¿Cambian los Kirchner?
Por Rosendo Fraga
Crítica Digital
La movilización de Palermo del 15 de julio, donde el campo reunió a tres personas por cada una que movilizó el Gobierno, y la histórica votación del Senado que tuvo lugar en la madrugada del 17 fueron un punto de quiebre en la política argentina.
Pero al cumplirse cinco semanas de estos hechos, cabe preguntarse qué cambios han tenido lugar en el Gobierno, después de una derrota política que no sólo ha sido la más importante en los ocho meses de gobierno de Cristina Kirchner, sino también la más relevante en los cinco años y cinco meses durante los cuales el kirchnerismo ha ejercido el poder político nacional. Quizás también en los más de veinte años de Néstor Kirchner en el ejercicio del poder primero en el ámbito municipal, después en el provincial y finalmente en el nacional.
Los optimistas, que con esperanza prefieren pensar que las cosas han cambiado, argumentan a su favor: la designación de un dialoguista como jefe de Gabinete; el aumento del 15% de las tarifas eléctricas, como expresión de realismo económico; las dos conferencias de prensa de la Presidenta introduciendo algunos términos más conciliatorios; la recepción de cartas credenciales de tres embajadores extranjeros; la visita al ex presidente Alfonsín, como señal de reconocimiento de la existencia de la oposición, y el que algunos gobernadores enfrentados con el Gobierno por el conflicto con el campo hayan sido recibidos en la Casa Rosada.
Son hechos concretos e indiscutibles. Pero, simultáneamente, no se observan cambios en lo que hace al poder, la gestión y la orientación política del Gobierno. Contra lo que muchos imaginaban o deseaban, la renuncia de Alberto Fernández no abrió la puerta a una renovación del equipo de gobierno, sino, por el contrario, a una confirmación del elenco de ministros, incluidas las segundas líneas más discutidas.
Al día de hoy, el ministro de Planeamiento e Infraestructura (De Vido) tiene más poder y no menos que antes, dado que el nuevo jefe de Gabinete carece de la experiencia y del peso político que tenía su antecesor en el universo del poder kirchnerista.
Contra todos los pronósticos –¿o más bien deseos?– el criticado secretario de Comercio (Moreno) no sólo ha retenido su cargo, también amplió su poder al obtener el control de áreas importantes, como la de defensa de la competencia, y opera ahora sobre el sector financiero.
El uso discrecional del poder se ha mantenido y en algunos casos, incrementado. La entrega de fondos a las provincias evidencia una discriminación política, que busca alinear a los gobernadores que se animaron a enfrentar al Gobierno durante el conflicto con el campo, y el uso de los llamados superpoderes sigue a pleno, como lo ha puesto en evidencia la utilización de diversas partidas para atender el financiamiento de Aerolíneas Argentinas.
Las relaciones con el vicepresidente no se han recompuesto, sino que parecen deteriorarse más, mientras que con la iglesia católica siguen existiendo roces.
Con el peronismo, que mostró una disidencia creciente durante el conflicto con el campo, la situación tampoco se ha recompuesto y muchos gobernadores se diferencian del gobierno nacional, mientras que el ex presidente Duhalde endurece su lenguaje crítico hacia el oficialismo.
Las dos conferencias de prensa de Cristina –cabe recordar que Kirchner también hizo una el 17 de junio y otra el 10 de julio– si bien introdujeron algunos términos más conciliatorios, ratificaron en su totalidad la gestión de gobierno realizada hasta ahora, no sólo al decir que se volvería a adoptar la discutida resolución 125 que precipitó el conflicto del campo, sino también al justificar el discutido proyecto del tren bala.
Con el campo, el oficialismo no demuestra mayor interés por encontrar soluciones de fondo en momentos que surgen señales de que productores comienzan a realizar asambleas que pueden derivar en nuevas protestas.
Al cumplirse un mes del mencionado punto de inflexión, el ex presidente Kirchner parece retornar al ejercicio real del poder, volviendo a convocar ministros, gobernadores, sindicalistas e intendentes, y buscando reconstruir el entramado de poder político del oficialismo, que ha quedado maltrecho tras los episodios del 15 y 17 de julio.
La persistencia en el no cambio puede llevar nuevamente a situaciones de crisis política, pero ahora en un cuadro económico más difícil y con cierto riesgo de que la violencia en las protestas tenga algún tipo de incidencia.
Pero la insistencia en una estrategia que ya ha demostrado su ineficacia, por lo menos en este momento de la vida nacional, lleva a plantearse la pregunta de si se trata de un error de apreciación o de una estrategia deliberada para hacer del conflicto y la victimización los ejes de la política argentina.
Perón decía que cuando en política hay que girar a la derecha, hay que poner el guiño a la izquierda; quizás ahora el guiño sea cierto cambio de estilo en la Presidenta y la dirección, un poder que no cambia.
* Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría
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