Argentina: Bombas de estruendo, mucho humo y fuegos de artificio (II)
Por Juan Salinas Bohil
Correo de Buenos Aires
(Puede verse la primer parte de este trabajo aquí)
La creciente mengua del poder casi absoluto que mantuvo hasta pocos meses atrás el matrimonio Kirchner lo obligó a profundizar medidas de rescate de las minorías que son su principal base de sustento electoral. Minorías que, de ser sumadas, estarían en condiciones de alcanzar la mayoría electoral. De hecho, las últimas referencias de los dos presidentes en ejercicio y del gobernador de la provincia de Buenos Aires señalaron su preocupación por la partida de la clase media hacia playas opositoras, alejamiento que también abarca a sectores de centroizquierda espantados por la virulencia de los ataques Rosados verbales y de los otros, a cualquiera que ambicione incomodar sus propósitos.
Hay que recordar que entre esos grupos de riesgo, algunos de los cuales fueron nombrados en la entrega anterior, se encuentran unas decenas de miles de presos sin condena firme que desde octubre de 2007 se hallan en condiciones de elegir Presidente y legisladores nacionales. La medida fue impulsada diez años atrás por el Centro de Estadios Legales y Sociales (CELS), un ente izquierdista de “Derechos Humanos para Algunos”, enclavado muy dentro del corazón de las decisiones presidenciales y que recibe abundante ayuda extranjera. Lógicamente que la cifra es mínima con relación al amplio padrón electoral argentino, pero si a ese número se le agregan los familiares, tendremos una cifra nada desdeñable a la hora de sumar votos en las despreciables listas colectoras. En esa situación estaría un conocido psicólogo que días atrás fue apresado porque al parecer sería uno de los jefes de una banda de pedófilos.
La última preocupación gubernamental radica en torno a un importante grupo de riesgo que casualmente en los últimos cinco años se ha potenciado considerablemente: el de los drogadictos. Esta semana uno de los Presidentes en actividad dijo: “Por eso a mi no me gusta esa gente que condena con facilidad al que tiene una adicción como si fuese un criminal, como si fuese una persona que debe ser perseguida. Los que deben ser perseguidos son los que venden las sustancias, los que se las dan, los que comercializan”.
CORREO DE BUENOS AIRES manifestó en dos oportunidades que en esta ciudad que “protege” el gobierno nacional se consume droga en calles y parques con total libertad. Ni qué hablar – agregamos ahora- en los estadios de fútbol cuyos “simpatizantes” no trepidan en matar por una dosis de aliento para sus jugadores. Ha dicho también que cualquier vecino sabe quién la trae, quién la consume y quién la distribuye. Es curioso que no lo sepa el Gobierno.
La señora Presidente omite en su discurso referirse a una verdad insoslayable. Es embarazoso. Al afirmar que el adicto puede no ser un criminal debió aclarar que todo criminal lo es. O casi todos. Así es en los tiempos que corren. Tiempos que “Los que deben ser perseguidos” están asesinándose en cualquier villa miseria o estacionamientos de shoppings. Y vienen por más. ¿Cuántos son los narcotraficantes presos? Con tanta droga incautada deberían ser legión en lugar de ser puestos en libertad con tanta frecuencia por “vicios en el procedimiento”. La falta de penalización significa la liberalización del consumo: la utopía “progre”, la total falta de límites, de orden y más votos para el “campo nacional y popular”, esta vez por parte del grupo de los jóvenes.
Toda adicción tiene una dinámica similar que la identifica con la esclavitud. Coincidiendo con Eduardo Kalina podemos decir que la droga a lo largo de la historia nos ha legado predominantemente destrucción: la conquista de China se hizo con el opio; la del Oeste con el alcohol y la que aqueja a los países subdesarrollados sigue haciéndose con el alcohol y la pobreza que ayudan a la destrucción de los hombres en sus valores éticos y morales. Una vida digna comienza y sólo comienza con una buena alimentación, una vivienda adecuada, una educación acorde con los tiempos y una aceptable seguridad social. Como de eso no hay…
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