Una para Milda
Por Edwin Brítez
ABC Digital
Recuerdo que en el mes de marzo, las agencias internacionales informaron que el disidente Hu Jia, uno de los principales críticos del régimen comunista de China continental, fue condenado en Pekín a tres años y medio de prisión por subversión, según uno de sus abogados y la agencia oficial China Nueva, lo que provocó una oleada de críticas internacionales.
“La prueba del delito fue la publicación de artículos dentro y fuera de China, y aceptar entrevistas con la prensa extranjera”, dijo el abogado de la víctima a la prensa.
Durante el “juicio”, celebrado el 18 de marzo en apenas unas horas, el acusado se declaró inútilmente inocente del cargo de “incitación a la subversión”.
Aquí, en Paraguay, sabemos muy bien lo que significa estar acusado de subversión en tiempos de gobiernos autoritarios, especialmente en el de Alfredo Stroessner. Muchos de los que hoy son y mañana serán gobierno, fueron acusados de lo mismo durante la dictadura de Stroessner.
Fueron creadas dos leyes especiales exclusivamente para combatir a los adversarios políticos, y los jueces de entonces se prestaron gustosos a condenar a los “culpables” de atentar contra la paz y la democracia.
Rigieron las leyes 294 de Defensa de la Democracia/1955 y 209 de Defensa de la Paz Pública y Libertad de las Personas/70 para derogar con su aplicación todas las garantías constitucionales. De remate Stroessner mantuvo al país bajo estado de sitio permanente, durante el cual uno solo tenía derecho a ser obediente.
Así como en China ahora, también aquí antes, las pruebas eran “tomar contacto” con gente indeseable para la dictadura, leer libros prohibidos, integrar partidos no autorizados por el gobierno, etc. De mi escritorio del entonces clausurado diario ABC (1984/89) sacaron como prueba de subversión, entre otras, cartas enviadas del exterior por exiliados y de mi casa allanada llevaron libros, inclusive escritos por norteamericanos sobre derechos humanos, y tarjetas de fin de año de líderes opositores o de embajadas “sospechosas”.
Mucha gente ha ido presa, algunas con menor suerte fueron torturadas y desaparecidas, en nombre de la paz y la democracia, y a muchas de ellas, el Estado tuvo que indemnizar el sufrimiento que padecieron. Ese régimen hubiera continuado si no fuera por la reacción interna y el bloqueo internacional.
Ahora que los gobiernos latinoamericanos están muy entusiasmados con el relacionamiento diplomático con China continental, más por el potencial de su mercado incipiente que por la ética política de sus gobernantes, me gustaría que la futura canciller Milda Rivarola recuerde nuestra experiencia frente a la dictadura en el momento de evaluar las nuevas relaciones diplomáticas a ser establecidas por el nuevo Gobierno.
¿Vamos a cerrar los ojos a las mismas violaciones de los derechos humanos de allá que hemos sufrido aquí para tratar de hacer hipotéticos negocios que no podemos hacer ni con quienes ofrecen todo tipo de ventajas, o vamos a sumarnos a quienes reclaman respeto a la dignidad humana al autoritario régimen de China continental?
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