A, B, C, Control (II)
(Vea aquí la parte I de este trabajo)
¿Y, ahora, cual control? Control del pueblo sobre las fuerzas armadas. Control democrático del pueblo sobre las fuerzas armadas. ¿Cómo le gusta? Eso. Como usted quiera; pero en democracia, el pueblo, la ciudadanía tiene legitimo derecho a mantener un control y vigilancia permanente sobre las fuerzas armadas de su país. El pueblo tiene derecho a estar vigilante sobre todo cuanto concierne y, sobre todo, cuanto hace y acontece con y en las fuerzas armadas. Es un requisito para un pueblo que viva en democracia plural y una necesidad para asegurarse de que las fuerzas armadas del país no sean usadas de manera personal por quienes han sido electos a los cargos públicos ni por el partido político de turno en el poder. Y menos al servicio personal y familiar y grupal y/o oligárquico del detentador del cargo cabeza del gobierno. Y tampoco al servicio de un país o gobierno extranjero, eso es traición a la patria.
¿Debe ser o ya paso la hora de hablar y discutir sobre las relaciones entre civiles y militares? Ese tema fue discutido y resuelto y plasmado en la constitución de 1961. Se pretendía que los militares estarían al servicio del Estado únicamente y sometidos al poder civil. Pero es un tema de obligatorio y permanente debate en una democracia plural.
Hoy, con más razón, cuando por motivaciones unipersonales y hegemónicos hemos llegado a una dictadura y se decretó, en la oscuridad, a espaldas del pueblo y violando la constitución vigente, la conversión de las fuerzas armadas en unos jenízaros, beyliks, azabs, basibozuk y mercaderes, con un comandante auto ascendido a grados superiores militares no logrados por capacitación y estudios ni ganados en actividad ni en campos de batallas y, de paso, subordinado y dirigido desde Cuba y al servicio de un proyecto socialista, comunista, extraño a la idiosincrasia nacional, bajo la supuesta premisa de revisar el proceso histórico republicano, nada mas y nada menos que de la América del Sur y para enfrentar un supuesto enemigo que solo vive como bandera ideológica y política en la mente del comandante de los rojos, rojitos e integrantes del eje del mal, quienes solo buscan vivir sin trabajar, de la renta petrolera venezolana y someter a la esclavitud y a la miseria al pueblo.
En el mundo democrático actual nadie discute el control civil, del pueblo, sobre las fuerzas armadas de un país democrático y plural, eso esta, ya, sobrentendido. No requiere mayores consideraciones. Eso esta, incluso, en la Carta Democrática Interamericana, es ley de la Republica, cuando se refiere a la subordinación de todas las instituciones del estado a la autoridad civil legalmente constituida, las cuales son producto de elecciones libres y democráticas con aceptación de la mayoría calificada del pueblo, por lo menos.
Es bueno recordar que en la América Latina, en los últimos dos decenios, la mayoría de sus gobiernos son de origen democrático, por voto. Que uno de los últimos cuartelazos, golpes de estado, precisamente lo intento, en 1992, el actual mandatario venezolano y que de las malas experiencias militaristas todavía esta vivo el recuerdo de sus excesos represivos y de sus pésimas administraciones. El pueblo lo recuerda. Lo curioso: hacer gobernante a un golpista.
En varios círculos se continúa la discusión sobre la función de las Fuerzas Armadas en las democracias latinoamericanas y se va desde su papel en la defensa de la soberanía y la integridad territorial hasta la crítica y su posible nuevo rol, dada las nuevas circunstancias globalizantes conocidas. Se les critica su estado y acción actual y se expresan ideas sobre la posibilidad de una cierta participación en nuevos escenarios, como por ejemplo: cooperación con la ONU y/o otros países en el mantenimiento de la paz interna en una región, en algún tipo de actividad especifica social de emergencia, y apoyo a la población en caso de desastres naturales o no, etc.; pero, casi de inmediato, surge la duda al ponerlos en contacto con realidades para las cuales no han sido formadas y entrenadas que, definitivamente, no van acorde con la finalidad para la cual fueron concebidas. Lo acontecido en los últimos diez años en Venezuela con las FA es una muestra. El desastre, al incorporarse a tareas de gobierno, y la corrupción no pueden ser mayores y el descuido de algunas funciones básicas: ahora la frontera esta en manos de la guerrilla, del narcotráfico y de la delincuencia de todo tipo y tenor, por ejemplo. Se dio lo improbable, como dice el pueblo, “el remedio es peor que la enfermedad”.
Es dificultoso, sobre todo en América Latina, reformar, en cada país, su sistema de defensa. Es costoso en lo económico porque habría que destinar recursos muy necesarios para satisfacer necesidades básicas del pueblo y eso, cuando hay tantas insuficiencias, no es comprensible ni asimilable fácilmente por el pueblo y menos cuando existen dolorosas experiencias con militares como cabezas de gobierno.
A lo anterior debe sumársele la consideración de algunos estudiosos, según la cual, existe debilidad y precariedad en las instituciones y en los factores dominantes en la sociedad organizada, así como el hecho de que las FA, como depositarias de medios materiales poderosos, ejercen presión, coerción y violencia para conseguir supuestos objetivos que le son propios, como lugar, prebendas y prestigio. Son muy escasas las organizaciones de la sociedad, sobre todo los partidos políticos, capaces de hacerle frente a esa situación.
¿Están los militares, las FA, en capacidad de “opinar” si un gobierno violo o no la constitución?
Sencillamente pueden estar en capacidad de hacerlo; pero les esta vedado actuar en consecuencia porque no están para eso. Ese no es su rol asignado y su ingerencia inclina la balanza y eso pone en riesgo y echa por tierra la subordinación al poder civil, lo cual es un deber y una función en toda democracia plural.
Cuando el sistema democrático plural es débil, no funciona a cabalidad, no se guardan con fuertes castigos los valores democráticos; cuando el sistema judicial no es independiente; cuando los líderes políticos y sociales no están consustanciados con el pueblo; cuando, además, poco o nada se ocupan de la seguridad y defensa del país, se abona el campo para las intervenciones militares y salidas de fuerza. Seguimos en el próximo. ¡Más palabras, más acción! ¿Cabe repetir “queremos saber”? ¿Seremos capaces de reaccionar?
¿La dirigencia opositora, por fin, descubrirá las prioridades?
“El marxismo es un desastre probado. Y los marxistas lo saben. La historia elemental no es ningún secreto”, Fred Reed, 1945, Tecnólogo y columnista, USA.
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