Cuarenta años de infamia
Por Frank Calzón
Diario Las Americas
Cuarenta años después de la cruenta invasión soviética que aplastó la esperanza de libertad que fue la Primavera de Praga en 1968, ruedan los tanques rusos por la campiña georgiana. Entonces Fidel Castro aprobó la invasión soviética, hoy Raúl Castro aprueba la invasión rusa, otra operación militar cubierta de sangre y defendida por las mentiras más abyectas.
Entonces algunos activistas pro-castristas radicados en los Estados Unidos, defendían la “revolución cubana”, hoy la Profesora Marifeli Pérez Stable de la Universidad Internacional de la Florida insiste en que este es el momento para “normalizar las relaciones con Cuba.” Con Cuba, dice ella, con la Cuba de los Castros, traduzco yo.
Sobre la agresión rusa en la pequeña Georgia, dijo la cancillería castrista que todo se debía “a la complicidad de Georgia con el gobierno norteamericano”. Fidel, molesto con la valentía de la República Checa y de Polonia, acusó a las dos naciones de “actuar como protectorados de Estados Unidos.” Ahora es el señor Hugo Chávez el que dice que “este conflicto fue planificado, preparado y ordenado por el gobierno de Estados Unidos.” Aparentemente ni La Habana ni Caracas se han enterado que los tanques que matan y destruyen en Georgia son rusos, no norteamericanos.
En tanto la obsesión anti-americanista en círculos académicos norteamericanos continua. Son los que dicen que las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos nunca fueron normales y que el factor antiamericano explica la revolución cubana. Afortunadamente, por mucho que se quiera reescribir la historia de la isla, la evidencia no justifica esas conclusiones. Sólo hay que leer la Revista Bohemia, la publicación de mayor circulación en la Cuba republicana y comparar su circulación con la exigua del periódico “Noticias de Hoy,” órgano del partido comunista de Cuba. La Revista Bohemia, eminentemente cubana, también era anticomunista; como lo fue Eduardo Chibas, el gran líder demócrata ortodoxo, anticomunista y de pensamiento esclarecedor en cuanto a la filosofia marxista y la verdadera naturaleza de la tirania soviética. Bohemia se opuso al régimen de Batista y apoyó la revolución; pronto, como todos los otros medios de la prensa libre cubana, fue amordazada por Castro y su director acabo exilándose, denunciando la traición de Fidel Castro hasta que se suicidó.
Para escribir sobre el pasado republicano cubano, con sus logros y sus errores hay que dejar a un lado los prejuicios adquiridos por los que en un momento se oponían con contundencia a la Guerra de Vietnam y admiraban la noble cruzada por los derechos civiles liderada por el Dr. Martin Luther King. Como me apuntaba entonces mi amiga Silvia Font, muchos “confundían la gimnasia con la magnesia.” Era la época en que algunos decían que si Washington estaba equivocado en Vietnam, Fidel tenía que ser bueno. Pero nadie estaba obligado a escoger entre una u otra infamia: se podían defender los derechos civiles en los Estados Unidos y demandar la libertad de los presos politícos en Cuba. Ya en 1968, mientras algunos jóvenes cubanos procastristas residentes en Estados Unidos viajaban a la isla como parte de la propaganda del régimen, otros estudiantes cubanos se encadenaban en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas demandando la libertad de los presos politicos cubanos.
En cuanto a la “normalidad” de las relaciones cubano-americanas baste apuntar que es verdad que Washington obligó a los constituyentes cubanos en 1901 a aceptar la enmienda antes de abandonar la isla, pero las intervenciones de Washington en los primeros años de la Republica fueron siempre solicitadas por gobiernos cubanos. ¿Como es posible que algunos profesores de esta orilla sean incapaces de reconocer que la Enmienda Platt, un error terrible de Washington, durante los 32 años republicanos en los que estuvo en vigor, no afectaba a la libertad de prensa, ni el derecho de reunion o asociacion, ni siquiera limitaba el derecho de los cubanos a organizar partidos políticos, ni siquiera el comunista, ni a manifestarse en contra de la misma enmienda? Los hermanos Castro vienen limitando la soberanía del pueblo cubano desde hace 50 años, negándoles todos los derechos. Para abrogar la enmienda Platt, como para recuperar la soberanía cubana sobre Isla de Pinos, no hicieron falta campañas terroristas, ni comités de defensa de la revolución; solo fue necesaria la diplomacia de la República Cubana.
Esa “república limitada” y esas relaciones, que algunos dicen no fueron normales nunca en la historia del país, se caracterizaron por una política exterior independiente, que lo mismo ofrecía abrigo a exiliados republicanos españoles, o a los exiliados de Trujillo, y de otros dictadores latinoamericanos, aliados de los Estados Unidos y supuestamente controlados por ellos. Y bajo esa “república limitada” los cubanos se dieron asimismos una de las constituciones más progresistas del hemisferio. Y en aquella Asamblea Constituyente, la de 1940 participaron todos los cubanos: los conservadores, los liberales, los comunistas y otras agrupaciones politicas.
Cuarenta años después de la invasión soviética de Praga, que causó la separación de algunos que apoyaron la revolución castrista hasta entonces, no vale la pena seguir con ese maniqueísmo. Tenemos ejemplos, como el caso de Stalin y los intelectuales occidentales que lo apoyaron, y un día reconocieron la verdadera naturaleza de su tiranía; también hay intelectuales que apoyaron a la revolución cubana en sus principios y que han reconocido las consecuencias de la tragedia que todavía vive el pais. Que algunos, ahora críticos del castrismo, continúen repitiendo las medias verdades de los años sesenta y setenta es muy lamentable. Como lo es el que insistan en que no tienen nada de que arrepentirse. Las ideas tienen consecuencias y por muchos años la primera línea de defensa de los asesinos de la Habana se basó en el trabajo de aquellos que justificaron por años tantos crímenes y tanta infamia. Y que no me vengan a hablar de reconciliación entre las victimas y los asesinos hasta que ellos acaben de matar, o por lo menos hasta que los que defendieron la infamia durante sus dos primeras décadas, y hasta mas tarde, reconozcan su responsabilidad.
Cuando Castro llegó al poder habían pasado 25 años desde la derogación de la Enmienda Platt, la Enmienda que hay que derogar hoy es la de su régimen a la soberanía de todos los cubanos.
Frank Calzón, Director Ejecutivo del Center for a Free Cuba (Centro Para una Cuba Libre), Washington, D.C.
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