonrisa de un niño, su tez estriada y su cuerpo cansado transmitieron una señal de mal agüero que hacían notar su ocaso político.
Había comenzado con el pie derecho en su camino a la presidencia, pero a medida que se ha estado acercando a su destino final, los errores de sus asesores y sus propias decisiones magras, han hecho que la Casa Blanca se encuentre a una distancia insólita y muy difícil de alcanzar.
Al igual que en otras ocasiones, durante la entrevista con el experimentado periodista, Tom Brokaw, el candidato republicano nuevamente dejó ir otra oportunidad para convencer a la gente que tiene todos los dotes para ser presidente.
Como todo periodista agalludo, que busca elevar los ratings de su programa televisivo y crear polémica en el mundo mediático, Brokaw conspiró contra su invitado. Haciendo uso de datos estadísticos, que claramente hacían entrever la existencia de un romance político entre McCain y Bush durante los últimos ocho años, el periodista buscó una respuesta concisa que explicara por qué McCain votó 92% a favor de las políticas de Bush.
McCain no supo si levantarse e incriminar al conductor de televisión, tal como una vez ocurrió con el ex presidente de México, Vicente Fox, quién insultó sin una razón racional a Rubén Luengas, conductor de un noticiero de Telemundo.
Por lo menos McCain no actuó de manera brusca, auque su disgusto se pudo apreciar a leguas. Dibujó una sonrisa irónica, y lamentó que los datos de las empresas que registran las tendencias electorales estaban contaminados por datos tendenciosos.
Por otra parte, McCain no quiso hacer alguna observación en torno a los comentarios controversiales vertidos por el evangelista Rush Limbaugh. En su programa de radio, Limbaugh subrayó que el apoyo del ex general Colin Powell a Barack Obama fue una maniobra racial. “Fue la raza”, señaló varias veces.
No quiso criticar a un personaje que, quieran o no los republicanos, es un símbolo de las bases religiosas de ese partido.
En otras palabras, parece que McCain ha estado siguiendo paso a paso el guión de una de las obras del magistral escritor colombiano Gabriel García Márquez. Su campaña política empezó con titubeos a finales del año pasado, se nutrió de fuerza con su victoria en las elecciones primarias, pero luego fue transmitiendo la “crónica de una muerte anunciada”.
McCain nunca fue el candidato favorito de su partido. Fue demasiado liberal para el gusto de algunos republicanos, nunca tuvo afinidad con las políticas de quienes se consideran “conservadores sociales”. Los grupos antiemigrantes, como el Proyecto Minuteman o Save Our State, nunca lo quisieron.
Queda claro entonces que McCain prefirió dar cabida inicial a las bases de su partido. Por eso eligió como vicepresidenta a Sarah Palin, quién es conocida por su conservadurismo cerrado y su fundamentalismo religioso.
A McCain se le olvidó que las elecciones no ganan las bases de un partido –esos votan por sus candidatos aunque no les guste— sino el electorado indeciso o independiente. Su reacción parece ser muy tarde. Barack Obama ya le ha tomado la delantera con los votantes independientes.
Ela utor es rofesor universitario.
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