La epifanía petrolera de McCain
Por Charles Krauthammer
Diario de América
La gasolina está a 4 dólares el galón. El petróleo está a 135 dólares el barril y subiendo. Importamos dos tercios de nuestro petróleo, enviando centenares de miles de millones de dólares a Rusia, Venezuela, Arabia Saudí y similares. Y aún así nos prohibimos voluntariamente explorar siquiera las enormes reservas nacionales de petróleo y gas natural.
En un momento en que la producción petrolera norteamericana ha caído un 40 por ciento a lo largo de los últimos 25 años, 75 mil millones barriles de petróleo, según la Oficina de Información Energética de los Estados Unidos, han visto prohibida su extracción. Eso sería suficiente para reemplazar cada barril de importaciones no-norteamericanas (el comercio petrolero con Canadá y México es un beneficio añadido para la economía y la seguridad nacional neto) durante 22 años.
Eso es casi un cuarto de siglo de autonomía energética. La situación es absurda. A la que John McCain responde con una solución parcial: Derogar la prohibición federal a realizar prospecciones en la Plataforma Continental, donde se encuentra la quinta parte del percal prohibido.
Esto es un cambio en el caso de McCain, pero las circunstancias han cambiado. Cuando la moratoria fue impuesta en 1982, la gasolina estaba a 1,20 dólares y el barril de petróleo a 30 dólares. Desde que la moratoria fuera instituida hemos tenido dos guerras en Oriente Medio, y en el ínterin una década de destacar tropas en Arabia Saudí, Kuwait, Bahrein, Qatar y los Emiratos Árabes para preservar la paz y mantener reservas petroleras incalculables lejos de las manos de los más perversos de nuestros enemigos.
Las condiciones tecnológicas han cambiado también. Ahora podemos perforar con mucha más precisión y cuidado medioambiental que hace un cuarto de siglo. Tenemos miles de torres de extracción en el Golfo de México, y aún así ni siquiera los huracanes Katrina y Rita provocaron vertidos de cualquier importancia.
El problema de McCain es que en materia de producción energética tiene que aceptar solamente parte de lo que quiere porque se ha empeñado oponiéndose a las demás fuentes obvias de crudo nacional — la Reserva Nacional de Vida Salvaje del Ártico.
Su meticulosidad en esto es inexplicable. “Creo que la Reserva Nacional de Vida Salvaje del Ártico es una zona sin corromper por la civilización,” explica. ¿Es más prístina que el océano, donde ahora quiere perforar? ¿Más incorrupta que el Desierto de Arabia del que a diario suplicamos a los príncipes saudíes que extraigan más crudo?
La reserva ártica entera ocupa un tercio del tamaño del Reino Unido (que incluye Escocia y Gales). El lugar de perforación tendría el tamaño de la séptima parte de la isla de Manhattan. La superficie ocupada es minúscula. Por otra parte, prohibir perforar allí no evita el espolio. Lo exporta simplemente. El crudo que no estamos extrayendo de la Reserva del Ártico lo importamos en su lugar de lugares como el delta de Níger, donde viven millones y donde la contaminación y los vertidos resultantes envenenan las vidas de muchos de los más pobres de justicia del mundo.
Nuestro imperialismo medioambiental no solamente redistribuye la contaminación entre la gente que menos se la puede permitir. Aumenta generalmente el daño total conjunto porque la extracción de crudo en los más limpios y más tecnológicamente avanzados Estados Unidos es mucho más medioambientalmente sensible.
El rechazo de McCain a incluir la Reserva Nacional de Vida Salvaje del Ártico carece hasta de lógica política. Su política de prospecciones costeras es un cambio radical con respecto a sus posiciones anteriores. Justificada perfectamente, pero una reconsideración no obstante. Si vas a tener que aguantar las críticas por cambiar radicalmente de opinión y por ofender a los ecologistas, ¿por qué quedarse a medias?
La crisis del petróleo dio a McCain un tema de campaña inesperado y singularmente eficaz. La mayoría de los americanos se decanta hoy por perforar en el ártico y la plataforma costera. Los Demócratas se interponen en el camino al incremento de la producción como hicieran hace 13 años, cuando el presidente Clinton vetó las perforaciones en la Reserva Nacional. La producción petrolera nacional sería cerca del 20 por ciento más elevada hoy si se hubiera permitido quedarse al Congreso Republicano.
Como era de esperar y en el momento justo, Barack Obama atacaba reflexivamente a McCain. “Su decisión de cambiar totalmente su postura” por una que satisfaga a la industria del petróleo es “la misma política de Washington que ha evitado que alcancemos la autonomía energética durante décadas.” Uno solo puede maravillarse ante la audacia de Obama al caracterizar la propuesta de McCain de cambiar nuestra política como “política antigua,” al tiempo que el candidato del “cambio” suscribe con inflexibilidad el estatus quo de la no-perforación.
McCain es muchas cosas, pero el hombre que se opuso al etanol en Iowa — mientras Obama daba su apoyo sin tapujos a la más abismalmente estúpida de nuestras políticas energéticas — no es ningún perrito faldero de los productores de energía. Los americanos saben que la producción incrementada es necesaria para complementar el consumo reducido como única manera de sacarnos de las crisis del petróleo, los precios elevados y el chantaje de la seguridad nacional.
Lamentablemente, la reforma propuesta de McCain es solamente parcial. Mejor que Obama, no obstante, que rechaza desviarse de la ortodoxia progre. Pero esa es la historia de su campaña, ¿no?
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